Cd. Victoria.- De lo real a lo ficticio, si los nombres que hoy suenan para hacerse cargo del PRI tamaulipeco se mueven únicamente tras la ambición central de brincar a la Cámara Alta en 2018, flaco favor le harán a su partido.
En una entidad marcadamente bipartidista como es Tamaulipas no es necesario el triunfo para llegar al Senado. Es factible ganar perdiendo,
Lo hemos visto en escaños y curules. Quien resulta abatido en una contienda de mayoría carga en sus alforjas un “plan b” o segunda posibilidad de alcanzar el mismo cargo como primera minoría.
Para eso están los asientos de “consolación”. Mejor pagados los escaños senatoriales, donde lo único que se necesita es registrarse y no morirse.
La clave consistiría en colarse a un buen lugar de la lista, sin importar un comino si alguna hecatombe mayúscula sacude a su respectivo partido.
Baste con recordar que ni LYDIA MADERO, ni GUSTAVO CÁRDENAS ni MANUEL CAVAZOS han necesitado de la victoria para llegar al Senado.
AMBICIÓN TRICOLOR
Y aquí es donde la hembra del porcino tiende a flexionar su apéndice terminal. Dicho de otra manera, donde la marrana tuerce el rabo.
Si quien asuma la conducción tricolor en Tamaulipas no llega pronunciando la palabra “nosotros” con la convicción, madurez y sinceridad suficiente, cabe esperar (y hasta vaticinar) que su interés personal, particular, se impondrá sobre cualquier otro criterio.
Si los chicos del partido tricolor creen haber tocado fondo en tierras tamaulipecas y piensan que ya nada puede estar peor, alguien tendrá que darles la noticia.
Su circunstancia puede deteriorarse todavía más si la campaña del 2018 no se fragua (desde el origen) en función de metas institucionales, colectivas, grupales. Lo cuál significa propósitos más nobles que la conveniencia individual, ese afán trepador que hoy tanto vemos tras la derrota de BALTAZAR.
De lo contrario, si el redentor que arribe a la silla principal del boulevard Balboa solamente busca el “posicionamiento” de su personal imagen para catapultarse al Senado, al PRI le esperan horas todavía más amargas.
A estas alturas, operar en función exclusiva de proyectos individuales es tanto como rematar en pedazos lo último que queda de la maquinaria priísta.
Y este es, precisamente, el temor que la vieja guardia le tiene a personajes de inclinaciones narcisistas, apetitos de corto plazo y visión convenenciera. Que quien llegue no actúe con lógica de mecánico sino de “yonquero”.
VACÍOS QUE PESAN
Y bueno, dos ausencias notables marcaron el registro del ex-titular de la CFE ENRIQUE OCHOA REZA como candidato a ocupar la presidencia nacional del PRI.
No estuvieron el sonorense MANLIO FABIO BELTRONES ni el mexiquense CESAR CAMACHO, ambos exgobernadores de su respectiva entidad.
Dirigentes último y penúltimo de dicho organismo político, el primero se ubica ahora en la banca, el segundo es pastor en San Lázaro.
Subraya el siempre incisivo RAYMUNDO RIVA PALACIO que el método escogido para promover a OCHOA hacia la cúpula partidista ya desprende “olor a naftalina”.
En efecto, no le vemos mucho el caso al numerito ese de “competir sin competir” y hacer campaña con ganador previamente designado.
Esto se hacía en la época del doctor ZEDILLO y ya para entonces no gozaba de mucha credibilidad.
Pena ajena que el ungido finja estar concursando, haga como que busca el voto de las bases y protagonice un par de buenos lances contra el molino de viento más cercano para luego ser proclamado ganador.
Se podrían ahorrar todo eso. Por economía de medios (y hasta por pundonor) esta suerte de simulaciones debiera quedar en el pasado. La gente agradece más un destape franco que una contienda ilusoria.