jueves, 2 de agosto de 2018

La Matrix de AMLO


Cd. Victoria, Tam. ¿La película que nadie entiende?... Cuentan los cinéfilos experimentados que cuando los hermanos WACHOWSKI se dieron a la tarea de filmar “The Matrix” (marzo-agosto de 1998) ya tenían visualizada de manera integral la historia en sus tres etapas básicas: guión, rodaje y edición.
Con un defecto: nada más ellos lo sabían. El personal promedio de la producción (incluyendo el elenco) trabajó a ciegas durante buena parte del tiempo.
No entendían en dónde encajaba cada pieza, monólogos, balaceras, persecuciones, saltos al vacío o alguna mano atravesando un espejo. Ni por qué un gato cruzaba varias veces por el mismo pasillo.
Camarógrafos y utileros, artistas estelares y de reparto, se vieron enfrascados en un esfuerzo discontinuo, inverosímil, disperso, aparentemente sin rumbo.
Por ello, en el mundillo del showbiz, la obra en ciernes mereció un apodo burlón, aunque muy descriptivo: “La película que nadie entiende”.
Y por la misma razón, cuando le ofrecieron el papel de MORPHEUS al actor británico SEAN CONNERY (el viejo 007) decidió rechazarlo, aduciendo que jamás pudo entender el guión. El personaje fue finalmente interpretado por el afroamericano LAURENCE FISHBURNE.
El fenómeno ocurre en cine y en muchos esfuerzos de orden grupal, incluso colectivo, en todos los ámbitos de la vida profesional.
Quienes comandan un proyecto pueden estar trabajando sobre un auténtico rompecabezas, cuyo orden definitivo se guardan hasta la etapa final, a menudo para conservar cierta flexibilidad en la toma de decisiones. Y también por seguridad, para evitar filtraciones.
Por ende, colaboradores y simpatizantes se ven obligados a entregar toda su confianza a quienes los dirigen o representan, esperando que (¡al menos!) sepan lo que están haciendo.
Acaso quepa la comparación aquí con la secuela de interrogantes que a lo largo de la campaña electoral fueron surgiendo en torno al programa de gobierno que carga AMLO en lo más profundo de su morral.
Ocurrió a menudo, cuando el hombre señalaba propósitos generales y se abstenía de agregar las metas específicas. Cuando invocaba el “qué”, sin dignarse informar del “cómo”.
De aquí la queja que menudeó tras las entrevistas en medios y también después de los debates. El combate a la corrupción lo era todo. ¿Política internacional?, acabar con la corrupción, ¿sector energético?, acabar con la corrupción, ¿empleo, crecimiento, seguridad nacional, programa agropecuario?...
Todo acababa en lo mismo: acabar con la corrupción.
Tan machacona y monotemática era la respuesta que algún columnista nacional comparó a LÓPEZ OBRADOR con cierto personaje de CANTINFLAS (el “Sietemachos”) quien, habiendo ingerido un brebaje amoroso, solo tenía una respuesta mecánica ante cualquier intento de conversación: “quiero a mi Chole, quiero a mi Chole, quiero a mi Chole.”
¿Ausencia de proyecto, falta de imaginación?... Dicha cortina de humo tendida por AMLO sobre sus verdaderas intenciones generó dudas y dio pie a que sus adversarios lo etiquetaran como ignorante.
En el mejor de los casos, pobreza de vocabulario, incapacidad para aterrizar ideales románticos en fines concretos y programas viables.
Y así llegó el tiempo señalado. Pasada la elección, consumado el insólito triunfo, ocurre que empiezan a divulgarse los “cómos” y también a prefigurarse las rutas hacia objetivos que, por principio, se antojan irrealizables.
Siendo francos, nada garantiza todavía que sus propuestas más audaces puedan aterrizar con éxito. Ello solamente lo sabremos hasta el ejercicio de su gobierno.
Lo que si podemos adelantar (y acaso sumar a nuestra colección de asombros) es que ANDRÉS MANUEL ha mantenido en penumbra su plan de operaciones de manera deliberada. No es torpeza, sino astucia, perfidia.
Ciertamente, durante el primer mes posterior al triunfo (julio) ha ido liberando, a cuentagotas, lo que podríamos calificar como líneas generales de trabajo. Aunque justo es decir que buena parte del proyecto continúa en el armario.
Sin duda, el primero de septiembre será un umbral importante en este proceso de desdoblamiento, cuando las nuevas cámaras empiecen a ventilar iniciativas de reforma.
En paralelo, habría un par de hitos pendientes, importantes para un hombre que se maneja siempre en el plano simbólico:
(1) El formal reconocimiento como presidente electo y (2) el sexto informe de PEÑA NIETO, último suspiro del establishment priísta, después de lo cual, el mexiquense se esfuma del panorama para convertirse en historia.
Aun así, cabe pensar que todavía quedará un reservorio de jugadas, cuyo estreno estaría programado para el primero de diciembre, los días y semanas posteriores.
Como en la película arriba mencionada, al paso del tiempo hemos ido encontrando forma al guión aprobado por el voto, el primero de julio pasado.
Estamos hoy en proceso de realización, pero el sentido completo de la obra lo entenderemos hasta que el Editor en Jefe ordene y disponga juntar los pedazos.
Por lo pronto, los elementos disímbolos (a ratos disparatados) de esta “Cuarta Transformación”, permiten ya deducir una estructura oculta, una red de vasos comunicantes.
Que tan fuerte o exitosa, la práctica lo dirá.