Cd. Victoria.- Esta columna
ha dado cuenta en los últimos 30 meses de un fenómeno raro, inusual, de un
candidato presidencial exitoso que habiendo ganado de calle y con resultados espectaculares
la elección, se desentiende luego de su partido.
MORENA, en efecto, va a vivir en el abandono desde los días del triunfo (junio de 2018) hasta noviembre del 2020, cuando por fin toma posesión una dirigencia formalmente electa, bajo conducción del economista colimense MARIO DELGADO CARRILLO.
Anterior a MARIO hubo un interino, el barzonista zacatecano ALFONSO RAMÍREZ CUÉLLAR y antes de este se vivió la pesadilla de YEIDCKOL POLEVNSKY y su obstinación por preservar el mando más allá del periodo electivo, que había concluido el 20 de noviembre de 2018.
En medio de la euforia obradorista por el triunfo amplio de sus fórmulas, YEIDCKOL lograría quedarse un año más, sin que nadie cuestione su permanencia, ocupados como estaban los cuadros de MORENA en renovar el congreso y conformar el nuevo gobierno nacional.
Y ocurrió que 12 meses después, en noviembre de 2019, la señora POLEVNSKY se habrá de mostrar nuevamente indispuesta para encaminar el relevo. Morosa y cansina para promover la convocatoria relativa a la elección del nuevo Comité Ejecutivo Nacional.
En los medios se filtra que la dama desea extender su responsabilidad otro año más, sin mediar elección. Se suceden protestas, periodicazos, ella permanecerá inamovible.
Seguirá firme en su silla, ante la sorprendente pasividad de LÓPEZ OBRADOR, hasta que el 26 de enero de 2020, 14 meses después de haber concluido su mandato legal, YEIDCKOL entrega las riendas del partido gobernante a RAMÍREZ CUELLAR.
Y este llega, hay que decirlo, en calidad de parche, de interino, ante la incapacidad mostrada por MORENA para elegir en tiempo y forma a una nueva dirigencia nacional.
Responsabilidad provisional que se extenderá hasta el 5 de noviembre del 2020, cuando por fin, tras una azarosa guerra intestina, emerge MARIO DELGADO, presunto ganador en las encuestas.
Drama por episodios un tanto cuanto sinuosos y accidentados que tendrán un denominador común. La pasividad de AMLO, un desenfado atípico ante la suerte del partido que fue su creación, el que construyó a su imagen y semejanza tras la ruptura con el PRD.
Abundaron las preguntas, entre otras, si su desinterés por MORENA presagiaba algún deseo inconfesable de perder la elección intermedia. O si (como él mismo sugirió) podría renunciar al partido.
Más allá de cualquier especulación, la médula del problema apuntaba hacia el 2021, ¿cómo pensaba encarar la difícil prueba de la elección federal intermedia?
UN PARTIDO BIS
La respuesta está en otra parte, en distinta latitud, lejos del partido. Para ser más precisos, en un territorio oscuro dentro de la estructura gubernamental, la Secretaría del Bienestar.
De manera discreta, durante estos 25 meses y medio que llevamos del gobierno obradorista, ha venido constituyéndose una densa organización con más de 18 mil funcionarios públicos dedicados a recorrer el país, detectar necesidades, ubicar y hacer acuerdos con los liderazgos naturales de cada microrregión, rural y urbana.
Dicho ejército de operadores lleva por nombre “Servidores de la Nación”. A diferencia de la militancia partidista tradicional, estos heraldos del rey manejan recursos, reciben sueldo y hasta vacunación precoz contra el COVID, según han constatado los medios en los últimos días.
La red de “Servidores” es la razón que explica el desapego de AMLO hacia su partido. Es, de hecho, otro partido, solo que callado y obediente, por estar sujeto de manera vertical a la jerarquía de gobierno.
A sus miembros se les contrata y paga para acatar órdenes en automático, no para opinar. Se diría que son los misioneros evangelizadores de la Cuarta Transformación que van tocando puerta por puerta en los hogares más humildes.
A menudo se les identifica por su gafete y chalecos color marrón, rostro, figura, logotipo y nombre del presidente.
Toman nota de necesidades, inscriben a la gente en los nuevos programas sociales, entregan los plásticos para recibir nuevos apoyos, como la llamada “tarjeta del bienestar” de Banco Azteca. Y también folletos de información que son propaganda pura para el obradorismo.
Cada miembro de la infantería (más de 18 mil personas) gana arriba de 10 mil pesos al mes. Los 266 coordinadores regionales, sueldos brutos por encima de los 70 mil y los 32 delegados estatales (“superdelegados”) más de 100 mil.
En estos batallones descansa la estrategia de AMLO para encarar los desafíos de la entrante elección. Su fuerza son los programas que reparten dinero a nichos de votantes específicos, en geografías concretas, colonias y comunidades populares.
Lo que públicamente conocemos como MORENA queda entonces reducido a una mera agencia electoral, encargada de los aspectos puramente formales como la selección y registro de candidatos, su representatividad ante el INE, las tareas de prensa.
El núcleo del obradorismo sería “Servidores de la nación”, un partido-bis cuyo nombre deriva del calificativo que enaltece al cura de Carácuaro, JOSÉ MARÍA MORELOS.
Es la estructura de movilización que administra la zanahoria detrás de la cual se moverá hacia las urnas la gran masa de beneficiados por los programas sociales.
Efectivamente, MORENA resulta apenas la parte visible del iceberg. La maquinaria electoral se ubica en “Servidores de la nación”. Dicho de otra manera, MORENA es la aleta del tiburón, el verdadero cuerpo de la estrategia se desplaza bajo el agua.
NOTA ADICIONAL
Por supuesto, para AMLO es oro molido la profunda huella dejada por los libros de texto gratuito en muchas generaciones de mexicanos. La liturgia patria, con sus héroes de bronce y sus leyendas de oropel.
Lo es porque la enseñanza de historia nacional ha sido tejida en base a un conjunto de anécdotas y parábolas con moraleja incluida, a menudo ligadas a etiquetas y frases estentóreas, memorables todas.
En este ámbito, HIDALGO es “padre de la patria”, JUÁREZ “benemérito”, VILLA “centauro del norte”, MADERO “presidente mártir” y CARRANZA “varón de Cuatro Ciénegas”,
Y por dicha razón ANDRÉS MANUEL considera necesario recordarnos que MUSSOLINI lleva el nombre de JUÁREZ y que este último dejó al mundo su máxima pacifista del “respeto al derecho ajeno”.
De la misma manera en que conservan su toque sobrenatural expresiones (comprobables o no) como “los valientes no asesinan”, “si hubiera armas no estaría usted aquí”, “con dos MORELOS domino el mundo”, “las tropas mexicanas se han cubierto de gloria”, “va mi espada en prenda, voy por ella”, “la patria es primero” y hasta “la tierra es de quien la trabaja”.
AMLO sabe que si estas enseñanzas han penetrado por generaciones el alma colectiva de los mexicanos, son entonces susceptibles de ser invocadas para fines de marketing electoral.
Magia pura que funciona todavía mejor cuando es entregada con un depósito mensual en Banco Azteca, mientras se canta el himno y distribuyen folletería que ubica al tabasqueño como una figura mítica de talla universal.
Las clases medias ilustradas y urbanas podrán entender esto como manipulación o chantaje. No ocurre así en la base de la pirámide donde, por cierto, descansa el voto mayoritario.
MORENA, en efecto, va a vivir en el abandono desde los días del triunfo (junio de 2018) hasta noviembre del 2020, cuando por fin toma posesión una dirigencia formalmente electa, bajo conducción del economista colimense MARIO DELGADO CARRILLO.
Anterior a MARIO hubo un interino, el barzonista zacatecano ALFONSO RAMÍREZ CUÉLLAR y antes de este se vivió la pesadilla de YEIDCKOL POLEVNSKY y su obstinación por preservar el mando más allá del periodo electivo, que había concluido el 20 de noviembre de 2018.
En medio de la euforia obradorista por el triunfo amplio de sus fórmulas, YEIDCKOL lograría quedarse un año más, sin que nadie cuestione su permanencia, ocupados como estaban los cuadros de MORENA en renovar el congreso y conformar el nuevo gobierno nacional.
Y ocurrió que 12 meses después, en noviembre de 2019, la señora POLEVNSKY se habrá de mostrar nuevamente indispuesta para encaminar el relevo. Morosa y cansina para promover la convocatoria relativa a la elección del nuevo Comité Ejecutivo Nacional.
En los medios se filtra que la dama desea extender su responsabilidad otro año más, sin mediar elección. Se suceden protestas, periodicazos, ella permanecerá inamovible.
Seguirá firme en su silla, ante la sorprendente pasividad de LÓPEZ OBRADOR, hasta que el 26 de enero de 2020, 14 meses después de haber concluido su mandato legal, YEIDCKOL entrega las riendas del partido gobernante a RAMÍREZ CUELLAR.
Y este llega, hay que decirlo, en calidad de parche, de interino, ante la incapacidad mostrada por MORENA para elegir en tiempo y forma a una nueva dirigencia nacional.
Responsabilidad provisional que se extenderá hasta el 5 de noviembre del 2020, cuando por fin, tras una azarosa guerra intestina, emerge MARIO DELGADO, presunto ganador en las encuestas.
Drama por episodios un tanto cuanto sinuosos y accidentados que tendrán un denominador común. La pasividad de AMLO, un desenfado atípico ante la suerte del partido que fue su creación, el que construyó a su imagen y semejanza tras la ruptura con el PRD.
Abundaron las preguntas, entre otras, si su desinterés por MORENA presagiaba algún deseo inconfesable de perder la elección intermedia. O si (como él mismo sugirió) podría renunciar al partido.
Más allá de cualquier especulación, la médula del problema apuntaba hacia el 2021, ¿cómo pensaba encarar la difícil prueba de la elección federal intermedia?
La respuesta está en otra parte, en distinta latitud, lejos del partido. Para ser más precisos, en un territorio oscuro dentro de la estructura gubernamental, la Secretaría del Bienestar.
De manera discreta, durante estos 25 meses y medio que llevamos del gobierno obradorista, ha venido constituyéndose una densa organización con más de 18 mil funcionarios públicos dedicados a recorrer el país, detectar necesidades, ubicar y hacer acuerdos con los liderazgos naturales de cada microrregión, rural y urbana.
Dicho ejército de operadores lleva por nombre “Servidores de la Nación”. A diferencia de la militancia partidista tradicional, estos heraldos del rey manejan recursos, reciben sueldo y hasta vacunación precoz contra el COVID, según han constatado los medios en los últimos días.
La red de “Servidores” es la razón que explica el desapego de AMLO hacia su partido. Es, de hecho, otro partido, solo que callado y obediente, por estar sujeto de manera vertical a la jerarquía de gobierno.
A sus miembros se les contrata y paga para acatar órdenes en automático, no para opinar. Se diría que son los misioneros evangelizadores de la Cuarta Transformación que van tocando puerta por puerta en los hogares más humildes.
A menudo se les identifica por su gafete y chalecos color marrón, rostro, figura, logotipo y nombre del presidente.
Toman nota de necesidades, inscriben a la gente en los nuevos programas sociales, entregan los plásticos para recibir nuevos apoyos, como la llamada “tarjeta del bienestar” de Banco Azteca. Y también folletos de información que son propaganda pura para el obradorismo.
Cada miembro de la infantería (más de 18 mil personas) gana arriba de 10 mil pesos al mes. Los 266 coordinadores regionales, sueldos brutos por encima de los 70 mil y los 32 delegados estatales (“superdelegados”) más de 100 mil.
En estos batallones descansa la estrategia de AMLO para encarar los desafíos de la entrante elección. Su fuerza son los programas que reparten dinero a nichos de votantes específicos, en geografías concretas, colonias y comunidades populares.
Lo que públicamente conocemos como MORENA queda entonces reducido a una mera agencia electoral, encargada de los aspectos puramente formales como la selección y registro de candidatos, su representatividad ante el INE, las tareas de prensa.
El núcleo del obradorismo sería “Servidores de la nación”, un partido-bis cuyo nombre deriva del calificativo que enaltece al cura de Carácuaro, JOSÉ MARÍA MORELOS.
Es la estructura de movilización que administra la zanahoria detrás de la cual se moverá hacia las urnas la gran masa de beneficiados por los programas sociales.
Efectivamente, MORENA resulta apenas la parte visible del iceberg. La maquinaria electoral se ubica en “Servidores de la nación”. Dicho de otra manera, MORENA es la aleta del tiburón, el verdadero cuerpo de la estrategia se desplaza bajo el agua.
Por supuesto, para AMLO es oro molido la profunda huella dejada por los libros de texto gratuito en muchas generaciones de mexicanos. La liturgia patria, con sus héroes de bronce y sus leyendas de oropel.
Lo es porque la enseñanza de historia nacional ha sido tejida en base a un conjunto de anécdotas y parábolas con moraleja incluida, a menudo ligadas a etiquetas y frases estentóreas, memorables todas.
En este ámbito, HIDALGO es “padre de la patria”, JUÁREZ “benemérito”, VILLA “centauro del norte”, MADERO “presidente mártir” y CARRANZA “varón de Cuatro Ciénegas”,
Y por dicha razón ANDRÉS MANUEL considera necesario recordarnos que MUSSOLINI lleva el nombre de JUÁREZ y que este último dejó al mundo su máxima pacifista del “respeto al derecho ajeno”.
De la misma manera en que conservan su toque sobrenatural expresiones (comprobables o no) como “los valientes no asesinan”, “si hubiera armas no estaría usted aquí”, “con dos MORELOS domino el mundo”, “las tropas mexicanas se han cubierto de gloria”, “va mi espada en prenda, voy por ella”, “la patria es primero” y hasta “la tierra es de quien la trabaja”.
AMLO sabe que si estas enseñanzas han penetrado por generaciones el alma colectiva de los mexicanos, son entonces susceptibles de ser invocadas para fines de marketing electoral.
Magia pura que funciona todavía mejor cuando es entregada con un depósito mensual en Banco Azteca, mientras se canta el himno y distribuyen folletería que ubica al tabasqueño como una figura mítica de talla universal.
Las clases medias ilustradas y urbanas podrán entender esto como manipulación o chantaje. No ocurre así en la base de la pirámide donde, por cierto, descansa el voto mayoritario.