jueves, 10 de diciembre de 2015

Promiscuidad política

Cd. Victoria.- Politicastros buscachambas siempre hubo. Nada raro es que hoy afloren con su cinismo feliz (y feroz) de nominautas empedernidos.
Perfiles siniestros, aunque muy diestros en la siembra de veladoras a todas y cada una de las capillas. Simultáneos van por el giro, el pinto, el colorado.
De hecho, andan hoy día en temporada de celo. Lo cuál de alguna manera nos recuerda cierta anécdota ocurrida en el verano de 1986, cuando los mentideros políticos decretaban que solo habría dos finalistas: AMERICO VILLARREAL y MANUEL GARZA GONZÁLEZ.
Quienes conocieron más de cerca el proceso comentarían después que MANUEL jamás estuvo en posibilidad real de conseguir la nominación. Por la sencilla razón de que no lo tenía contemplado el Presidente en su lista de prospectos.
Pero los medios decían otra cosa. Porque desde Ciudad Madero, el todopoderoso líder sindical JOAQUÍN HERNÁNDEZ GALICIA había dado línea para promover al reynosense, con lujo de estrépito y jugosa derrama de recursos.
Ocurrió entonces que ante la insistencia de tantas voces, convertidas en eco omnipresente (es el Meme, el Meme, el Meme) la lealtad de algunos americanistas empezó a flaquear.
En su desesperación habrían optado por emprender un viaje urgido (aunque algo tardío) hasta la capital del país para doblegar la cerviz en el altar equívoco de GARZA GONZÁLEZ.
Pero (mire usted) con tan mala pata que estando allá, en la antesala del reynosense, les avisan que el PRI estatal acababa de destapar a VILLARREAL GUERRA.
Mejor aún, que AMÉRICO iba en camino de pedir licencia definitiva al Senado de la República para emprender enseguida su vuelo triunfal a Ciudad Victoria.
Pillados en flagrante deslealtad, no pocos malandrines de aquellos años hubieron de regresar como pudieron, autobús, carcacha propia o prestada.
De “raid” incluso, para estar a tiempo de refrendar su amor, con rostro ojeroso y desvelado, a la causa americanista. Treparse de nuevo al barco que apenas horas antes, habían abandonado.

PRAGMATISMO INDINO
La nota viene a colación ante el comportamiento observable entre pandillas chambistas que durante la jornada suelen cubrir, de cabo a rabo, todo el espectro tricolor, sin asomo de recato o compostura.
Aunque ello implique cambiar de bandera dos o tres veces al día, de acuerdo a la agenda. Rotación de piel, mutante traslación de fidelidades.
Camaleónicos, amanecen guevarianos para surcar la mañana con afán bernalista, aunque al mediodía los veamos postrados en la mitra del 17 Hidalgo, a media tarde se incorporen (¡briosos!) a la caballería cardenista y por la noche presenten ofrenda en el altar del baltazarismo.
Polaka mendicante la nuestra, perjura, pertinaz. No hay más dios que el presupuesto, la vitamina “p” del poder y sus embrujos. A la cuál se adjunta la correspondiente maraña de coartadas, artificios, astucias.
Convertida en rutina, en el fondo la promiscuidad tricolor es hija de la incertidumbre. La implacable verticalidad en la tradición de mando que convierte a sus operadores en marionetas.
De ahí la tentación por la apuesta múltiple, como una mera táctica de supervivencia. Con todos y con ninguno hasta que el alumbramiento llegue, la fecha inefable, la hora señalada.
Y entonces sí, adelante con la causa. La ventaja de irle a todos es que nadie falla, siempre le atinan. Cuando la estratagema es de espectro amplio, como tiro de escopeta, no hay posibilidad de error.
Aunque se diría que mucho del mérito se pierde. Cariño muy barato el que se reparte demasiado, sin vocación ni compromiso.
Seguidores de hojalata, solo verán a su flamante líder como un fervor de mero trámite. Pasaporte al acceso, permanencia y usufructo del poder.