miércoles, 13 de julio de 2016

¿Profeco electoral?

Cd. Victoria.- Fantasía hermosa, la esperanza, suele desaparecer en boca de políticos al día siguiente de su triunfo. Un ejemplo más donde la envoltura no corresponde al producto.
Tiene mucho de ilusionismo este lance tan obvio que presenciamos en etapas como la actual. También en la elaboración de promesas y el tejido de expectativas se cometen excesos.
Para los estudiosos de la psicología electoral, el tiempo presente es rico en material didáctico.
Está hoy en boca de la nueva mayoría un razonamiento así. Los legisladores no tienen varitas mágicas para resolver problemáticas complejas como las que aquejan a la entidad.
Desde luego es cierto. Lo curioso es que tal desencanto solamente asome cuando la población ha sufragado y los resultados son irreversibles.
En aquel verano del dos mil, VICENTE FOX protagonizó uno de los grandes ejemplos de ello. Su urgencia de votos le hizo prometer lo indecible.
Si LABASTIDA ofrecía crecer al 4% a medio sexenio, FOX decía que al 7% el primer año.
Antes que el BRONCO, el candidato FOX boletinó en las horas previas de la votación su promesa de encarcelar a expresidentes corruptos como CARLOS SALINAS. Jamás ocurrió.
Y entonces el candidato se convirtió en funcionario, como el príncipe en sapo. Oiga, pero en las cartulinas se veía más delgadito. Si es que las fotos son de hace diez años.

DISTINTO PAISAJE
Algo nos muestra el discurso ansioso de todo aspirante que (deliberado o no) pierde piso con facilidad escalofriante. En calidad de mientras no hay imposibles.
Pocas horas, sin embargo, separan al exceso de la cruda. Con el voto en la bolsa, la constancia de mayoría firmada y sellada, las utopías se esfuman.
Queda la realidad ingrata y tediosa del “vamos a ver” porque “no hay suficiente dinero”.
El reino del “tendremos que estudiarlo” pues “la situación pinta difícil” y mejor apaga tu grabadora, ahorita te platico.
Como del odio al amor, del “todo se puede” al “no hay”, el paso es breve.
Tanto que aquel estentóreo “haremos” en pocas horas se transforma en “ya veremos”. Tránsito presuroso del “proyecto chingón” al “espérate, está cabrón.”
Entre ello y las “ofertas patito” que vemos en los aparadores, la distancia es menor de lo que imaginamos.
Para infortunio nuestro, no existe una PROFECO electoral a la cuál acudir, cuando las promesas resulten vanas y los programas chambones.
La hamburguesa sólo brilla en los anuncios porque le rociaron barniz, laca de tlapalería, aunque en la realidad es pan descolorido, seco y pequeño. Ni el jitomate es tan rojo, ni sus rodajas apetitosas.
Bastante más grande la caja que el producto. Las pilas se compran aparte, el juguete solo se mueve si lo empujan, aunque en el anuncio rumbaba y volaba.

TELEMARKETING
Mucho de ello asoma cuando hacemos comparativos molestos entre aquello que ofrecía el marketing de campaña y las expectativas rabonas que (en aras del realismo) proliferan a la mañana siguiente de la jornada electoral.
Alcaldes que en buena medida nos recuerdan a cierto segmento de productos (utensilios, herramientas) que se publicitan y distribuyen vía “ventas por televisión.”
Dietas maravillosas, medicinas milagro, el aparato casero que le hará perder cinco tallas en un mes, garantizado. Todo eso (ojo) mientras la compra no ocurra.
Una vez realizada la adquisición, el tubo se veía fuerte, se dobló al primer estirón.
El supercolchón inflable reventó al cuarto día.
El potente vitamínico que convertiría al comprador en un supermán en la cama, sólo trajo diarreas interminables.
Similar se vive el reclamo a los políticos que ofertaron cielo, luna y estrellas. Para mala suerte de la población timada, la respuesta del embaucador es más o menos la misma. Salida la mercancía, no hay devolución.