Cd. Victoria.- No solo en Tamaulipas ni
únicamente en México, en todo el mundo la formación de cuerpos policiales con capacidad
de respuesta superior (equiparable a la instrucción militar) constituye una
tendencia irreversible.
Lo he comentado en este espacio poniendo de ejemplo
las gendarmerías de Chile, Brasil, Canadá, España y, desde luego la francesa
que es de donde viene el nombre (“gens d'armes”, gente de armas).
Contra lo que pudiera pensarse, un gendarme no es
cualquier policía, aunque aquí en México hemos usado incorrectamente la palabra
desde los tiempos de CANTINFLAS, para referirnos al agente de banqueta y
crucero.
Lo contrario es precisamente la verdad. El auténtico
gendarme es aquel elemento de seguridad que recibió instrucción intensa para
hacer frente a la criminalidad con las capacidades, conocimientos y pertrechos
que tendría un soldado en el frente de batalla.
OMINOSO REZAGO
Así lo entienden ENRIQUE PEÑA NIETO y EGIDIO TORRE
CANTÚ. Es el concepto que inspira proyectos como la ya próxima gendarmería nacional
y la Policía Estatal Acreditable.
Instituciones civiles capaces de hacerse cargo, en el
mediano plazo, de las tareas de seguridad hoy en manos de SEMAR y SEDENA.
Son los hombres duros, bien entrenados, lo
suficientemente armados y pagados que México necesitaba desde mediados del
siglo 20 en los tres niveles, incluyendo el municipal.
No ocurrió así y el rezago es colosal. Durante muchos
años dejamos medrar a corporaciones débiles que muy apenas recibían una
embarradita de conocimientos elementales.
Ello, más un adiestramiento escueto que en el lapso
de pocos meses otorgaba placa, pistola y sueldito de sirvienta a muchachos
rústicos que ni lejanamente podrían afrontar dificultades mayores.
Lo cuál quedó demostrado durante la situación de
emergencia que empezamos a vivir desde que la torpeza de VICENTE FOX desató la
guerra entre cárteles y el reclutamiento masivo de jóvenes sicarios.
Virulencia inédita que luego se magnificaría con CALDERÓN,
tomando desprevenidos a estados y municipios.
Sus débiles, mal pagados y peor capacitados agentes
del orden fueron rebasados de calle por ese salto cualitativo y cuantitativo
que observó la delincuencia organizada durante la docena panista y alcanzó su
clímax en el funesto año de 2010.
En la primera década del siglo 21 solamente las
fuerzas castrenses se encontraban en condiciones de afrontar la crisis,
mientras los mandos civiles replanteaban sus estrategias en base al diagnóstico
de situaciones nuevas.
La respuesta tardó pero llegó. Había que refundar
las corporaciones policiales en los tres niveles de gobierno para ponerlas a
tono con la inusitada capacidad operativa del hampa.
METAS Y PROPÓSITOS
En medios nacionales se dijo hace tiempo que la primera
persona en vislumbrar como posible asesor al general colombiano OSCAR NARANJO
fue nada menos que JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA quien al arranque de su campaña planteó
al electorado una “policía con formación militar”.
Al paso de los meses, quien terminaría entendiéndose
con NARANJO fue el priísta ENRIQUE PEÑA NIETO, cuyo gobierno contaría con los
servicios de dicho experto al inicio de su administración.
Preparar cuadros capaces era el reto y hacia allá se
están moviendo prácticamente todos los gobiernos de los estados.
Desde luego, contrasta la urgencia de la población
(su clamor impostergable ante el flagelo de la violencia) con la capacidad de
respuesta mostrada hasta ahora por las autoridades.
El rediseño institucional está lejos todavía de
alcanzar sus propósitos generales, aunque justo es decir que va cumpliendo
palmo a palmo sus metas específicas. Camina ya en el camino correcto.
El diagnóstico que hermana a los gobiernos de ENRIQUE
PEÑA NIETO y del tamaulipeco EGIDIO TORRE CANTÚ coincide en (1) la profundidad
del cambio requerido y (2) la magnitud titánica del desafío que en muchos casos
debió partir de cero para crear instituciones nuevas.
En esta tarea se encuentran ahora.