Cd.
Victoria.- Se llamaba MANUEL CABALLERO, era
escritor, reportero, profesor de literatura, editor, emprendedor, multichambista,
aventurero.
Oriundo de Tequila, Jalisco, nació y murió el
mismo mes de enero, el primero y el cuatro (1849-1926) aunque la festividad
periodística conmemora su deceso (ayer lunes fue 4).
Circula de él información contradictoria,
no toda comprobable. Sabemos que pasó por el seminario de Guadalajara y una
escuela de jurisprudencia.
Se aventó algunos palomazos en la prensa
gringa (Nueva York, Chicago) donde aprendió el reportaje de alto impacto,
siendo introductor del periodismo amarillista en la prensa nacional.
Si usted se asoma a los periódicos mexicanos
anteriores a CABALLERO verá que sus primeras planas parecen hojitas
dominicales, de tipografía pequeña, encabezados austeros, magras ilustraciones y,
por lo general, gacetillas simplonas, con una redacción sosa y aburrida.
Fue artífice y partícipe de numerosos
proyectos editoriales, algunos de talante literario, lo mismo en la urbe
tapatía que en la capital mexicana, contando entre sus amigos al pintor GERARDO
MURILLO y al novelista HERIBERTO FRÍAS.
El “Día del Periodista” que rememora la
muerte de CABALLERO, es el día de la tropa reporteril, del trabajador que todo
el año se jode bien y bonito para intermediar entre la verdad de los hechos y
el conocimiento público, llamando a ese producto noticia.
Distinto, sin duda, al pomposamente llamado
“Día de la Libertad de Expresión” que en México se creó el 7 de junio de 1951,
por decreto del entonces presidente MIGUEL ALEMÁN, para apapachar a los dueños
de los medios impresos, radiofónicos y (luego) televisivos. Los empresarios.
Meritoria la función en ambas puntas de la hebra, más digna de festejo se antoja la de enero, porque honra al obrero de la información, recordando el aniversario luctuoso de un colega devoto, brillante.
Meritoria la función en ambas puntas de la hebra, más digna de festejo se antoja la de enero, porque honra al obrero de la información, recordando el aniversario luctuoso de un colega devoto, brillante.
La de julio, oiga usted, por respetable que
sea, no deja de representar una decisión vertical, creada por decreto, desde una
instancia oficial.
VIENE
PEÑA NIETO
A “seguir jalando” llamó el gobernador
EGIDIO TORRE en su charla con los medios, refiriéndose a los nueve meses que le
restan a su administración y en espera de ENRIQUE PEÑA NIETO.
Quien, por cierto, llega este martes a Reynosa
para inaugurar las obras del Hospital Pumarejo local y (simbólicamente) la
ampliación del Hospital Canseco de Tampico, obra tan amplia que, en buena
medida, lo volvieron a hacer.
Sin olvidar el nosocomio de Madero, en
construcción, del cuál ya dio un adelanto el propio EGIDIO.
Del Hospital Canseco se informa que es
además un compromiso del Presidente PEÑA NIETO con la población de esa populosa
zona conurbada.
Gracias a su renovación estará ahora en
condiciones de ofrecer 48 servicios distintos a pacientes del sur tamaulipeco y
del vecindario veracruzano y potosino.
Entre ellos 28 consultorios, 3 salas de
urgencias, una unidad de cuidados intensivos, 6 quirófanos y estratégicos servicios
de quimioterapia, con una inversión cercana a mil millones de pesos.
Y mire usted el gerundio ese de “jalando”
me recordó aquella noche del primero de enero del 2011 cuando EGIDIO presentó a
su gabinete en el patio central de Palacio, culminando con una orden lacónica y
en modo imperativo, como es su costumbre: “Pónganse a jalar”, dijo, antes de
encaminarse al elevador y presidir la primera reunión de trabajo de su naciente
gobierno.
De esto ya pasaron cinco años. Quedan, muy
apenas, los meses que tarda una gestación (nueve) que se irán como agua cuando
el PRI tenga candidato y este acapare la atención de los medios.
Iluminado cuya identidad conoceremos el día
15, según reporte de cierto pitoniso jaibo citado ayer, experto en tales
menesteres.