Cd.
Victoria, Tam. – Que cosas suceden. El
subsuelo nos manda un mensaje crudo. Bajo la superficie pulida del pavimento,
la obra civil en apariencia robusta y enjardinada, anidan errores humanos, a
menudo verdaderas trastadas de constructores que en cualquier momento pueden
hacer crisis, con graves consecuencias.
Aviso telúrico, en efecto, parecería que
alguna deidad del inframundo nos estuviera enviando un telegrama con carácter urgente
y en lenguaje categórico.
“Querida gente de la superficie, al
parecer alguien hizo mal las cosas aquí, por ignorancia, impericia, torpeza o
para ganarse una utilidad malsana, metiendo materiales de baja calidad. Punto.”
Bromas aparte, la variedad de ilícitos factibles
en obras de ese corte resulta tan amplia como la imaginación de sus
beneficiarios.
No hay necesidad de ir a la Colonia Fuentes
de Reynosa ni al Paso Exprés de Cuernavaca. Aquí en Victoria, un fraccionador decide
ahorrarse la compactación de las calles y dejar caer una delgada capa de
pavimento que cualquier día se resquebraja.
Forma entonces ondulaciones, pequeñas
cordilleras de piedra y asfalto capaces de atemorizar al peatón más osado. Oquedades
que ni con camioneta “cuatro por cuatro” saldríamos bien librados.
Y después la autoridad municipal descubre
que la tubería empleada para drenaje y agua potable está muy por debajo del
mínimo necesario.
Tan deficiente que la única solución sería
cambiarla toda, así que discretamente prefiere echarle tierra a la zanja, antes
de que el vecindario exija a gritos demandar a la parte responsable.
OBRA
OCULTA
Se atraviesa aquí un asunto de
conciencia harto interesante. La honestidad invisible es sin duda la más difícil
de practicar y detectar.
Cómo te comportas (tú funcionario, tú
empresario) cuando sabes que nadie verá lo que hagas porque habrá de quedar
bajo tierra.
Ahí donde, sin importar calidad ni tipo
de materiales, todo estará oculto, se habrá de manifestar el temple ético, la calidad
moral de los operadores.
Mal hechas las cosas, si sus
responsables corren con suerte, el día que la chapuza haga crisis, ya habrá
pasado el trienio y (a lo mejor) el sexenio.
Lo vimos en “Rumbo Nuevo”. Decidieron
ahorrar un dinerito en los drenes necesarios para encausar los escurrimientos
del agua y pronto pagaron los resultados.
Más temprano que tarde, la naturaleza se
abrió camino de cualquier manera, arrastrando tramos de carretera y, con ellos,
media docena de honras públicas.
No es el único caso. La Autopista del
Sol entre Cuernavaca y Acapulco, inaugurada por CARLOS SALINAS en 1989, ha
estado en reparación desde el mismo día de su pomposa apertura. Y es fecha que
no terminan.
De las carreteras de don FELIPE mejor ni
hablar, su historial de desgajamientos luego de inauguradas rebasa los límites
de esta columna.
LAS
VÍCTIMAS
Lo más reciente tendría prioridad. Pendiente
está conocer el diagnóstico del socavón ocurrido en Reynosa y que casi se traga
una pesada revolvedora de concreto.
Aunque más urgente será el aclarar la
tragedia ocurrida en Cuernavaca donde el gobernador perredista GRACO RAMÍREZ se
entretiene intercambiando culpas con el titular de SCT GERARDO RUIZ ESPARZA.
En este caso fallecieron de asfixia dos
personas (padre e hijo) que tripulaban un auto compacto al que (literalmente)
se tragó la tierra y tardaron 10 horas en sacar.
Ello, pese a que las víctimas tuvieron
tiempo de pedir auxilio vía celular desde el hoyanco donde quedaron atrapados
con todo y vehículo.
Y en ese “trágame tierra”, RUIZ ESPARZA habla
de indemnizar a las víctimas, en un evento fatal al que insisten en llamar “incidente”,
en vez de tipificarlo como lo que probablemente fue. Homicidio imprudencial,
por partida doble.
Veremos hasta donde llegan.
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