Cd.
Victoria, Tam.- La diplomacia mexicana se anotó un gran triunfo el
pasado jueves 16 de enero con la aprobación del T-MEC en el senado estadounidense.
Ello, tras una contundente votación de 89 legisladores contra 10. Hecho
histórico, sin duda.
Última etapa
difícil antes de la firma protocolaria que deberá estampar DONALD TRUMP, en el
entendido de que Canadá (hoy en el T-MEC, como hace 27 años con el TLC) siempre
fue un socio benévolo, comprensivo.
Viendo en
perspectiva lo que fueron las negociaciones, se diría que el flamante T-MEC pudo
haberse acordado antes si no fuera porque se atravesó (disculpe usted) el
problema de la migración centroamericana.
Los millares
de transmigrantes brincando el bordo de Tijuana, filmados desde el helicóptero
de CNN, mientras DONALD se jalaba los cabellos y pegaba de gritos frente al
televisor de la oficina oval, en la Casa Blanca.
Peregrinos oriundos,
en su inmensa mayoría, del llamado “triángulo norte” (Guatemala, El Salvador,
Honduras) la región más pobre y conflictiva de toda el área centroamericana.
A lo largo de
2019, esta columna tomó nota sobre la diversidad de factores. Los tamaulipecos estamos
habituados al problema.
Históricamente
habíamos visto pasar familias, grupos de 10, de 20 (acaso un poquito más) que
de tiempo en tiempo eran detectados por las corporaciones civiles y militares, en
autobuses y camiones de carga.
Es hasta el
primer año de AMLO, cuando el fenómeno se catapulta. La estadística añade ceros,
para hablarnos de cientos y luego de miles.
EL
DETONADOR
Dicho aquí
varias veces, hay decisiones de orden político, balandronadas en el terreno
discursivo que desatan tormentas.
ANDRÉS MANUEL
empezó el 2019 ordenando y publicitando acciones que representaron, en la
práctica cotidiana, un disparo brutal en las expectativas del migrante
potencial.
Les dijo (muchas
veces y de viva voz) que aquí había becas para los recién llegados, visas
temporales valederas en todo el territorio nacional y que habría negociado con
la industria maquiladora 30 mil empleos para ellos, entre otras ofertas.
Ello, amén de
repartir dinero (millones) a los gobiernos del triángulo norte, sin pedir nada
a cambio, nomás para sus gastos, como si en México no tuviéramos necesidades
pendientes de resolver (el abasto de medicinas, por ejemplo).
¿El
resultado?... Las caravanas orquestadas por grupos de pateros desde nuestra
frontera sur, escalaron en número.
Por supuesto,
el fenómeno ya existía. Pero el estallido migratorio que convierte docenas,
primero en centenares y luego en miles, es responsabilidad total de la ilusión
sembrada por AMLO.
De un día para
otro, la migración “por goteo” se convierte en marabunta, en estampida.
Enterado de ello,
en el mismo 2019, TRUMP dio varios pasos atrás en el proceso del T-MEC,
incorporando el tema a las negociaciones.
Amenazó con
imponer aranceles al acero y al tomate mexicanos, pero también habló de
abandonar las negociaciones del nuevo tratado, militarizar (aún más) la
frontera y acelerar el odioso proyecto del muro fronterizo.
Es entonces
cuando la estrategia mexicana se ve obligada a fusionar política interior,
seguridad nacional y política exterior en manos de una persona, MARCELO EBRARD.
Con la recién
estrenada Guardia Nacional, el gobierno obradorista (1) estaciona tropas en
ambas fronteras, para hacer labores de contención (2) frena las visas
temporales (que de cualquier manera eran insuficientes) y (3) lanza una
hiperactiva política de diálogo con sus homólogos de Washington.
Era urgente
tranquilizar a TRUMP, negociar con su yerno JARED KUSHNER y dar seguridades de
que se impondría una estrategia más responsable en el tema de los
transmigrantes.
El resultado
es que la Casa Blanca fue cediendo (no sin dificultades) en todos los rubros
conflictivos y, al final, el T-MEC avanzó hacia la sucesiva aprobación en las
dos cámaras del congreso norteamericano.
REINCIDENCIA
Pues bien, el
jueves pasado, luego de la votación senatorial, todo parecía marchar sobre
ruedas. La tormenta antimigratoria empezaba a quedar atrás, se intercambiaban
sonrisas entre el Capitolio y Palacio Nacional.
Pero
al día siguiente el gozo se fue al pozo, el gusto duró apenas un día. En la
mañanera del viernes, ANDRÉS MANUEL reincidió en el tema que tantas broncas ocasionó
en meses previos.
-“Tenemos”,
dijo, “4 mil plazas laborales para los migrantes” y, desde luego, “albergues y
atención médica, todo, pero también trabajo en nuestro país,” (…) “mi ideal es:
empleo pleno, trabajo a todos", puntualizó.
Mire usted, desde
la víspera, los enganchadores de braceros habían empezado a movilizar sus activos
hacia la frontera sur mexicana. Solo esperaban el guiño presidencial.
Lea usted los
periódicos hoy. Están llegando por miles. Cabe insistir (para eliminar
cualquier sospecha de xenofobia) que jamás reparamos ante la migración
histórica promedio, a la que los mexicanos estábamos acostumbrados.
Aunque hoy se
trata de un fenómeno muy diferente, anómalo, artificioso. Desplazamientos tumultuarios
de nuevo tipo, inflados por la extravagante oferta de un mandatario mexicano
que los espolea, incita, azuza, con un espíritu que no dudamos en calificar de “clientelar.”
Ello, cuando
el último paso del T-MEC (la firma de TRUMP) está todavía pendiente.
¿Qué pasaría
si cancela o simplemente pospone la decisión, en respuesta a la reincidencia
mesiánica de LÓPEZ OBRADOR respecto al tema centroamericano?, ¿A qué basurero
iría a parar todo el trabajo de cancillería?...