viernes, 8 de julio de 2016

Mente diabólica

Cd. Victoria.- Julio ocho de 2016, aniversario cuarenta del golpe a Excelsior, parteaguas en la historia del periodismo mexicano, umbral generacional para la gente del oficio, episodio de repercusión mundial que arañó la portada del New York Times.
Periplo con muchas caras, sucesos previos y revelaciones posteriores que hoy permiten dimensionarlo mejor y trascender la versión políticamente correcta, no por válida menos maniquea.
Verano de 1972, cuatro años antes de la caída. Reunidos en casa del empresario constructor BERNARDO QUINTANA, miembros de la cúpula patronal, industriales, banqueros, se quejan ante el presidente ECHEVERRÍA por el viraje a la izquierda observado en dicho medio.
Tras escuchar en silencio, gesto impasible, apretados los labios, ojos entrecerrados, LEA toma por fin la palabra para recordar a los hombres de negocios el papel que juega la publicidad de sus empresas en la manutención del diario.
-"¿De que se quejan si ustedes tienen el pandero en la mano?", les dijo, con letal capacidad de síntesis, abriendo en pocas palabras la opción de un boicot entre anunciantes que pusiera al periódico al borde del colapso.

JUEGO DE ESPEJOS
Más absurdo lo que ocurre después. Que sea el mismo presidente quien se encargue de alertar a JULIO sobre los planes de la iniciativa privada en su contra.
Aprovechando un evento con directivos de medios en Los Pinos, ECHEVERRÍA jala a SCHERER del brazo, le susurra al oído, le advierte sobre el peligro inminente y melosamente ofrece su apoyo.
Lo que LUIS nunca dijo fue que el boicot era maquinación suya. Desatada la maniobra (y sin saber que el golpe venía de Palacio) SCHERER es convocado por su amigo el Presidente para discutir el asunto.
El auxilio llega rápido, eficaz, generoso. El periodista fue turnado con el Secretario de Patrimonio HORACIO FLORES DE LA PEÑA, quien hará entrega de una maleta repleta con fajos de billetes, en total un millón de pesos.
Cantidad que en 1972 equivaldría a veinte de ahora. Era tan solo el principio, cada mes habría más.
Dinero que para perder (o disimular) el tufo a embute, hubo de convertirse en planas y planas con aburrida propaganda de paraestatales que jamás habían necesitado promoción, como Aceros Ecatepec o Minera Cananea.
Llenarían con ello los espacios antes ocupados por Palacio de Hierro, Sears, Liverpool, Sanborn´s y la banca privada.
La palabra usada para describir esta maniobra fue “cohonestar”, esto es, convertir en algo honesto (o hacer que lo parezca) una acción que, de origen, carece de sustento.

LA MISMA MANO
El propio SCHERER contará años después que al fracasar el boicot gracias al soporte oficial, la publicidad comercial volvió gradualmente.
Desde luego, quiso saber las razones de esa rectificación, el retorno de los anunciantes privados y sólo encontró respuestas a medias.
Una de ellas le dio que pensar, provino del banquero CARLOS ABEDROP:
-“He conocido a un hombre falso como ninguno, LUIS ECHEVERRÍA.”
Tuvieron que pasar dos sexenios. En noviembre de 1985 el magnate que operó aquel boicot desde el Consejo Coordinador Empresarial, JUAN SÁNCHEZ NAVARRO, aclaró con SCHERER el asunto.
Pregunta JULIO:
-“¿Es o no cierto que el presidente ECHEVERRÍA inspiró el boicot de la iniciativa privada contra Excelsior?”
-“Absolutamente”, respondió JUAN.
Son apuntes, apenas, del fallido complot de 1972, donde un presidente al mismo tiempo conspira y rescata, daña y alivia, torpedea y dispone el salvamento.
Pero (sobre todo) dice apoyar la libertad de prensa pero la compromete más. Rompe un grillete privado para reemplazarlo por la mordaza oficial.
Antecedente acaso indispensable para entender lo que ocurrió cuatro años después, un día como hoy, pero de 1976. Hace cuatro décadas.