lunes, 24 de marzo de 2014

1994, sucesión abortada



Cd. Victoria.- Cumple dos décadas el asesinato de LUIS DONALDO COLOSIO en un entorno mediático que busca acercarse más al individuo de carne y hueso.
Mexicano con debilidades y limitaciones, a prudente distancia del mártir idealizado durante los primeros años.
Hombre con dudas que a su paso por los reflectores (PRI, SEDESOL, candidatura) luce carente de la garra que debía caracterizar a quien ambiciona alcanzar el más alto cargo político del país por la vía del voto.
Innegable su carisma, la memoria gráfica de aquellos tiempos muestra sin embargo el contraste de su sonrisa con la mirada triste y en buena medida distante.
Ni siquiera cuando sus seguidores lo hacen reír a carcajadas oculta esa expresión recurrente de melancolía.
Ciertamente, hacía campaña separándose de hijos pequeños y con su esposa DIANA LAURA aquejada por una enfermedad terminal.
Motivo poderoso, aunque no el único.

DEBILIDAD ESTRUCTURAL
Ternero campeando entre lobos, LUIS DONALDO queda atrapado en una guerra que lo rebasa, perverso pleito de elefantes que se contamina por un manejo a todas luces equívoco, imputable a CARLOS SALINAS.
Las cuarteaduras en el ánimo de COLOSIO se fincan en su historia personal, pero se acendran con la conducta ambivalente del propio SALINAS.
Por primera vez en la historia de las sucesiones priístas, el dedo que apuntó al ungido parece titubear, incapaz de otorgar el sustento necesario a la decisión tomada.
Temblor en la mano del Presidente que se convierte en terremoto en toda la clase política.
Insubordinado MANUEL CAMACHO desde la mañana misma del destape (noviembre del 93) nadie lo disciplina de manera eficaz. Lo mandan a cancillería.
Declarada la insurrección zapatista en enero siguiente, CARLOS SALINAS lo recluta como negociador de paz, permitiéndole presumir a voz en cuello que su misión en Chiapas sería un empleo voluntario, sin ser colaborador directo del gobierno federal.
Curiosa forma de trabajar sin sueldo aparente, como pacificador gratuito, en posición de seguir aspirando a la candidatura por no tener el candado de la función pública.
Conocedor del sistema, SALINAS debió saber que un cargo así frente a los reflectores mundiales sería plataforma peligrosa para un hombre con las ambiciones, el ego incontenible y la inteligencia de CAMACHO.
A los ojos de la clase política, quedaba en calidad de “disponible”, como “plan B” para una eventual sustitución de COLOSIO.

TRAICIÓN A SÍ MISMO
Ocurre, pues, algo nunca antes visto en la cultura presidencialista del PRI y su tradicional congruencia, cuando se pensaba que el Gran Elector tendría el compromiso de defender su decisión una vez tomada y anunciada.
Al momento clave, SALINAS se traiciona a sí mismo.
Por citar dos episodios anteriores:
(1) En 1982, cuando JOSÉ LOPEZ PORTILLO se entera de que JAVIER GARCÍA PANIAGUA, presidente del PRI, está molesto con el destape de MIGUEL DE LA MADRID, la prioridad presidencial es limpiarle el camino al candidato y sacar a GARCÍA PANIAGUA del partido.
(2) En 1988, DE LA MADRID observa que ALFREDO DEL MAZO le está metiendo ruido al destape de CARLOS SALINAS. Por eso manda a DEL MAZO como embajador a Bélgica para que la candidatura se instale sin contratiempos.
Lo insólito sucede seis años después, en 1994, porque SALINAS funge como Gran Elector y rompe las reglas.
Extrañamente, no le otorga soporte a su polluelo y, en términos reales, lo abandona, lo traiciona.
Peor todavía, cuando llega el mes de enero ocurre algo inusitado.
El delfín LUIS DONALDO asume la candidatura pero los periódicos del día siguiente no le otorgan la nota principal.
Las primeras planas de la prensa nacional dan las ocho columnas a CAMACHO en Chiapas y su primer acercamiento con los zapatistas.
¿Campaña contra la campaña?
Dolido por la enfermedad de su esposa, preocupado por sus hijos pequeños, COLOSIO se pregunta entonces, con sobradas razones…
-“¿Por qué me hace esto mi amigo el Presidente?...”
Dos meses después, el magnicidio.