miércoles, 21 de diciembre de 2016

Cacerías fallidas

Cd. Victoria.- La persecución mediática contra exfuncionarios real o presuntamente corruptos está convertida, al cierre del 2016, en espectáculo de alto rating, aunque impregnado por la impotencia, la aflicción, la desesperanza.
Desde luego, importa hoy investigar, detectar desvíos, fraudes, identificar responsabilidades y, en consecuencia, recuperar los recursos sustraídos. Sancionar y castigar.
Pero, mire usted, convocando a la memoria, el ajuste de cuentas contra personajes del pasado inmediato cumple por estos días cuarenta años.
El primero de diciembre de 1976 (hace cuatro décadas) un mandatario de nombre JOSÉ LÓPEZ PORTILLO (JLP) llegó pidiendo perdón a los pobres y prometiendo un ejercicio honesto de la función pública.
En los meses siguientes abrió proceso y metió en la cárcel a figuras del pasado echeverriísta: EUGENIO MÉNDEZ DOCURRO, FAUSTO CANTÚ y similares.
Pero ello jamás desanimó la hambruna del dinero fácil (rápido y en montones) que secularmente excita a nuestra clase política.
El gobierno de JLP sería a la postre un ejemplo de rapacidad extrema, que concluyó cargando a cuestas la bancarrota nacional y también un desprestigio personal que le endilgaba públicamente el apodo de “JOSÉ el saqueador.”
Enjaular a sus antecesores no curó el mal endémico de la deshonestidad. Parecería, incluso, que lo agravó.

IGUAL RECETA
El siguiente mandatario MIGUEL DE LA MADID (1982) llegó más lejos todavía. Fue el primero en tocar a la familia presidencial, al auditar a los hermanos MARTÍNEZ VARA, sobrinos de JLP.
Más sonado fue el encarcelamiento de dos amigos cercanísimos: el extitular de Pemex JORGE DÍAZ SERRANO y el exdirector de la policía capitalina ARTURO DURAZO.
Ambos fueron denunciados, capturados, consignados, sentenciados y purgaron condena.
La noticia es que la corrupción siguió. El presidente posterior CARLOS SALINAS (1988) emprendió desde su llegada una persecución brutal contra funcionarios de mediano nivel en la banca estatizada y encarceló a los sindicalistas de Madero: HERNÁNDEZ GALICIA, BARRAGÁN y SOSA, entre otros.
También derribó al dirigente magisterial CARLOS JONGUITUD y lo reemplazó por su amiga ELBA ESTHER GORDILLO (peor el remedio que la enfermedad).
A la postre, el régimen de SALINAS naufragó en una crisis devaluatoria brutal, una nueva espiral inflacionaria y la consabida fuga de capitales.
Era 1994, el año que mataron a COLOSIO y RUIZ MASSIEU, arribaba entonces ERNESTO ZEDILLO.
De nueva cuenta los mexicanos ven llegar a un mandatario con el hacha en la mano y una lista de candidatos al patíbulo.
El primero, RAUL SALINAS, hermano de su antecesor, al que acusarían no solo de matar a RUIZ MASSIEU sino de cuantiosos peculados. Cuentas en dólares, cientos de millones que (según sospecha) pertenecían a su hermano CARLOS.

OTRAS GUERRAS
Detalle curioso, los casos más sonados de persecuciones y ajustes de cuentas entre la clase política han ocurrido entre priístas.
Los posteriores mandatarios de la alternancia (VICENTE FOX, FELIPE CALDERÓN) dejaron por la paz a los exfuncionarios corruptos para centrar sus baterías en los príncipes del narcotráfico.
El mayor éxito en esta tarea fue para CALDERÓN. Al menos una treintena de capos famosos caerían arrestados durante su gobierno o murieron en combate.
La paradoja mayor es que ni las cacerías de ladrones emprendidas por el PRI contra sus mismos hijos, ni las guerras del PAN contra la delincuencia organizada han acabado con las lacras que dijeron perseguir.
La corrupción está ahí, la criminalidad también, como prácticas extendidas, crecientes y exitosas.
Árboles, ambos, que ni lejanamente fueron arrancados de raíz. Fortalecidos, sin duda, por la poda, son ejemplo claro de nuestras batallas perdidas.