Cd. Victoria, Tam.- Muchos ropajes viste don DELITO en función del nivel de
ingresos, relaciones, contactos, etnia, origen y posición social.
Pecados
minúsculos pueden acarrear castigos grandes, la relampagueante acción de la
justicia con lujo de fotógrafos, despliegue informativo, consignación inmediata
y juicio pronto, para que el escarmiento público resulte a todas luces
ejemplar.
Cuando
se tiene, no obstante, la suerte de pertenecer a un orden distinto, diferente
lugar en la pirámide social y amigos oportunos, ocurre entonces que
transgresiones verdaderamente graves se minimizan al nivel de una infracción de
tránsito.
La
ayuda llega en cadena: (1) encuentran rápido justificante a verdaderas atrocidades,
(2) los atenuantes alcanzan tal magnitud que casi anulan la causa invocada, (3)
se contextualiza todo en aras del perdón y (4) el territorio es amplio,
venturoso, para toda suerte de piruetas jurídicas.
En
el vecino país del norte suele decirse que un homicidio simple (en el asalto a
una vinatería, por poner el ejemplo más común) puede llevar directo a la silla
eléctrica si el autor es afroamericano, asiático o chicano.
A
la inversa, asesinos seriales, predadores consumados pueden eventualmente recibir
el beneficio de la duda sobre su salud mental si son blancos y dinerosos.
Ocurre
entonces que abogados bien pagados encuentran soporte médico al pretexto de la
locura para argüir que el acusado (al no tener conciencia suficiente) merece
reclusión psiquiátrica en vez de la silla eléctrica.
En
el México de hoy, un bailador de medio pelo, figurín de nombre ARMANDO GONZÁLEZ
SÁNCHEZ mejor conocido como el “Muñeco”, puede salir de prisión con la
pinchurrienta fianza de 143 mil pesos.
Ello,
no obstante su participación probada en un delito que hoy lastima y preocupa
tanto a los mexicanos como es el secuestro.
Pero
resulta que el chico es de TELEVISA y, gracias a tan envidiable detalle, su
permanencia ha sido corta en el Reclusorio Oriente pues la Procuraduría del DF
estableció que el delito involucrado no es grave.
La
complaciente fiscalía dictaminó que es de poca monta ayudar a escapar (mediante
oportuno pitazo) a sus amigos secuestradores.
Y
es curioso, porque cuando hay consigna de hundir (a como dé lugar) a alguien,
una vez formulada cualquier imputación o sospecha de delito, suele añadirse la
consabida frase admonitoria de “y los que resulten”.
Fórmula
que no parece haberse aplicado en el referido “Muñeco”, aunque supiera de
antemano que sus amigos andaban en el negocio de los secuestros, tanto así que
la ley les vino cayendo cuando estaban por cobrar su cuarta entrega del rescate.
Sin
embargo, en la misericordiosa decisión de la fiscalía no aparece el delito de
encubrimiento, entre tantos otros. Complicidad directa, menos.
Pero
mire usted como son estas cosas (diría JOSE ALFREDO JIMENEZ) “de las clases
sociales”...
A
los amigos del “Muñeco” (OCTAVIO FABELA, MARLON MATAMOROS) quienes para su
desgracia no hicieron carrera bajo reflectores o cámaras, el largo brazo de la
justicia ya anticipa que podrían esperarles hasta 70 años de prisión.
Raseros
distintos para medir y aplicar la ley. La pregunta, entre otras, es si este será
el criterio que prive (o se acentúe) a partir de diciembre.
¿O
como va a estar la cosa, con credencial o sin credencial de TELEVISA?...
De
eso depende, por ejemplo, el que seis unidades móviles, con diez millones de
dólares y rastros de cocaína incautadas en Nicaragua hoy avancen con paso firme
hacia el desvanecimiento de pruebas, con rumbo directo al carpetazo y su
destino idóneo, el olvido.
Ya
por lo pronto, la misma Procuraduría capitalina que tanta ayuda prestó al
“Muñeco”, está deslindando también a la empresa televisora respecto a la
propiedad de los vehículos.
Año
de Hidalgo, en efecto. Año del apremio feroz por sobrevivir en la nómina con
uñas y dientes, en el umbral de dos gobiernos. Individualismo cerril, botón de
muestra entre tantos que hay.
Estamos
en temporada, por cierto.