martes, 12 de enero de 2021

Botarga en llamas

Cd. Victoria.- Se vale pensar. El violento asalto al Capitolio norteamericano abre espacio para algunas reflexiones. Afloran, al menos, cuatro aspectos en el sistema de vida estadounidense que a todas luces se observan obsoletos, sin que asome voluntad suficiente para cambiarlos. Ni siquiera para prefigurar un proyecto alternativo.
(1) EN LO ECONÓMICO, su devoción fanática por el libre mercado los ha excluido de la seguridad social que ya protege a las principales potencias capitalistas de Europa y (con resultados variables) a los países de Asia y América Latina.
La medicina privada sigue cubriendo buena parte del espectro nacional, con el apoyo financiero de las compañías aseguradoras.
Fuera de este circuito, el llamado MEDICARE instaurado en los sesentas por la administración de LYNDON JOHNSON, solo provee atención médica a los mayores de 65 años y jóvenes discapacitados.
No hay un aparato federal que aglutine y homologue esfuerzos, la responsabilidad recae en las autoridades estatales, siempre recelosas de su autonomía federalista.
Por eso, cuando llegan las pandemias se siente esta desventaja y esto lo vemos ahora con el devastador efecto del COVID en sus ciudades.
(2) EN LO POLÍTICO, el sistema de sufragio indirecto y por delegados tiene agujeros que, bajo ciertas circunstancias, lo tornan antidemocrático.
La razón es que otorga todos los votos al partido ganador en cada estado, sin reconocer representatividad al de primera minoría. No hay espacio porcentual para el partido perdedor cuando llegan a la segunda etapa, donde los delegados votan al nuevo presidente.
Esto genera distorsiones muy serias entre la voluntad universal expresada en las urnas y el resultado final.
En el año 2000, el demócrata AL GORE obtuvo medio millón de votos más que su contrincante republicano GEORGE BUSH. Pero BUSH se adjudicó más delegados que GORE (271 contra 266) y por ello fue presidente.
Igual ocurrió en 2016, cuando la demócrata HILLARY CLINTON recibió tres millones de votos más que el republicano DONALD TRUMP, en el conteo universal.
Pero como el voto es indirecto y el partido que tiene mayoría en cada entidad se lleva todos los delegados, TRUMP tuvo el apoyo de 304 representantes, contra 227 de HILLARY. Por ello gobernó DONALD.
(3) EN LO ELECTORAL, predomina el decimonónico esquema bipartidista entre liberales y conservadores, demócratas y republicanos, azules y rojos, burros y elefantes.
Dos caras de una misma oligarquía económica, que no ofrecen mayores opciones al votante. Todo el modelo está diseñado así, para no dejar pasar a nadie más, salvo excepcionales cargos en alcaldías y (en casos más raros) algún estado.
Fue el caso del luchador profesional JESSE VENTURA, electo gobernador de Minnesota en 1998 bajo la bandera del denominado Partido de la Reforma (Reform Party), bajo patrocinio del multimillonario ROSS PEROT.
Como mera especulación, los observadores creen que dentro de un plazo razonable debe surgir un tercer partido como un desprendimiento del ala izquierda demócrata, o bien un desgajamiento de la extrema derecha republicana.
Lo segundo es más probable ahora. A la luz de los últimos resultados, la derrota republicana pudiera allanar el camino en esta dirección, si consideramos que el sector más reaccionario de dicho partido tiene por líder indiscutible al derrotado presidente TRUMP.
(4) COMO UN CUARTO PUNTO, ninguna nación del mundo sostiene ese tren de gastos militares que Estados Unidos arrastra desde la segunda guerra mundial.
Aunque la opacidad priva en este campo, se calcula un número superior a las 800 bases militares fuera de su territorio, repartidas en más de 70 paises del planeta.
Nadie tira tanto dinero en su industria de guerra como nuestro vecino del norte. Ni China, ni Rusia, ni su antecesora la Unión Soviética, ni Francia, Inglaterra, Alemania o Japón. Nadie.
Sobre este particular, el gobierno de BILL CLINTON (1993-2001) demostró en muy pequeña escala lo mucho que se puede lograr cuando una parte modesta del gasto bélico cambia de adscripción y se emplea en la ejecución de obras civiles, caminos, escuelas, hospitales, edificios gubernamentales.
Mientras el gasto armamentista es utilidad para un puñado de industrias bélicas, las inversiones de CLINTON inyectaron recursos al ramo que más empleo inmediato genera, el de la construcción, detonando una auténtica burbuja de prosperidad cuyo principal destinatario fue la clase media.
Es por ello que la vocación guerrera del establishment norteamericano representa otro de los graves lastres que arrastran hoy sus contribuyentes y pesan fatalmente en sus perspectivas de desarrollo.
Con la administración TRUMP, el presupuesto militar se fue a las nubes. De acuerdo a un reciente análisis del portal informativo TELESUR (https://bit.ly/2XuW5PM) para el presente año fiscal de 2021, el Congreso aprobó un gasto en defensa de 705 mil millones de dólares.
Ojo al dato, 10.7 veces mayor al rubro de educación (66 mil millones), 9.1 veces superior al gasto en vivienda (47 mil) y 7.5 veces más grande que el presupuesto de salud (94 mil).
El esquema de egresos de dicho país está diseñado para hacer más ricos a los extremadamente ricos. En ese marco injusto y restrictivo, luego ocurre que los anglosajones pobres culpen de su vida precaria a los migrantes latinoamericanos, afroamericanos, asiáticos. Lo cual, por supuesto, es falso.
Es lo que predican demagogos como ROSS PEROT y DONALD TRUMP. Engaño gigantesco del que quizás ahora la gente tenga ocasión de abrir los ojos para identificar a quienes verdaderamente roban y acaparan la prosperidad americana. Como diría JAKE SULLY, en Avatar, es tiempo de despertar.