martes, 11 de abril de 2023

Fentanilo, ¿dónde más?

Cd. Victoria, Tam.- Opioide sintético, se diría que es lo de hoy, el narcótico de moda, negociazo del momento. El producto más acabado entre las llamadas “drogas de diseño” cuyo uso recreativo se remonta a los años sesenta y hoy alcanza niveles de exquisitez destructiva.
El fentanilo parece estar cumpliendo el sueño de los grandes narcotraficantes a escala mundial. Disponer de una sustancia tan potente que al empacarse en su estado puro ocupe poco espacio y pueda ser transportada con facilidad, para su corte y dispersión en el mercado norteamericano y europeo.
Pero, sobre todo, que como mercancía no dependa de una planta específica y pueda fabricarse sin esos problemas de siembra y cosecha que presentan los estupefacientes de origen natural (amapola, marihuana, arbusto de la coca) y sin variables incómodas como clima, humedad o plagas agrícolas.
Reportes globales de inteligencia identifican a China como proveedor fundamental de las sustancias precursoras del fentanilo, sus elementos básicos que pueden ser tratados bajo diversos métodos de síntesis.
Pero igualmente señalan a los cárteles mexicanos como los responsables directos del ensamblaje final y la exportación al mundo desarrollado.
Interpretaciones más maliciosas (y acaso mejor informadas) comentan que por ser un producto de consumo regular para fines médicos, la frontera es bastante porosa entre su uso clínico y su consumo lúdico.
El boom que hoy recorre el mundo en torno al fentanilo ilegal fue precedido por otro boom jurídicamente aceptado de la misma sustancia, pero recetada masivamente en los países desarrollados.
Por supuesto, su alta concentración es bastante más peligrosa si la ensambla un cartel mexicano que si sale de la industria farmacéutica formalmente instalada. Aunque su tronco común es el paso previo, el de los precursores que desembarcan en ambos niveles, el clandestino y el legal.
 
EL INCIDENTE
Presionado al respecto desde el senado norteamericano y, en particular, por la derecha más recalcitrante del republicanismo, el pasado 4 de abril ANDRÉS MANUEL sacó de su ronco pecho una narrativa extravagante.
Mandó una carta al presidente chino XI JINPING para solicitarle, dijo, “que por razones humanitarias nos ayude a controlar los envíos de fentanilo que puedan remitirse de China a nuestro país"
Añadiendo que “sería un apoyo inestimable contar con información sobre quiénes importan esta sustancia, en qué cantidad, en qué embarcaciones, cuándo sale de los puertos chinos, a qué puertos mexicanos llega y el tipo específico de sustancia."
Como dato previo, se recordará que el pasado mes de marzo, una comisión de legisladores norteamericanos visitó al propio AMLO en Palacio Nacional para tratarle, entre otros temas, la posibilidad de que México y China contribuyan a frenar el trasiego de dicho fármaco tan potente como destructivo hacia la Unión Americana.
La respuesta china a la carta de LÓPEZ OBRADOR no podría ser de otra manera. Nada saben, carecen de registro sobre fabricación, exportación, tráfico del producto.
Sin duda, son dimes y diretes que hoy día enfrentan a la diplomacia obradorista con el gobierno de Beijing derivados de imprecisiones en el uso del lenguaje que bien pudieran haberse evitado si las conferencias matutinas, como producto de comunicación oficial, tuviera un buen supervisor de redacción.
En el pedir está el dar. Un comunicado más elegante y mejor pensado habría optado por participar al líder chino la preocupación mexicana sobre la necesidad de explorar la ruta de los precursores.
Pero no fue ese el tono de la carta. Lo que pidió AMLO fue un reporte preciso sobre el producto final, cantidades y rutas. Qué embarcaciones y puertos de aquí y de allá estarían involucrados.
Vaya osadía, al mandatario chino nadie le puede dar tales órdenes ni pedirle cuentas de esa manera. Y jamás podría informar, pues con ello estaría aceptando que el fentanilo viene de allá.
Por ello el gobierno de JINPING eludió cualquier respuesta estructurada. Negativa simple que manda un mensaje sutil pero muy preciso. Esa no es la manera de plantear el problema, ni de solicitar ayuda entre autoridades de ambas naciones.
El resultado fue que, en lugar de calmar a los norteamericanos, la embestida contra México se incrementó y caldeó todavía más el clima de reclamos mutuos entre los tres países.
Así llegamos a la mañanera de este lunes 10, cuando un presidente mexicano visiblemente irritado planteó una pregunta algo riesgosa: “Si no se produce fentanilo en China, ¿entonces dónde?”
Los chinos no le responderán, pero la interrogante no esperó mucho para que otras voces más cercanas (en México y Estados Unidos) le digan desde las redes sociales que en Sinaloa, por ejemplo.
 
NARCOCULTURA
Escribo este texto bajo una tarde lluviosa mientras escucho en YouTube una canción titulada “Las Morras”, género mixto de rap grupero que interpretan al alimón dos estrellas muy jóvenes de la música popular.
El venezolano STIVEN MESA LONDOÑO, conocido artísticamente como “BLESSD” y el jalisciense HASSAN EMILIO KABANDE LAIJA, cuyo nombre de batalla es “PESO PLUMA”.
En el video correspondiente vemos danzar a mujeres jóvenes de ropa escasa y lustrosa, con el perfil típico de las llamadas “reinas del narco” (“buchonas”) operando felizmente una máquina para contar billetes (fajos de cien dólares).
Ello, mientras el dueto de cantantes recita estrofas donde dicen cosas como: “No paran de llegar, billetes vienen y billetes van”, con palabras alusivas al producto: “quieren mi hielo y también el champú” y al ambiente donde “las morras me besan, pues las vuelvo locas a todas, se besan, ellas bailan y se alborotan, no ocupan flores, solo un polvo que es rosa…”
Mientras ello sucede, el mexicano acerca a la cámara la clásica bolsita de polietileno con una dosis de cristales sonrosados, brillantes, lustrosos.
Fentanilo, efectivamente, cuyas altas ganancias ya formaron capital suficiente para impactar a la industria disquera y presentarlo en sociedad, haciendo apología de su trasiego y consumo, como décadas atrás lo hicieron con la coca y la marihuana.
Solo que su peligrosidad es tan alta que supera en mucho a cualquier producto previo, como problema de salud pública y hasta de seguridad nacional. Ameritaría ser tratado con toda la seriedad posible, algo más que mandar cartitas a Beijing.