Cd.
Victoria.- La artillería fifí en redes sociales asegura, en tono
rudo y por demás malcriado, que estamos ante un “cobro de piso”, pero a gran
escala.
Desde la
trinchera chaira, sistemas antimisiles responden evocando una reunión similar (pero
sin rifa) donde CARLOS SALINAS recurrió en 1993 a la misma élite para bajar del
macho a los todopoderosos.
Bolsa grande (25
millones de dólares) para la campaña de COLOSIO que luego sería de ZEDILLO,
aunque del dinero (como de CAMELIA) nunca más se supo nada. Ni destino, ni uso,
ni aplicación detallada.
Medios de
entonces culparon al hermano RAÚL, cuyos dedos largos y afilados, por igual se
demostraron diestros en la acumulación súbita de fortunas que para jalar el gatillo
hacia blancos muy específicos.
Acaso olviden chairos
y fifís que en septiembre de 2001 ocurrió algo similar pero de mayor largura en
el tiempo.
Los grandes
mastodontes del mundo empresarial fueron convocados a la ordeña por el gobierno
de VICENTE FOX para que sus aportaciones sirvieran como fondo inicial a la entonces
naciente asociación civil “VAMOS MÉXICO”.
Empezaba el
gobierno de la alternancia. A manera de pretexto se organizó un concierto del
cantante británico ELTON JOHN en el Castillo de Chapultepec.
Por ahí
desfilaron los mismos de ahora: SLIM, AZCÁRRAGA, SALINAS PLIEGO y demás.
Aunque la
trascendencia fue todavía mayor porque con dicho evento, FOX dejó establecida
una ventanilla permanente de cobros deducibles de impuestos.
Requisito obligado
para los hombres de negocios que tuvieran aspiraciones de conseguir contratos
gubernamentales, proveedurías de bienes y servicios.
Y también permisos,
concesiones, devoluciones de impuestos, condonaciones y todo el racimo de
gracias que el Ejecutivo estuviera dispuesto a otorgar.
La antesala y aduana
previa sería “VAMOS MÉXICO”. Un visto bueno indispensable para todo aquel que
quisiera ingresar o permanecer en el ancho mundo de las canonjías federales.
Y, bueno, se
supone que esas viejas prácticas ya se habrían extirpado en el nuevo reino de
la Cuarta Transformación. Se supone, supondría, supuso…
Para nadie es
un secreto que el presidente LÓPEZ OBRADOR trae problemas de caja. No le
alcanzan las cuentas para sufragar sus planes en marcha.
Y mire usted
que ya lo intentó de muchas maneras, despidiendo burócratas por montones, castigando
a proveedores médicos, recortando sueldos y eliminando asesorías.
Amén de reducir
gastos de prensa y mochar privilegios, sacando a remate autos, helicópteros y
aeronaves ejecutivas, vendiendo la mansión del chino ZHENLI YEGÓN y
próximamente los dos partenones de ARTURO, el Negro, DURAZO, en Acapulco y el
cerro del Ajusco.
Ni así le
alcanza para sacar adelante sus sueños personales como el Tren Maya, la
refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.
O las 100
universidades y 2 mil 700 sucursales del Banco de Bienestar que quiere
instaurar con varita mágica como por generación espontánea.
Es la mejor
explicación al pase de charola que tuvo lugar la semana pasada en Palacio
Nacional.
AMLO lo quiso
justificar de otra manera, a su conveniencia. Tiene otros datos, pues.
Dijo que el
premio no sería el avión (sino su valor) para evitar que las redes hicieran
mofa del ganador, con memes como aquellos de #Twitter que preguntaban dónde lo
iban a estacionar.
Lo cierto es
que el impedimento es el mismo de antes, mencionado aquí a propósito del plan
original de venta.
No podemos
vender (¡ni rifar!) algo que todavía no es nuestro, porque todavía lo debemos,
apenas lo estamos pagando.
Y bueno, por aritmética
elemental (lector, lectora), el aporte empresarial comprometido con ANDRÉS
MANUEL la semana pasada es de mil 500 millones de pesos.
El avión (ya considerando
la depreciación por su edad y uso) está valuado en 130 millones de dólares.
Cantidad que,
a la paridad actual (18.50, centavos más, centavos menos) equivale a 2 mil 400
millones de pesos.
El cálculo de
AMLO es que el dinero aportado por los millonetas convocados la semana pasada,
le asegura una venta de, al menos, la mitad de los cachitos.
Habrá otros
pases de charola, por supuesto, acaso más discretos, a gobernadores morenistas
y cuadros subalternos, miembros del gabinete nacional y jerarquías secundarias
que, previsiblemente, deberán entrarle con su cuerno.
Difícilmente
escaparán las municipalidades y congresos bajo control del mismo partido,
incluyendo a sus empleados. Igual, la estructura de MORENA, a lo largo y ancho
del mapa nacional.
Y, bueno,
llegará el día señalado (15 de septiembre, dentro de siete meses) y acaso la
maquinaria corporativa movilizada para ese fin logre “colocar” (como se dice en
las rifas escolares) todos los cachitos.
¿Y luego?... Cuando
se disipe el humo de estos fuegos de artificio, el avión (como el mítico
dinosaurio de TITO MONTERROSO) seguirá todavía ahí, en manos del Estado.
Ello, salvo
que ocurriera un golpe de suerte y un providencial comprador resolviera el
problema. Se menciona, sin más detalles, que un empresario coreano habría
ofrecido 125 millones de dólares (5 menos del precio anunciado), pero no se
llegó a un acuerdo.
La Lotería
Nacional tiene orden, pues, de rifar un avión, pero sin avión, asunto difícil
de entender, duro de explicar y (peor) de justificar desde el punto de vista
administrativo.
La nave funge,
en todo caso, como gancho de venta. Ya aparece retratada en los boletos.
Mire usted, la
geometría nos enseña que la línea recta es la vía más corta para unir dos
puntos.
En este México
nuestro (por desgracia) los procedimientos siguen caminos insospechados, que a
ratos parecen moverse en círculos y luego extraviarse en oscuros laberintos.