Cd.
Victoria, Tam.- Impotencia generalizada. Como tantas veces ha
ocurrido en escuelas norteamericanas, el pequeño asesino de Torreón perpetró, certero
y puntual, la masacre y luego se quitó la vida, dejando a las autoridades con
un palmo de narices.
Minimalismo
habemos, sin ganancia ni utilidad material alguna que indagar, alguien dispara,
otros mueren, caen heridos, no hay propósito ni causa visible.
Tampoco venganza
identificable, es violencia cruda y desnuda, huérfana de contexto explicativo.
Presentes en
la tragedia, agentes de seguridad, policías investigadores y personal del servicio
forense se quedan mudos ante la simplicidad del evento, con los brazos caídos,
la mirada vacía.
No existe
conjura a descubrir, ni cómplices que investigar.
Tampoco motivos
de orden político, ni nexo alguno con organizaciones mafiosas, ligas
terroristas, ideologías totalitarias o movimientos subversivos.
Y no hay pista
alguna posible porque todo lo que necesitan saber del caso está frente a sus
ojos.
Olor a pólvora,
cuerpos tirados con mayor o menor daño, pavor colectivo, punto.
¿Qué trabajo
de investigación pueden intentar siquiera para responderle a una sociedad civil
aterrorizada por la ejecución de una profesora y un puñado de escolares, el
pasado viernes 10 de enero?
¿A quién podrían
culpar, sobre qué símbolo de la maldad descargarán su reclamo, que descuido
burocrático, injusticia, equivocación, abuso?
Lo único que hubo fue un aniquilador solitario de 11 años, pacífico, educado, buen estudiante, sin antecedentes de violencia.
Lo único que hubo fue un aniquilador solitario de 11 años, pacífico, educado, buen estudiante, sin antecedentes de violencia.
¿Cómo se
detectan esas psicopatías cuando su portador las trae empaquetadas bajo una
máscara bien puesta de normalidad?
Al respecto, se
escuchan voces de alerta, no necesariamente viables ni factibles.
-“No queda
otra medida” (dicen) que “generalizar el operativo mochila segura”, la revisión
obligatoria que además podría incluir (comentan otros) filtros con rayos equis
para detectar armas escondidas entre las ropas, como en los aeropuertos.
Al respecto
debemos recordar que en Estados Unidos, eventos similares se han perpetrado
desde afuera de las escuelas, al paso de la gente, en las inmediaciones, donde
no hay revisión que valga.
EL
DETONADOR
Enterado del
asunto, el gobernador priísta MIGUEL RIQUELME culpó a un popular juego de video
(“natural selection”) de haber inspirado al pequeño homicida.
El solo nombre
ya causa escalofríos. El concepto de selección natural, arrancado de su entorno
biológico y trasladado a propósitos humanos genera una idiosincrasia sombría,
el darwinismo social, la supervivencia del más fuerte.
Es la doctrina
favorita de los grupos supremacistas norteamericanos y está presente de muchas
maneras en los portadores del discurso armamentista.
Son los héroes
de guerra que vomita año con año la industria de Hollywood. De gran impacto,
por cierto, en los videojuegos, desde los primitivos ATARI y NINTENDO hasta los
posteriores PLAY STATION y XVOX.
Su carácter
adictivo está ligado precisamente a la adrenalina. En ambientes gráficos
hiperrealistas como los que proporcionan las tarjetas NVIDIA, tiene un alto
impacto emocional.
La experiencia
de perseguir y ser perseguido, derribar adversarios con armamento virtual del
más diverso, pistolas, fusiles de asalto, morteros, bazucas, granadas, misiles.
Y aunque las
declaraciones de RIQUELME provocaron burla y condena en redes sociales, definitivamente
algo sabe este Ingeniero en Sistemas Computacionales nacido (precisamente) en
Torreón, en 1970.
Lo cual
significa que pertenece a la generación de adolescentes que cambió el trompo y
el balero por las consolas de videojuegos.
De sobra está
decir que no hay juguete ingenuo. Especialmente los que vienen de la Unión
Americana, lo cual aplica a rifles de plástico pero también a productos de
entretenimiento digital, virtual, la violencia que se ejerce en la pantalla de
cristal.
Sus guiones
son los del cine hollywoodense más vulgar. Estado de guerra permanente,
batallas sin cuartel donde no hay perdón ni piedad posibles y la única salida exitosa
se finca en el aplastamiento del adversario.
Así en Vietnam,
como en Afganistán, en el Golfo Pérsico o en la saga de “Rápido y Furioso” (The
Fast and the Furious) o las franquicias de Marvel Comics. Todo tiene su
equivalente en los juegos de video.
Lo ocurrido,
pues, en el colegio “Cervantes” de Torreón fue una masacre muy americana.
De manera
inevitable nos remite a la matanza registrada en la preparatoria de Columbine,
Colorado (1999) donde uno de los mozalbetes agresores (ERICK HARRIS) portaba
una camiseta blanca con la leyenda “Natural Selection”.
Es la
subcultura de la brutalidad donde a cada generación, desde hace por lo menos
100 años, le ha tocado al menos una guerra donde ver ondear su bandera y caer a
sus enemigos, reales o ficticios, para defensa y supervivencia del sueño
estadounidense.