martes, 6 de noviembre de 2012

Fusiles y muñecos


Cd. Victoria, Tam.- Muchos ropajes viste don DELITO en función del nivel de ingresos, relaciones, contactos, etnia, origen y posición social.
Pecados minúsculos pueden acarrear castigos grandes, la relampagueante acción de la justicia con lujo de fotógrafos, despliegue informativo, consignación inmediata y juicio pronto, para que el escarmiento público resulte a todas luces ejemplar.
Cuando se tiene, no obstante, la suerte de pertenecer a un orden distinto, diferente lugar en la pirámide social y amigos oportunos, ocurre entonces que transgresiones verdaderamente graves se minimizan al nivel de una infracción de tránsito.
La ayuda llega en cadena: (1) encuentran rápido justificante a verdaderas atrocidades, (2) los atenuantes alcanzan tal magnitud que casi anulan la causa invocada, (3) se contextualiza todo en aras del perdón y (4) el territorio es amplio, venturoso, para toda suerte de piruetas jurídicas.
En el vecino país del norte suele decirse que un homicidio simple (en el asalto a una vinatería, por poner el ejemplo más común) puede llevar directo a la silla eléctrica si el autor es afroamericano, asiático o chicano.
A la inversa, asesinos seriales, predadores consumados pueden eventualmente recibir el beneficio de la duda sobre su salud mental si son blancos y dinerosos.
Ocurre entonces que abogados bien pagados encuentran soporte médico al pretexto de la locura para argüir que el acusado (al no tener conciencia suficiente) merece reclusión psiquiátrica en vez de la silla eléctrica.
En el México de hoy, un bailador de medio pelo, figurín de nombre ARMANDO GONZÁLEZ SÁNCHEZ mejor conocido como el “Muñeco”, puede salir de prisión con la pinchurrienta fianza de 143 mil pesos.
Ello, no obstante su participación probada en un delito que hoy lastima y preocupa tanto a los mexicanos como es el secuestro.
Pero resulta que el chico es de TELEVISA y, gracias a tan envidiable detalle, su permanencia ha sido corta en el Reclusorio Oriente pues la Procuraduría del DF estableció que el delito involucrado no es grave.
La complaciente fiscalía dictaminó que es de poca monta ayudar a escapar (mediante oportuno pitazo) a sus amigos secuestradores.
Y es curioso, porque cuando hay consigna de hundir (a como dé lugar) a alguien, una vez formulada cualquier imputación o sospecha de delito, suele añadirse la consabida frase admonitoria de “y los que resulten”.
Fórmula que no parece haberse aplicado en el referido “Muñeco”, aunque supiera de antemano que sus amigos andaban en el negocio de los secuestros, tanto así que la ley les vino cayendo cuando estaban por cobrar su cuarta entrega del rescate.
Sin embargo, en la misericordiosa decisión de la fiscalía no aparece el delito de encubrimiento, entre tantos otros. Complicidad directa, menos.
Pero mire usted como son estas cosas (diría JOSE ALFREDO JIMENEZ) “de las clases sociales”...
A los amigos del “Muñeco” (OCTAVIO FABELA, MARLON MATAMOROS) quienes para su desgracia no hicieron carrera bajo reflectores o cámaras, el largo brazo de la justicia ya anticipa que podrían esperarles hasta 70 años de prisión.
Raseros distintos para medir y aplicar la ley. La pregunta, entre otras, es si este será el criterio que prive (o se acentúe) a partir de diciembre.
¿O como va a estar la cosa, con credencial o sin credencial de TELEVISA?...
De eso depende, por ejemplo, el que seis unidades móviles, con diez millones de dólares y rastros de cocaína incautadas en Nicaragua hoy avancen con paso firme hacia el desvanecimiento de pruebas, con rumbo directo al carpetazo y su destino idóneo, el olvido.
Ya por lo pronto, la misma Procuraduría capitalina que tanta ayuda prestó al “Muñeco”, está deslindando también a la empresa televisora respecto a la propiedad de los vehículos.
Año de Hidalgo, en efecto. Año del apremio feroz por sobrevivir en la nómina con uñas y dientes, en el umbral de dos gobiernos. Individualismo cerril, botón de muestra entre tantos que hay.
Estamos en temporada, por cierto.