Cd. Victoria, Tam. – Evento novedoso y en muchos sentidos diferente.
El debate presidencial de este domingo se caracterizó desde la víspera por la
intensa expectativa que levantó entre el sector más amplio de la audiencia.
Ese público mayoritario que tradicionalmente
se muestra más interesado en el showbiz y los deportes que en la política.
De pronto los mexicanos descubren
que una discusión entre candidatos puede ser entretenida como la premiación de
los Óscares y tan reñida como la final futbolera o la serie mundial de beisbol.
El ánimo, en efecto, fue de
competencia. Aire fresco al país, dicen los comentaristas en sus acotaciones
previas.
Influye en esto el nuevo
formato interactivo que otorga a los moderadores el rango de entrevistadores. Las
amplias posibilidades de réplica y contrarréplica entre los contendientes.
Aunque también la perspectiva
inédita de una elección monstruo donde se conjunta el mayor número de procesos
paralelos.
La sensación de que el
abstencionismo será derrotado. Esa participación amplia de gente que usualmente
no vota. Lo cual suele acarrear noticias adversas a los partidos en el poder, en
federación y estados.
Y también la tensión previa en
torno a un candidato puntero como ANDRÉS MANUEL, contra el cuál se volcaron, de
manera comprensible, las estrategias de los otros cuatro: RICARDO, JOSÉ
ANTONIO, MARGARITA y JAIME.
Pese a la lluvia, un ambiente
de alfombra roja marcó la llegada de los candidatos al dieciochesco Palacio de
Minería.
Pasarela entre cordones de
seguridad desde los cuáles emergen aplausos de simpatizantes y flashes de la
prensa otorgando a los candidatos el rango de celebridades.
Noche de campeonato donde la
polémica entre partidarios le da cuerpo al rating. Todo apunta a la novedad, la
expectación, curiosidad renovada por la disputa del poder que antaño la
desconfianza había ahogado.
Primero de tres debates, el tema
general (Política y Gobierno) se desglosó en tres subtemas, llamados “bloques”,
a saber: (1) Seguridad pública y violencia, (2) Combate a la corrupción y la
impunidad y (3) Democracia, pluralismo y grupos vulnerables.
Tres conductores (DENISE
MAERKER, AZUCENA URESTI, SERGIO SARMIENTO) que, justo es decirlo, hicieron su
trabajo, supieron inquirir al estilo americano, cuando sentían que algún aspirante
tendría que explicar mejor sus afirmaciones.
Formato originalmente programado
para una hora con 52 minutos y que finalmente quedó en 2 horas con 5 minutos.
Cinco candidatos, cinco
historias y perfiles diferentes, aún pendientes de valorar, cuando concluyan
los dos siguientes encuentros televisivos, en Tijuana (20 de mayo) y Mérida (12
de junio).
Por principio, se cumplió a
cabalidad la expectativa de que AMLO centralizaría los cuestionamientos de sus
contendientes, situación prevista, entre otros, por él mismo (“me van a echar
montón”).
Los respectivos cuartos de
guerra de sus adversarios sabían, por principio, que hay un voto duro en la
base popular que ha sido inmunizado por años de ataques y desarrollado una
coraza muy fuerte contra los señalamientos de sus críticos.
Por ello le apostaron, desde
los días previos, a la meta de desequilibrar a LÓPEZ OBRADOR, llevarlo a
cometer errores, desquiciarlo con el bombardeo intensivo, para hacer emerger su
parte más oscura.
Ahí donde los propios errores
pueden modificar la intención del voto. En este sentido, la impresión es que
fracasaron.
El candidato de MORENA llegó
armado de una dosis muy bien pulida, entrenada, de paciencia, que los
caricaturistas ilustraban con algo equivalente a tapones en los oídos (¿algún
calmante?).
Rostro calmo, impávido,
control emocional al punto, jamás gritó, ni sobrerreaccionó, ni insultó, ni
emergió aquella costumbrita de poner apodos o confrontar a su interlocutor en
turno.
Pero esa calma tiene sus
desventajas. A la hora de las críticas punzantes, en particular cuando estas llovieron
con la dosis suficiente de datos duros, concretos, verificables, AMLO mostró el
lado indeseable de su mansedumbre.
La indolencia. Una y otra vez
se desentendía de los problemas. No respondía de forma sustantiva, o bien
despreciaba la oportunidad al micrófono, ignorando a sus interlocutores.
Y mire usted que ellos
insistían. El priísta MEADE con los departamentos que ANDRÉS MANUEL no habría
declarado en su “tres de tres”.
ANAYA en tono machacón,
volviendo con esa oferta de amnistía que no podría ser malinterpretación de la
prensa, puesto que está grabada en videos.
Y el BRONCO exigiéndole
renunciar (cómo los independientes) al subsidio público de sus campañas. Mal
que bien ANDRÉS MANUEL aludía, más que contestar.
Tuvieron que pasar varias
rondas antes de que le dijera a MEADE que si le comprobaba la propiedad de esos
departamentos se los regalaba. O cuando dijo que había entregado 70 de 104
millones a los damnificados de los sismos.
Difícil saber quien tiene
razón en la guerra de cifras. Las gráficas de AMLO donde sustenta la idea de
que su gobierno en la capital del país disminuyó la incidencia delictiva se
contraponían diametralmente con las que mostraba ANAYA, diciendo lo contrario.
No hay ni puede haber
respuesta sustantiva a lo que significa la “amnistía” a los líderes delictivos,
por la sencilla razón de que está supeditada a una consulta con especialistas
que tendría lugar después de la elección, en caso de triunfo.
Tampoco coinciden sus posturas
en cuanto a la autonomía del nuevo fiscal. Dicen ANAYA y MEADE que AMLO cree en
el nombramiento directo. El candidato de MORENA se defiende alegando que su
propuesta pasa por Congreso.
Ya conocíamos la agilidad
mental de ANAYA y, sobre todo, su notable destreza para refugiarse bajo un
semblante feliz, aunque sus entrevistadoras (el propio MEADE, MARGARITA no se
diga) le saquen los trapitos al sol.
Por ejemplo, la forma
autocrática como obtuvo su candidatura o el contraste entre su tren de vida y
los ingresos declarados fiscalmente. Jamás lo movieron de su carátula
sonriente.
PEPE TOÑO MEADE muestra, por
igual, un gran control de sus emociones, aunque peca de ortodoxo, en forma y
fondo de su discurso. Carece de la frescura, la originalidad chispeante de
ANAYA.
Si este primer debate sirviera
(suponiendo sin conceder) para que los adversarios de AMLO elijan al mejor oponente
que merezca concentrar todos los recursos, esfuerzos y apoyos, sin duda ANAYA
supera de calle a MEADE, MARGARITA y JAIME.
El también llamado “BRONCO” confirma de qué materia está hecho. Del autoritarismo más rancio y elemental. Su visión es arcaica y sumamente reaccionaria.
El también llamado “BRONCO” confirma de qué materia está hecho. Del autoritarismo más rancio y elemental. Su visión es arcaica y sumamente reaccionaria.
Parece hablar desde posturas
de extrema derecha cuando se pronuncia por suspender programas sociales, porque
los considera inservibles y dice que solo fomentan la holganza entre los
beneficiados.
Y, peor todavía, la propuesta bárbara
de “cortar las manos a los ladrones” que provocó expresiones ahogadas entre
moderadores y contrincantes.
La propia AZUCENA hubo de
repreguntar si la expresión debía entenderse de manera literal. Es decir, la
amputación a quien cometa los referidos delitos patrimoniales, lo cuál JAIME
confirmó con una seguridad digna de algún clérigo musulmán.
Difícil saber quien ganó el
debate o si en casos así resulta viable hacer dicha pregunta. Ganadores,
perdedores, puede ser muy relativo.
Se diría que AMLO logró
defenderse mejor de lo esperado, pero cayó en las inconsistencias ya conocidas,
cuyo origen está en el hábito de proponer ocurrencias que luego le resultan
difíciles de sustentar.
MARGARITA es una dama educada,
sensible, pero con una visión del mundo muy marcada por su vocabulario
asistencial. Sigue hablando como primera dama, familia, hijos, valores.
A muchas mujeres debió agradar
ese estilo sincero, bien intencionado, de una esposa y madre de familia que
habla desde el corazón sobre aquellos asuntos que preocupan a las buenas
personas de México.
Pero eso no basta para gobernar
un país dominado por el hartazgo, donde la inconformidad está en llamas, nación
hambrienta de posturas antisistema y de talante ríspido, como las que emplea
AMLO en los mítines.
Nadie duda que la señora
ZAVALA es una buena persona. Su problema es que se observe demasiado blanda
como para convertirse en comandante en jefe de las fuerzas armadas.
En cuanto a MEADE hubo varios
aciertos. Decir, por ejemplo, que el problema de la delincuencia organizada no
se agota en al narcotráfico, pues involucra delitos graves como asalto,
secuestro, extorsión, tráfico de huachicol, y por ello la legalización de jamás
resolvería, por sí sola, la inseguridad del país.
Diagnóstico realista que derriba
de un golpe la visión de su amigo y seguidor VICENTE FOX quien ha promovido dicha
legalización, como presunta panacea contra la violencia. Falso, en efecto.
Interesante (y también de
MEADE) su visión de incorporar al Sistema de Administración Tributaria (SAT)
como herramienta en la lucha contra la corrupción. Muy necesario.
¿Qué hacer para acabar con la
corrupción?...
Responde AMLO: gobernar con el
ejemplo, barrer la corrupción de arriba para abajo, acabar con privilegios,
reducir sueldos arriba y subir los de abajo. Eso y venderle el avión de PEÑA
NIETO a DONALD TRUMP.
Rematando con una frase feliz
que parece extraída del cancionero cubano: “si esto es ser populista que me
apunten en la lista.”
Memes y fotos post-debate abundan
en rostros de LÓPEZ OBRADOR con la mirada baja, entrecejo preocupado, cabeza
gacha. Señales del esfuerzo por controlar su ira.
Tampoco responde cuando ANAYA
le muestra el libro escrito por el propio AMLO sobre FOBAPROA, donde hay
ataques contra expriístas que aprobaron dicho programa de rescate bancario y
ahora son candidatos de MORENA.
O críticas severas contra el
empresario ALFONSO ROMO, hoy enlace empresarial y asesor económico del mismo
candidato tabasqueño.
Las divergencias sobre el
nombramiento (hoy empantanado) de una fiscalía federal autónoma dejan mal
parados a todos y permiten al BRONCO lucir que en Nuevo León fue nombrado su
equivalente estatal, por propuesta ciudadana aprobada por el Congreso.
Lo cuál representa una gran
hazaña para un gobernador como JAIME, quien llegó al poder sin bancada
legislativa. De cualquier manera, se lo aprobaron.
Igual RICARDO ANAYA logra
asestar un buen golpe a MEADE cuando le marca prioridades a la lucha
anticorrupción, como son la de esclarecer el caso ODEBRECHT, la estafa maestra,
el socavón de Cuernavaca, más los tres gobernadores priístas corruptos, dos de
apellido DUARTE y BORGE.
Nadie quiere malquistarse
abiertamente con la diversidad sexual. Finalmente se trata de votos que
eventualmente podrían hacer falta al final. Por ello todos responden con
cautela y con respeto del matrimonio gay.
En su mensaje final, el BRONCO
se acerca todavía más al estilo brutal de DONALD TRUMP. El viejo discurso
contra la clase política tradicional, su consigna de correr a todos los flojos
del gobierno y la afirmación de que los partidos son el cáncer de México.
Plagadas de lugares comunes
las despedidas de MARGARITA y MEADE, son superados en este rubro por ANAYA
cuando proclama que: “cabemos todos en la casa común, con un piso de bienestar,
un techo de legalidad y cuatro paredes de cohesión social.”
Y un LÓPEZ OBRADOR
absolutamente predecible. Su tema ya conocido de encarnar la cuarta
transformación histórica del país, luego de la independencia, la reforma y la
revolución, culminando con un “¡Viva México!”
Cierra el programa y despide
AZUCENA. Nada para nadie, creo. El verdadero efecto de los debates lo
sentiremos después del tercero. Fue el primer round, apenas.
Ganó, en todo caso (y por lo
pronto) la audiencia que sin duda asistió, por vez primera, a un encuentro
diferente y (con mucho) más estimulante que las soporíferas transmisiones de
1994, 2000, 2006 y 2012.
El proyecto de interactividad
funcionó y esto es una buena noticia.