Cd.
Victoria, Tam.- Desmesurado en su
hondura, el mito global de JOHN F. KENNEDY para un hombre que apenas gobernó
dos años y diez meses, del 20 de enero de 1961 al 22 de noviembre de 1963.
Hoy se cumplen 49
años de un magnicidio cuya autoría y motivos jamás quedaron resueltos y acaso
la única posibilidad de esclarecimiento apunte hacia décadas posteriores
(concretamente, al año 2029) cuando sean consultables numerosos documentos que
aún permanecen bajo reserva en los acervos de inteligencia norteamericanos.
Cierta luz de
esperanza arrojó en 1991 la película JFK del cineasta neoyorquino OLIVER STONE,
trabajo híbrido de investigación y política ficción que en su formato comercial
duró 189 minutos (¡Tres horas con nueve minutos!) y ganó dos de ocho
nominaciones al Oscar.
Truculento y
polémico, el impacto social del filme reavivó en la opinión pública la tesis
popular de un presunto crimen de Estado.
Conspiración que
habría sido orquestada por la extrema derecha y agencias de seguridad como el
FBI y la CIA, las cuáles (sin importar quien gobierne) son invariablemente
afines al pensamiento conservador y a los intereses de la industria
armamentista.
En la maniobra
habría participado el petrolero texano y entonces vicepresidente LYNDON JOHNSON,
acusación gravísima que STONE no pudo comprobar.
Paradójico que un
Presidente como KENNEDY, a quien hoy la historia culpa de involucrar de lleno a
los Estados Unidos en la guerra de Vietnam, podría haber sido asesinado (según
STONE) por la razón contraria: sus planes de retirar las tropas estadounidenses
en un tiempo breve (finales de 1965).
En pocas palabras:
quería abortar la escalada bélica, dejando que la entonces colonia francesa
quedase a merced de las tropas independentistas acaudilladas por HO CHI MINH.
Muerto KENNEDY, hoy
sabemos que al profundizarse la guerra, en los años posteriores (y hasta la
firma de la paz en 1973) al menos dos millones de vietnamitas murieron por los
bombardeos inclementes dispuestos en los sucesivos gobiernos de JOHNSON y
NIXON.
Sin duda alguna,
todo hace sospechar un complot a gran escala en la ejecución de JOHN F. KENNEDY
y, por ende, todo lleva a desconfiar de la explicación oficial fundada en la
tesis de un asesino solitario, LEE HARVEY OSWALD.
Acaso esa sea la
principal virtud del meticuloso trabajo realizado por STONE, al incorporar,
como en un gran rompecabezas, numerosos testimonios fílmicos de aficionados que
captaron imágenes fragmentarias del suceso.
Valor superlativo
tendría en esta tarea el filme del turista ruso ABRAHAM ZAPRUDER realizado con
una cámara doméstica Bell & Howell.
Material que sirvió
de apoyo para que STONE sustentase su tesis de que habrían participado varios
francotiradores en el atentado, desacreditando con ello al informe oficial de la
Comisión WARREN, centrado en OSWALD.
Y, bueno, hoy que
se recuerda el 49 aniversario luctuoso de KENNEDY, la revista PLAYBOY repone en
su edición vigente a la más famosa de sus modelos, MARILYN MONROE, conmemorando
así los 50 años de su muerte, cumplidos en agosto pasado.
Ella había
fallecido de un aparente suicidio con barbitúricos en su casa de California, un
año antes del magnicidio en Dallas.
Sobre la relación
entre MONROE y KENNEDY se han vaciado toneladas de tinta. Relatos que a menudo
pecan de fantasiosos, al decir, por ejemplo, que el de ella fue también un
crimen de Estado.
Prefiero quedarme
con el recuerdo radiante de esta pareja en aquella fiesta del Madison Square
Garden un 19 de mayo de 1962, cuando MARILYN le canta al mandatario en ocasión
de su cumpleaños 45, ante 15 mil asistentes.
Inolvidable ese
tono de susurro que ella emplea arrastrando deliberadamente la voz para entonar
su “happy birthday, Mr. President”, enfundada en un vestido color carne cubierto
de pedrería y tan untado al cuerpo que para entrar en él tuvo que prescindir de
ropa interior.
Por supuesto, la
primera dama de Estados Unidos, JACQUELINE BOUVIER KENNEDY, se cuidó bien de no
asistir al evento.