Cd.
Victoria, Tam. – La seguridad
escolar es un tema muy delicado que está hoy en boca de todos, tras el ataque de
un grupúsculo armado contra la Preparatoria Federalizada número 1, de esta
capital, la que lleva por nombre “Ing. Marte R. Gómez”.
No
es cualquier escuela, es una reconocida institución de educación media superior,
ubicada sobre la avenida Justo Sierra, a un costado del estadio universitario
“Eugenio Alvizo Porras”, frente al Centro de Salud y el hospital del IMSS, junto
al campus más antiguo de la UAT, el “Adolfo López Mateos”.
Sobre
la misma avenida hay otras dos prepas cercanas, la Federalizada número 2
(“Aniceto Villanueva”) y, por la bajada hacia el vado, la “Jaime Torres Bodet.”
Es
una zona de intenso movimiento, un ir y venir incesante de profesores,
estudiantes, médicos, enfermeras, laboratoristas, intendentes, personal
ejecutivo y administrativo de todas las dependencias asentadas en las
inmediaciones.
Amén
del comercio ambulante que, ya de por sí, es bastante; taxis, peseras y la ya
legendaria ruta de camiones azules, cuya supervivencia es un desafío al paso
del tiempo, en dicha traza urbana, apretada y sobrepoblada.
A
la vuelta se ubican cuatro unidades académicas, Derecho, Comercio, Trabajo
Social y Ciencias, el gimnasio universitario, los centros de Lenguas, Excelencia
y Gestión del Conocimiento.
Recordar
el entorno subraya la relevancia de la noticia. Que todas las instituciones ahí
asentadas no sean motivo suficiente para que la autoridad respectiva opere una
estrategia exitosa de seguridad conjunta.
Este
martes, poco antes de las seis y media de la tarde, una persecución entre
jóvenes culminó en la Prepa Federalizada 1, más allá de la reja de entrada,
dejando por saldo cinco heridos de bala, incluyendo dos alumnas. Se habla de
nueve disparos.
Las
versiones varían, hay información pendiente de precisar. Saber, por ejemplo, si
los agresores perpetraron su ataque adentro de las instalaciones o dispararon
desde la línea divisoria, la entrada.
Si
hubo antes un intento de “levantón” (rapto, secuestro) que, al verse frustrado,
devino en corretiza y, finalmente, agresión con arma de fuego por la espalda,
versión atribuida al director del plantel VICENTE HUERTA.
Según
dicho testimonio, la víctima habría escapado tras el intento de subirlo por la
fuerza a un vehículo, intentando resguardarse en las aulas.
Habría
recibido los primeros tres tiros fuera de la escuela. Los demás se accionaron
de la reja hacia adentro, multiplicando el daño.
La
gente también se pregunta si el blanco del ataque era un joven concreto y los
otros cuatro resultaron víctimas ocasionales o había intención de afectar a
todos.
Si
es verdad que murieron dos, como insistían versiones cercanas a los hechos, o bien
(como reza el parte oficial) solamente hubo heridos, cuatro de los cuales
serían dados de alta al día siguiente (miércoles).
También
es de cinco el número de detenidos por la policía, señalados tres como responsables
y dos más en calidad de cómplices.
De
comprobarse que (efectivamente) son los agresores, ello hablaría de una eficaz
capacidad de respuesta por parte de la corporación. Al menos en ese punto de la
ciudad.
Algo
tendrá que hacerse en la esfera municipal de seguridad pública para imponer una
mayor presencia en dicho espacio citadino, importante y concurrido, donde
además las diversas dependencias tienen equipo de seguridad propio.
No
es poca cosa el que alguien dispare hacia adentro de un centro escolar, en
horas de trabajo. Igual podrían haber resultado heridos los maestros.
En
los últimos años, los presupuestos de seguridad escolar se han incrementado a
todos los niveles. Y también los prestadores privados de este servicio.
La
fecha de referencia que detonó estos esfuerzos es el año 2010. Año cuarto de
FELIPE CALDERÓN y sexto de EUGENIO HERNÁNDEZ, umbral de rupturas graves entre
grupos delictivos que convirtieron las ciudades en campos de batalla.
De
entonces a la fecha, las tareas de vigilancia en instituciones educativas han
instrumentado medidas nunca antes vistas, no solo en Tamaulipas, en toda la
república.
Bardas
y cercas perimetrales cada vez más altas y fortificadas, cámaras de vigilancia,
personal uniformado, casetas a la entrada, monitoreo electrónico adentro y
afuera.
Sin
distingos así se está trabajando en la enseñanza pública y privada, de
guardería y preescolar a primaria, secundaria, preparatoria y universidad.
Rutinas
y protocolos acordes con el tiempo difícil que nos ha tocado vivir. De aquí la extrañeza
por los sucesos de esta semana en la prepa de la loma.
¿Cómo
fue que se llegó a esto?, se preguntan los padres de familia cuya respuesta
puntual fue no enviar a sus hijos al siguiente día del episodio sangriento. El
ausentismo estudiantil como respuesta muda, pero significativa. Desconfianza
clara hacia las instituciones.
Lo
cual señala también la necesidad de ubicar en qué punto estuvo la falla y en
que etapas del proceso será necesario deslindar responsabilidades. Apretar
tuercas, incluyendo, por supuesto, a la corporación policiaca municipal que, en
casos así, suele ser la última en enterarse.
Alguien
deberá decirle al alcalde que hay asuntos más importantes que el bailongo, el
carnaval, los disfraces, el jolgorio y los conciertos de música grupera. Es
tema, sin duda, para las campañas.