Cd. Victoria.- Las redes sociales hacen hoy recuento y mofa de los “caídos” el fin de
semana, elementos disímbolos cuyo denominador común es haber mordido el polvo y
visto su orgullo rodar a flor de alcantarilla, a saber:
Cayó el equipo América ante los
resucitados pumas de la UNAM, ese lapidario tres por uno que pone en difícil
predicamento al seleccionado nacional, del cual la escuadra aguilucha dice ser
algo así como su resumen ejecutivo, su esencia prístina, su columna vertebral.
Cayó también la recién adquirida
aplicación de mensajería WhatsApp, cuya suspensión del servicio activó furores
oscuros entre millones de usuarios a escala planetaria.
Amen de que se interpreta jocosamente
como alguna suerte de empacho fulminante ante la inundación de dólares con que
aterriza su nuevo dueño, el chico maravilla MARK ZUCKERBERG, a la sazón creador
y cabeza de FACEBOOK.
Y cayó, por supuesto, el empresario
oriundo de Badiraguato, Sinaloa, JOAQUÍN ARCHIVALDO GUZMÁN LOERA.
Captura ahora creíble o acaso más digerible
que muchas de su tipo en los últimos 30 años, quizás por el manejo mediático: mejor
cuidado que los anteriores.
¿ES O NO ES?
Y es que, oiga usted, esa desconfianza ciudadana
hacia los voceros de la justicia apunta en todas direcciones, incluyendo al primer
arresto del mismo capo acaecido en 1993 y del que la gente (ya para entonces
muy mosqueada) desconfió al verlo rasurado y corto de pelo cuando fue
presentado en Puente Grande.
Decir “no” es acaso la defensa más
arcaica e inmediata en una opinión pública que ha sido engañada tantas veces
por gobiernos de todos los partidos y con el celestinaje de los medios.
Desde aquel lejano 1993 (penúltimo del
salinato, hace casi 21 años) el televidente promedio se preguntaba si ese
sujeto de mirada nostálgica y uniforme caqui sería realmente GUZMÁN (al año
siguiente diríamos lo mismo de MARIO ABURTO, creándose la leyenda de los cuatro
ABURTOS, todavía en vigencia).
Por eso ahora que un ARCHIBALDO más
delgado y con el pelo entintado de negro es exhibido como trofeo de caza por la
SEMAR tras su relampagueante detención en Mazatlán, la gente dudó al principio.
El internauta común insistía en
consultar fuentes norteamericanas en espera de que la DEA o similares confirmasen
que (en efecto) el detenido era el CHAPO, más allá de cualquier variante en
facciones o color de pelo, se pareciera o no (que, dicho sea de paso, sí se
parece).
Memoriosos más cercanos (analistas más
jóvenes) se remontan a enero del 2001 cuando tan audaz caballero hizo historia
al fugarse de Puente Grande, presuntamente escondido en un contenedor de
lavandería.
Ello, aunque no ha faltado quien diga
que salió con alfombra roja y por la puerta principal, tras reconvertir a los
celadores en empleados, escoltado y cuidado por los mismos funcionarios que tendrían
por misión (teórica) retenerlo en prisión.
¿EL CAPO AZUL?
La maledicencia va más lejos. El mismo
VICENTE FOX (quien apenas el mes anterior rendía protesta) habría autorizado
tan glamorosa salida, en pago (dicen) al cuantioso apoyo pecuniario que los
cárteles del Pacífico otorgaron a su campaña.
Jamás se demostró que esto fuera cierto,
pero como FOX manifestó desde un principio una estridente mezcla de patanería,
cinismo y desprecio proverbial a las formas, pues hombre, la gente estaba predispuesta
a creer cualquier cosa.
La historia posterior diría que los
feudos del CHAPO sufrieron un acoso bastante menor (acaso simbólico) que las
demás organizaciones en su tipo durante los regímenes sucesivos de FOX y su
hijo desobediente FELIPE CALDERÓN.
No consta (al menos que yo sepa) alguna
relación clara entre los cárteles del Pacífico y el partido que gobernó México entre
los años 2000 y 2012.
Sin embargo la voz popular es por demás
insistente en la leyenda de un presunto maridaje, mismo que hoy simbólicamente
estaría llegando a su fin tras el operativo de los señores marinos en un exclusivo
condominio de Mazatlán.
¿Qué sigue ahora?