Cd.
Victoria.- El ayuntamiento de Madero que preside
ANDRÉS ZORRILLA hace punta en una inquietud ya discutida en Tamaulipas, en
México, en todo el mundo.
Rebautizar calles, colonias, plazas, edificios
y hasta ciudades cuyo nombre había sido impuesto para honrar a personajes cercanos
al ejercicio del poder.
El tema amerita discusión amplia, pues reviste
una diversidad de matices bastante más compleja de lo que la gente imagina.
Hoy es noticia porque el nombre del
doctor RODOLFO TORRE fue eliminado, por acuerdo de cabildo, en una importante
arteria maderense a la que se le restituye su identidad anterior de Avenida
Tamaulipas.
Importa aquí recordar que la razón
principal, la más poderosa, para cuestionar y revertir dicha práctica es el
haber rendido homenaje a políticos en funciones.
Al respecto, una regla que va abriéndose
camino en las democracias del planeta es que un individuo solo podrá hacerse acreedor
a dicho mérito cuando ya no ocupe cargo alguno o (incluso) a manera de un
homenaje postmortem.
De ser así, no aplicaría en el caso del
doctor RODOLFO, pues cuando el nombre fue impuesto, tanto su actividad política
como su vida misma habían cesado.
OTROS
ÁMBITOS
Ejemplos sobran dentro del panorama
mundial. A finales del siglo pasado, tras la caída del régimen soviético, la
ciudad que desde 1924 había sido llamada Leningrado recuperó en 1991 su antiguo
nombre de San Petesburgo.
Regresaron de VLADÍMIR LENIN a PEDRO el
Grande, lo cuál no necesariamente representa un progreso.
En tierra española hoy día se ha desatado
una verdadera fiebre por renombrar calles y espacios públicos. Asómese usted a
la prensa de Alicante, Logroño o en la propia Madrid.
La capital, en efecto, donde una
treintena de arterias está siendo afectada con el deliberado propósito de
eliminar los residuos del pasado franquista.
Reemplazan, pues, apellidos de jefes
militares, fechas de batallas y hasta el eslogan preferido del generalísimo:
“¡Arriba España!”
HASTA
DÓNDE
El tema de cualquier manera resulta
estimulante y cabría preguntar que tan hondo en la historia contemporánea
podría abarcar una medida así, en caso de proyectarse la necesaria actualización
jurídica.
El abuso viene de la antigüedad más
remota cuando reyes y conquistadores se daban gusto imponiendo su marca
personal en pueblos y paisajes.
Algo que (en definitiva) hace tiempo
debió quedar atrás en una sociedad como la nuestra que se quiere moderna y
democrática.
En Tamaulipas es vicio común, al menos
desde HORACIO TERÁN y NORBERTO TREVIÑO ZAPATA hasta los tiempos actuales.
Incluiríamos también en esta revisión a
barrios, bulevares y plazas que han sido bautizados con los nombres de primeras
damas y hasta con las fechas de sus cumpleaños.
Los mismos lemas de campañas y gobiernos
han encontrado acomodo. Mano con mano, Voluntad y Trabajo, Revolución Verde…
Igualmente, cabría cuestionar la validez
de haber nombrado Ciudad GUSTAVO DÍAZ ORDAZ al antiguo pueblo de San Miguel de
Camargo (marzo de 1968).
Ello, por iniciativa cortesana de PRAXEDIS
BALBOA, nomás para congraciarse con el presidente en turno.
Decisión igual de arbitraria cuando el
nombre de MIGUEL ALEMÁN fue impuesto a San Pedro de Roma (octubre de 1950) a
propuesta lambiscona del gobernador RAUL GÁRATE.
Capricho personal de jefes políticos
(GARATE, BALBOA) quienes jamás se tomaron la molestia de consultar a los
pobladores en cada localidad.
Desde luego, la voluntad de la gente
merecía ser considerada, si observamos las implicaciones que tienen estos
cambios en la identidad colectiva.
A partir de entonces sus habitantes
cargan en calidad de gentilicios los apellidos de un redomado ladrón
(alemanenses) y un represor sanguinario (diazordacenses). Parece chiste, no lo
es.