Un interesante ejercicio dialéctico sobre el poder y el tema sucesorio. Dos figuras opuestas se tornan complementarias y terminan pactando una sucesión negociada, teniendo por telón de fondo el escándalo mediático por las denuncias de pedofilia.
Cd.
Victoria, Tam.- Durante 35 años, entre 1978 y 2013, dos líderes
ultraconservadores controlaron la iglesia de Roma. El polaco KAROL WOJTILA y el
alemán JOSEPH RATZINGER. Más conocidos por sus seudónimos: JUAN PABLO II y
BENEDICTO XVI.
Dentro
del movimiento pendular que caracteriza al poder vaticano, ambos jefes
religiosos representan una reacción vigorosa de la derecha eclesial luego de
tres papados liberales.Es decir, los de GIUSEPPE RONCALLI (JUAN XXIII), GIOVANNI MONTINI (PABLO VI) y ALBINO LUCIANI (JUAN PABLO I), quienes tuvieron mando entre 1958 y 1978. Italianos los tres.
El lombardo RONCALLI convocó al Concilio Vaticano segundo (1962-1965), que canceló las misas en latín, abriendo espacio a la liturgia en idioma nativo. También promovió el diálogo con otras denominaciones cristianas, iniciando una etapa conocida como Ecumenismo.
De dicha rebeldía nacieron movimientos cismáticos de perfil muy focalizado como el del fundamentalista francés MARCEL LEFEBVRE, con más ruido mediático que seguidores.
Pero había más en la agenda progresista de Roma. Los señores RONCALLI y MONTINI prepararon pacientemente el camino para el advenimiento de un gran reformador.
Y este sería el veneciano LUCIANI, quien eligió por sobrenombre una combinación que hacía honor a sus dos antecesores: JUAN y PAULO (PABLO).
El mandato de JUAN PABLO I arrancó el 26 de agosto de 1978 con una agenda reformista que incluía auditorías severas a las finanzas vaticanas y, en particular, al Banco Ambrosiano, del que eran conocidos sus escándalos de corrupción, lavado de dinero, desfalcos y nexos mafiosos.
Apenas 33 días después (septiembre 28) amaneció muerto en su cama. Extraoficialmente se dice que fue envenenado por las élites que se sintieron amenazadas por su programa de cambio.
VIRAJE CONSERVADOR
En octubre del mismo 1978 llega un nuevo pontífice que pondría fin a la primavera liberal de los tres dirigentes anteriores, para reinstaurar el espíritu del catolicismo preconciliar, dogmático y vertical.
En efecto, con los sucesivos mandatos de los señores WOJTILA y RATZINGER, los sectores más arcaicos de la burocracia romana recuperan el control.
El sustrato duro, tridentino, que entiende el anticomunismo de manera amplia, como un rechazo a la modernidad, opuesto a la equidad de género, el control natal, la diversidad sexual y el divorcio, pero defensor ardiente del celibato.
Se reconcilian con MARCEL LEFEBRE y abren la puerta a un oscuro sacerdote michoacano de nombre MARCIAL MACIEL, cuya pedofilia probada y reiterada habrán de solapar hasta el último día.
Entre el polaco y el germano fueron tres y media décadas de estancamiento y retroceso. Años oscuros apenas disimulados por el intenso marketing que rodeó a WOJTILA, cuyo culto a la imagen pareció inspirado en los astros de Hollywood y las figuras del deporte.
JUAN PABLO superestrella, efectivamente, héroe mediático, moderno en sus métodos, pero aferrado al más rancio tradicionalismo, en materia de doctrina.
“I love you John Paul”, decían los cartelones que cargaban grupos de jovencitas, durante la primera visita que el papa polaco hizo a Estados Unidos.
WOJTILA gobernará durante uno de los periodos más largos que se recuerde, entre 1978 y 2005 (27 años) para luego heredar el trono a su mancuerna y mano dura, el secretario de Estado vaticano JOSEPH RATZINGER.
LOS ESCÁNDALOS
En 2013 RATZINGER dará una sorpresa mayúscula al mundo católico cuando en un discurso leído en latín, anuncia su voluntad de renunciar al cargo y convocar a un nuevo cónclave para elegir sucesor.
Dimisión que no había ocurrido en casi seis siglos y tenía por precedente más cercano la declinación del veneciano GREGORIO XII, en 1415.
¿Qué hizo al pastor germano tomar esa decisión?... No habiendo explicación oficial, se atribuye a las denuncias de pedofilia que se catapultaron en todo el mundo desde los años noventa, luego de que un grupo de seminaristas mexicanos hizo público el caso MACIEL.
El problema rebasó el ámbito nacional y observó un efecto similar al movimiento “Me too”, donde alguien denuncia un abuso y muchas personas en circunstancias similares levantan la mano diciendo “Yo también fui víctima”.
La querella individual se viraliza y transforma en reclamo colectivo. Ha ocurrido con artistas de Hollywood agredidos por un manejador, niñas gimnastas que denuncian a su entrenador y también con seminaristas en todo el mundo.
El caso alcanzó a un hermano del papa JOSEPH RATZINGER, de nombre GEORG, quien durante 30 años fue director de un coro de niños en la catedral de Regensburg, Baviera, a quien reportes de prensa señalaron como responsable de más de 200 casos de abuso infantil.
Junto con la renuncia del papa alemán se recuerda ahora que su principal competidor en el cónclave de 2005 había sido el cardenal argentino JORGE MARIO BERGOGLIO. Perdedor en 2005 se presenta de nuevo en 2013 y gana.
DOS PAPAS
Una historia no oficial de este episodio tan especial en la historia vaticana aparece en la película “Los dos papas” (The Two Popes, 2019) obra biográfica dirigida por el cineasta brasileño FERNANDO MEIRELLES.
Escrita por el guionista neozelandés ANTHONY MCCARTEN, antes fue obra de teatro y libro, en ambos casos bajo la autoría del propio MCCARTEN.
Destaca, por supuesto, el elenco, con los actores galeses ANTHONY HOPKINS y JONATHAN PRYCE, en los papeles de RATZINGER y BERGOGLIO.
Cierta o no (y sin importar cuantas cosas oculte) la explicación que ofrece “The Two Popes” revela un interesante ejercicio dialéctico sobre el poder y el tema sucesorio.
Dos figuras opuestas se tornan complementarias y terminan pactando una sucesión negociada, teniendo por telón de fondo el escándalo mediático por las denuncias de pedofilia.
Sobre el perfil ideológico de BERGOGLIO, pienso que se inscribe dentro del progresismo europeo, a prudente distancia de la llamada “Teología de Liberación”.
Más orientado hacia las banderas de la modernidad que a la militancia revolucionaria. Su modelo de cambio no es disruptor sino funcionalista.
¿QUÉ SE DISPUTAN?
Cabe una reflexión sobre la naturaleza del poder en juego, el Vaticano. Le llaman ciudad según cierta costumbre reporteril y también Estado, con silla en la ONU.
En ambos casos cabrían dudas fundadas. ¿Ciudad con 44 manzanas, el equivalente al espacio que media entre Bellas Artes y el Zócalo de la capital mexicana? (el mercado Argüelles y Palacio Municipal en Ciudad Victoria).
Más bien parece un barrio, si además recordamos que carece de servicios propios. Los suministros de agua y electricidad son de la ciudad de Roma, capital de otro estado llamado Italia. La seguridad de dichas 44 manzanas está a cargo de guardias suizos, con asistencia técnica del FBI norteamericano.
Observando dichas limitaciones, ¿es correcto llamarle Estado?... Tampoco cumple los presupuestos básicos del Estado moderno. Población propia, por ejemplo.
Sus alrededor de mil habitantes no son (ni de broma) “vaticanenses”, sino italianos, españoles, franceses, alemanes, polacos, norteamericanos y, de un tiempo para acá, argentinos.
Ciertamente, la figura del pontífice es heredera directa de los emperadores romanos, solo que dejó de ser nación cuando perdió todos sus territorios (los llamados “Estados Pontificios”) a mediados del siglo 19, tras la unificación italiana.
Su reconocimiento como Estado es una mera simulación otorgada por el dictador BENITO MUSSOLINI en los Acuerdos de Letrán de 1929, cuando necesitó el apoyo moral de la Iglesia Católica, en medio de la escalada bélica que conduciría a la segunda guerra mundial.
EL VERDADERO ROSTRO
Pero no es Estado, tampoco ciudad. Su jerarquía tiene muchísimo dinero, inversiones, propiedades, representaciones y negocios en todo el mundo. Lo cual nos lleva a otra definición.
En realidad lo que hay en ese minúsculo territorio es la sede corporativa de un holding privado que oferta servicios religiosos y educativos en todo el planeta, cuyas ganancias se reinvierten en el mercado inmobiliario, bursátil y bancario.
El señor que acaba de morir había sido CEO (Chief Executive Officer) de dicha corporación. El colegio cardenalicio está muy lejos de parecerse a un parlamento o cámara. Es un consejo de accionistas.
Por todo ello, la modernidad (y no la teología revolucionaria) constituye hoy la asignatura pendiente de dicha entidad global que por años se ha negado a cambiar y hoy se encuentra urgida de reposicionamiento, ante una curia cada vez más vieja y templos cada día más vacíos.
¿A quién se parece el papa BERGOGLIO?... Sería una mezcla de MONTINI y RONCALLI, en preparación (ojo) de un nuevo LUCIANI.
Mejor aún, el antecedente sentado por la dimisión de RATZINGER en 2013, abre la puerta a que los sucesivos jefes de la iglesia decidan retirarse antes, como ocurre en las corporaciones privadas. No sería extraño que a cierto plazo BERGOGLIO hiciera lo mismo. Heredar en vida.