jueves, 20 de julio de 2017

Carreteras de espanto

Cd. Victoria, Tam. – La misma voz femenina en dos testimonios, audio y video. La joven mujer radicada en el Valle de Texas narra los pormenores de un topón con la delincuencia en las inmediaciones de Reynosa.
Narrativa breve pero contundente. Sinceridad en la exposición, sin terminología ampulosa, solo describe lo que ocurrió. Hechos que por sí mismos, contados con sencillez, le aportan credibilidad y se escuchan estremecedores.
Angustiante el episodio vivido, aunque de todo ello, hay dos detalles rescatables, (1) que hayan logrado escapar, haciendo acopio reiterado de audacia y determinación (2) que los disparos dirigidos a su vehículo traspasaron láminas, cristales y hasta un espejo retrovisor, pero la gente resultó ilesa.
Del momento crítico ofrece detalles el audio y del posterior recuento de daños, un video por demás ilustrativo, ya en tierra estadounidense.
Cacería humana en caminos vecinales donde la ausencia de vigilantes (por descuido o complicidad) deja el campo libre al malandrinaje.
A veces pensamos que el concepto de “estado fallido” alude al fracaso generalizado de las instituciones encargadas de seguridad y justicia. No se requiere tanto.
Sabemos que funcionan (y en algunos casos, bastante bien) cuando reportan arrestos y tareas de investigación que aciertan en el blanco, desmantelan casas de seguridad, rescatan a víctimas de secuestro, capturan o abaten delincuentes.
Eso lo sabemos. Sin embargo, en el paraje específico donde dicha familia conoció el horror de frente, en las inmediaciones de una gran ciudad, asoma el espectro del estado fallido, así sea de manera temporal y focalizada.
La historia se cuenta rápido. Procedían de Monterrey, iban llegando a Reynosa y por sentido práctico optan por esquivar la mancha urbana y tomar una vía lateral para llegar más pronto al puente de Pharr. Lo que cualquiera haría en su país de residencia.
Ahí ocurrió la emboscada. Los jilgueros de MAKI ORTIZ dirán que la vigilancia está funcionando bien en otras zonas de la municipalidad y opera de maravilla en las carreteras principales.
Pero ahí, donde ocurrió el asalto y una familia sobrevivió sin ayuda policial, asistida solo por su instinto de supervivencia, se puede constatar, sin menoscabo de duda, el fracaso institucional.
La inoperancia de una corporación municipal incapaz de brindar seguridad al paseante, pese a la cacareada propaganda que abunda en lo contrario.
Y resulta significativo que, en su veloz escape, los paseantes no se hayan detenido hasta pisar suelo americano.
Que ni siquiera hayan pensado en notificar de ello a las corporaciones mexicanas.
Que el reporte de lo sucedido llegó primero a Washington que a la Ciudad de México.
Que allá tomaran nota (hora, lugar, pormenores del caso) antes que acá. Y todo, en plena temporada vacacional.
¿Cómo, pues, decirle al turista extranjero que venga a disfrutar las maravillas del municipio, el estado, el país?
¿Cómo decirles que acá los esperamos con los brazos abiertos y la van a pasar de maravilla si cruzan el puente de norte a sur?
Duro hándicap para los promotores de imagen. Tarea indispensable para que el turismo pueda en verdad ser llamado industria sin chimeneas.
Difícil misión la de posicionar nuestras carreteras dentro del amplio mercado de destinos turísticos, cuando en lugar de chimeneas asoman pistolas humeantes.
Casquillos sobre el pavimento, persecuciones vandálicas, gente pacífica cruzando el mismo puente, pero de sur a norte, horrorizada, con la convicción plena de jamás regresar.
Y los medios lo publican y se difunde en las televisoras del Valle de Texas, se multiplica en redes sociales, es encabezado grande, ricamente ilustrado, en impresos de gran tiraje.
Vacaciones, en efecto, ¿operativos especiales?...