Cd.
Victoria.- En el auditorio que observa los debates políticos
coexisten lectores de la más diversa laya. El que vota o deja de votar por la
manera de sonreír o el color de una corbata y también quien valora propuestas y
decide en consecuencia.
Aquí la razón de los asesores de campaña
para cuidar con el mismo esmero forma y fondo.
Una vieja máxima en la política
norteamericana dice que, en materia de imagen personal, se deben evitar extremos.
Ni príncipe ni mendigo.
Aplica en el ámbito latinoamericano. El
empaque que vende mejor es el del ejecutivo medio, el profesionista exitoso. Nunca
el de un magnate, aunque lo sea, pues lo aleja del votante promedio,
Preferible (insisten) la imagen del
juicioso padre de familia que a base de mérito y esfuerzo llegó hasta la
cúspide.
Esto es, sin hacer jactancia (porque
molesta mucho) de vida opulenta. Eso que se conoce como los signos externos del
poder.
Comunicación al fin, se exige eficacia en
el uso del lenguaje verbal y no verbal. Una expresión corporal que combine
firmeza y naturalidad.
El autocontrol necesario para que las
expresiones faciales o los ademanes no contradigan ni metan ruido a la palabra.
Aquella observación que divierte al doctor
PAUL EKMAN, especialista en la materia, cuando detecta una mirada de miedo
haciendo contrapunto fatal con la sonrisa.
O cuando el cuerpo se contrae, el puño se
cierra y los hombros se encogen para desdecir involuntariamente al discurso
feliz.
IDÉAS,
PROYECTOS
Pero esto es imagen y, de manera ideal, algunos
seguimos creyendo que la mejor decisión frente a las urnas se debe fundar en
programas y no en asuntos como simpatía o carisma, vestuario o corte de pelo.
Ni para bien ni para mal.
Lo vemos en el proceso estadounidense que
hoy corre paralelo, aunque el nuestro culmine en junio y el de ellos en
noviembre.
El despotismo procaz de DONALD TRUMP parece
una versión recargada de EBENEZER SCROOGE, personaje de CHARLES DICKENS. El egoísta
contumaz que solo entiende el mundo bajo un rasero exclusivamente monetario.
Sin embargo, por aireado y vehemente que
sea su estilo discursivo, a TRUMP lo hunden sus contenidos, lo que en verdad
está proponiendo más allá de la sonrisa.
De ahí el valor de la visión, el diagnóstico,
las propuestas. También los ideales, aunque siempre aterrizados en el universo
concreto de lo viable y lo factible.
En 2006 hubo quien se tomó la molestia de
calcular cuánto costarían los sueños del candidato LÓPEZ OBRADOR si el voto le
fuera favorable. Ni lejanamente el presupuesto alcanzaría para ello.
Desde luego, los debates son más
sustanciosos y fluidos cuando el número de ponentes se reduce a dos o tres
candidatos. Hay tiempo de alocuciones detalladas, ideas largas, exposiciones profundas.
APRENDIZAJE
YA
Cabe preguntar cómo hará el IETAM para que
ocho participantes expongan lo suyo sin estorbarse y tengan además tiempo de
ejercer la réplica cuando el contrincante recurra a las alusiones personales,
señalamientos adversos, ironías, ataques.
La experiencia será de un aprendizaje
intenso que además empieza hoy, desde la preparación misma. En efecto, es la
primera vez.
Esto significa un reto a la imaginación de
quienes acuerden con los representantes partidistas (con voz, pero sin voto)
asuntos como la temática a tratar o las reglas básicas de interacción.
En otras culturas, los comicios a dos
vueltas (impensables todavía en México) suelen aportar concreción al debate. Reservan
para la segunda vuelta el evento más interesante, el “tete a tete” (el dicho es
francés) entre los dos actores principales.
Difícilmente la actual legislación alcanza
para proponer algo parecido en el segundo encuentro contemplado por el IETAM,
el de mayo.
Para ambos están convocados los ocho.