Cd.
Victoria.- Referente infernal, de tiempo en tiempo
se pone de moda entre los comentaristas nacionales cierto abogado del diablo
(The Devil's Advocate, 1997) película y personajes, diálogos, frases memorables
ya convertidas en lugar común, que conservan vigencia para ubicar y adjetivar
los juegos del poder.
Paisaje trillado pero útil aún, el supremo
mal interpretado por AL PACINO ha encontrado en México una legión de adeptos
torpes, mostrencos, que merecerían de sobra su regaño.
De voz grave y rictus burlón, tono
sentencioso y dedo admonitorio, el espectro de PACINO nos sigue advirtiendo que
la vanidad es su pecado favorito.
Y aplica igual cuando asimilamos la
información relativa al arresto del CHAPO GUZMÁN y las astucias de KATE DEL
CASTILLO que al digerir las acusaciones contra HUMBERTO MOREIRA y casos
análogos, fuera y dentro del Estado.
Nos remite al mito de NARCISO, el personaje
griego y su desenlace trágico. Enamorado de sí, muere ahogado en el espejo del
agua donde contemplaba sin descanso su rostro.
Tengo rato ocupándome de esto en redes
sociales, con ayuda de ilustraciones, un día WATERHOUSE, al siguiente
CARAVAGGIO.
Alegoría del nuevo rico mexicano, el
jerarca rapaz, el delincuente próspero, símbolo también de la ostentación como
medida del éxito en política. Error de consecuencias fatales.
Uso y abuso de los “signos externos del
poder”, así le llaman ahora. El sonido de la caja registradora, símbolo de
estatus.
Lo cuál incluye ciertas formas rudimentarias
de rapiña que (aún extremas) no los hacen merecedores de la palabra “ricos”, pues
esta exigiría conciencia de lo que se tiene. En casos así de acumulación mecánica,
muy apenas alcanzan el epíteto de “dinerosos”.
ATRACTIVO
LETAL
A la postre todo ello los degrada. La
hambruna de reflectores, el afán por divulgar que tienen en demasía (y con el
mismo exceso gastan) reflejándolo en casonas, ranchos, carruajes, aviones,
yates que (amen del mal gusto) constituyen una ofensa para un país con 50 millones
de pobres.
La ostentación, en efecto, hunde al delincuente,
al funcionario, a la estrella del espectáculo, narcisos todos. Y es que showbiz,
polaka y narco tienen muchas debilidades en común.
Codicia, gula, soberbia, el culto a lo vano
(vanidad) que con agudeza señala JOHN MILTON, ese magnate interpretado por
PACINO que a la postre nos revela su naturaleza oscura.
Mal negocio robar y salir en revistas del
corazón. Dirán en Coahuila, saquear y escapar bailando, como si hubieran hecho
una gracia.
Lucir sin decoro fortunas mal habidas (comenté
hace días en Facebook) olor a sangre que atrae a los tiburones.
A fuerza de bailar, el profesor MOREIRA, exgobernador,
exlíder del PRI, llevó la mirada pública hacia los millones de pesos que danzaban
con él.
Excesos que trascienden cualquier frontera
partidista. Lo comprueba, entre otros, el exmandatario de Sonora GUILLERMO
PADRÉS, abogado, empresario, miembro del PAN, hoy acosado por la justicia
binacional.
O el atisbo que nos ofreció la zaga inconclusa
de los ABARCA-PINEDA, su veintena de casas, su colección más que de joyas, ¡De
joyerías!...
Imposible medir, acaso valga preguntar (o
al menos imaginar) qué carencias tan graves en la autoestima intentarían llenar
con esa devoción religiosa por el despilfarro.
Que agujeros del alma buscan cubrir con ese
culto a lo dispendioso, aunque desconozcan supinamente las razones del alto
precio.
Arriesgado juego no exento de adrenalina. Mostrar
para atraer, aún a sabiendas de que no todas las miradas serán de admiración,
que las habrá moralmente indignadas, envidiosas otras, impregnadas de
curiosidad adversa, incluso famélicas, con ímpetu caníbal. Vanidad, en efecto.