Cd. Victoria.- Cumple dos décadas el asesinato
de LUIS DONALDO COLOSIO en un entorno mediático que busca acercarse más al
individuo de carne y hueso.
Mexicano con debilidades y limitaciones, a prudente
distancia del mártir idealizado durante los primeros años.
Hombre con dudas que a su paso por los reflectores (PRI,
SEDESOL, candidatura) luce carente de la garra que debía caracterizar a quien
ambiciona alcanzar el más alto cargo político del país por la vía del voto.
Innegable su carisma, la memoria gráfica de aquellos
tiempos muestra sin embargo el contraste de su sonrisa con la mirada triste y
en buena medida distante.
Ni siquiera cuando sus seguidores lo hacen reír a
carcajadas oculta esa expresión recurrente de melancolía.
Ciertamente, hacía campaña separándose de hijos
pequeños y con su esposa DIANA LAURA aquejada por una enfermedad terminal.
Motivo poderoso, aunque no el único.
DEBILIDAD ESTRUCTURAL
Ternero campeando entre lobos, LUIS DONALDO queda
atrapado en una guerra que lo rebasa, perverso pleito de elefantes que se
contamina por un manejo a todas luces equívoco, imputable a CARLOS SALINAS.
Las cuarteaduras en el ánimo de COLOSIO se fincan en
su historia personal, pero se acendran con la conducta ambivalente del propio
SALINAS.
Por primera vez en la historia de las sucesiones
priístas, el dedo que apuntó al ungido parece titubear, incapaz de otorgar el
sustento necesario a la decisión tomada.
Temblor en la mano del Presidente que se convierte en
terremoto en toda la clase política.
Insubordinado MANUEL CAMACHO desde la mañana misma
del destape (noviembre del 93) nadie lo disciplina de manera eficaz. Lo mandan a
cancillería.
Declarada la insurrección zapatista en enero
siguiente, CARLOS SALINAS lo recluta como negociador de paz, permitiéndole
presumir a voz en cuello que su misión en Chiapas sería un empleo voluntario,
sin ser colaborador directo del gobierno federal.
Curiosa forma de trabajar sin sueldo aparente, como pacificador
gratuito, en posición de seguir aspirando a la candidatura por no tener el
candado de la función pública.
Conocedor del sistema, SALINAS debió saber que un
cargo así frente a los reflectores mundiales sería plataforma peligrosa para un
hombre con las ambiciones, el ego incontenible y la inteligencia de CAMACHO.
A los ojos de la clase política, quedaba en calidad
de “disponible”, como “plan B” para una eventual sustitución de COLOSIO.
TRAICIÓN A SÍ MISMO
Ocurre, pues, algo nunca antes visto en la cultura
presidencialista del PRI y su tradicional congruencia, cuando se pensaba que el
Gran Elector tendría el compromiso de defender su decisión una vez tomada y
anunciada.
Al momento clave, SALINAS se traiciona a sí mismo.
Por citar dos episodios anteriores:
(1) En 1982, cuando JOSÉ LOPEZ PORTILLO se entera de
que JAVIER GARCÍA PANIAGUA, presidente del PRI, está molesto con el destape de
MIGUEL DE LA MADRID, la prioridad presidencial es limpiarle el camino al
candidato y sacar a GARCÍA PANIAGUA del partido.
(2) En 1988, DE LA MADRID observa que ALFREDO DEL
MAZO le está metiendo ruido al destape de CARLOS SALINAS. Por eso manda a DEL
MAZO como embajador a Bélgica para que la candidatura se instale sin
contratiempos.
Lo insólito sucede seis años después, en 1994, porque
SALINAS funge como Gran Elector y rompe las reglas.
Extrañamente, no le otorga soporte a su polluelo y,
en términos reales, lo abandona, lo traiciona.
Peor todavía, cuando llega el mes de enero ocurre
algo inusitado.
El delfín LUIS DONALDO asume la candidatura pero los
periódicos del día siguiente no le otorgan la nota principal.
Las primeras planas de la prensa nacional dan las
ocho columnas a CAMACHO en Chiapas y su primer acercamiento con los zapatistas.
¿Campaña contra la campaña?
Dolido por la enfermedad de su esposa, preocupado
por sus hijos pequeños, COLOSIO se pregunta entonces, con sobradas razones…
-“¿Por qué me hace esto mi amigo el Presidente?...”
Dos meses después, el magnicidio.