Cd. Victoria, Tam. Comparación
inevitable. Del presidente WILLIAM CLINTON solía subrayarse el abismo palmario entre
su admirable inteligencia política y la proverbial torpeza para tratar a las
mujeres.
Las deseaba con intensidad y en número amplio, sin descanso, una tras otra, pero
con demasiada prisa y pobre capacidad de persuasión.
Por
ello recurría al acoso, la presión que es hija de la urgencia y, lejos de
ayudar, predispone. Un verdadero desastre, con murmuraciones a sus espaldas y
pena ajena incluida.
Impericia
lamentable, a la postre acabó contaminando lo que mejor sabía hacer (la
política) y muy cerca estuvo de costarle el cargo.
Baste
recordar que el FBI llegó al caso MÓNICA LEWINSKY por casualidad, mientras engordaba
un expediente similar de PAULA JONES.
Aunque
luego los sabuesos se olvidaron de PAULA y centraron en MÓNICA sus baterías,
por ser un affaire bastante más cercano en el tiempo, incluir episodios rastreables
en la misma Casa Blanca y ofrecer más elementos visuales que ninguno.
Y,
mire usted, había tela de dónde cortar, con nombres como GENNIFER FLOWERS, DOLLY
KYLE y media docena más. Todas (en efecto) blancas, caucásicas, como su esposa
HILLARY RODHAM.
Aunque
el asunto de WILLIAM, como hippie reciclado, fue siempre torpeza, nunca falta
de nobleza. No hay crueldad en su expediente, ni abuso, mal trato o violencia
psicológica.
Solo
descuido, esa incurable lubricidad que lo llevó, de manera recurrente, a
tropezar con la mirada pública. O que la mirada pública se tropezara con él.
DIFERENTE PERFIL
Diametralmente
distinto resulta el caso de DONALD TRUMP, de quien difícilmente podría alegarse
ineptitud en el campo de la seducción, sino una muy deliberada propensión al
abuso.
El
tomar para sí, con ausencia de escrúpulos, cualquier objeto de su deseo, como arrebató
contratos, privilegios fiscales y la Presidencia misma.
En
ambos personajes, el común denominador, en todo caso, es la irrupción de los
asuntos de alcoba en la esfera gubernamental. Con resultados que CLINTON logró sortear,
pero tal vez hundan a TRUMP.
Hoy
día, dos personas cercanísimas al mandatario norteamericano se encuentran
procesadas por una variedad escalofriante de cargos, el exjefe de campaña PAUL
MANAFORT y su abogado personal MICHAEL COHEN.
Paradojas
de la justicia, siendo bastante más graves los delitos económicos cometidos por
ambos, el punto más candente de las acusaciones contra DONALD tiene por
detonador sus abusos maritales.
El
estratega MANAFORT, a sus 69 años, podría pasar el resto de su vida en la
cárcel, si la fiscalía logra documentar suficientemente las acusaciones por
manejo ilícito de recursos multimillonarios provenientes de empresas rusas y ucranianas
para la campaña republicana.
Es
la cabeza más visible del llamado “Rusiagate”. Ya catearon su casa en Virginia y
le confiscaron los archivos de su contabilidad personal, ante indicios que lo vinculan
con el lavado de dinero.
Ya
fue declarado culpable en 8 de los 18 cargos formulados por fraude bancario y
fiscal, que en conjunto alcanzan los 75 millones de dólares.
El
abogado COHEN, por su parte, parece haber tomado nota del caso MANFORT y
prefirió no esperar a que le demostraran sus ilícitos. Se declaró culpable en
un puñado amplio de cargos, ahorrando con ello tiempo, dinero y esfuerzo a la
fiscalía.
Entre
otros ilícitos, el hombre ya aceptó haber colaborado con su jefe TRUMP para
evadir la evaluación de deuda tributaria, suministrar declaración falsa a un
banco, inducir a contribución corporativa ilegal y prohijar contribuciones
excesivas a una campaña política. El financiamiento ilícito de actividades
electorales.
Como
abogado personal, ha recaído en COHEN el penoso control de daños por los
reiterados escándalos de alcoba que han caracterizado la vida de DONALD.
A
dicho colaborador se atribuye el pago por 130 mil dólares a una actriz porno cuyo
nombre original es STEPHANIE GREGORY CLIFFORD, oriunda de Baton Rouge,
Luisiana, hoy de 39 años.
Se
le conoce mejor por su seudónimo profesional, STORMY DANIELS, mezcla de tempestad
con profeta bíblico y acaso un toque de whiskey sureño.
TUNEL DE SALIDA
En
suma, la gravedad de los cargos enarbolados contra dos excolaboradores de primer
nivel hace pensar que TRUMP podría ser retirado del cargo en un plazo razonable,
por distintas vías. Cabe imaginar dos:
(1)
Si se resiste, un penoso y mortificante proceso de juicio político (“impeachment”)
podría ser instaurado desde el Capitolio, con toda la carga de desprestigio institucional,
efectos negativos en el mercado bursátil y comprensibles riesgos de seguridad
en el plano externo, ante un liderazgo debilitado.
(2)
La otra opción es la salida voluntaria, camino que sabiamente eligió RICHARD M.
NIXON el 8 de agosto de 1974, cuando las investigaciones por espionaje del caso
Watergate cruzaron el umbral de la evidencia suficiente y tocaban ya las
puertas del congreso.
Les
ahorró el trabajo. Flojito y cooperando firmó la renuncia, se despidió de sus
colaboradores, atravesó el jardín acompañado de su esposa y una comitiva de
acompañantes encabezada por quienes serían, a partir de entonces, los nuevos
inquilinos de la Casa Blanca, GERALD y BETTY FORD,
Sorpresivamente,
desde la escalinata del helicóptero, NIXON se despidió de la historia con una
inmensa sonrisa y el signo la “V” de la victoria en ambas manos.
La
gente luego murmuraría toda suerte de reproches: “finalmente, se salió con la
suya”, “se fue cuando quiso”, “para él fue un triunfo que no lo juzgaran”, “vaya
desplante de cinismo” (etc.)
El
histórico video de CBS-NEWS todavía circula en Internet y se le puede buscar
con el siguiente nombre: “Richard Nixon leaves the White House for the last
time as president.”
Veremos
qué camino elige DONALD.