domingo, 16 de febrero de 2020

Charolas, ayer y hoy


Cd. Victoria.- La artillería fifí en redes sociales asegura, en tono rudo y por demás malcriado, que estamos ante un “cobro de piso”, pero a gran escala.
Desde la trinchera chaira, sistemas antimisiles responden evocando una reunión similar (pero sin rifa) donde CARLOS SALINAS recurrió en 1993 a la misma élite para bajar del macho a los todopoderosos.
Bolsa grande (25 millones de dólares) para la campaña de COLOSIO que luego sería de ZEDILLO, aunque del dinero (como de CAMELIA) nunca más se supo nada. Ni destino, ni uso, ni aplicación detallada.
Medios de entonces culparon al hermano RAÚL, cuyos dedos largos y afilados, por igual se demostraron diestros en la acumulación súbita de fortunas que para jalar el gatillo hacia blancos muy específicos.
Acaso olviden chairos y fifís que en septiembre de 2001 ocurrió algo similar pero de mayor largura en el tiempo.
Los grandes mastodontes del mundo empresarial fueron convocados a la ordeña por el gobierno de VICENTE FOX para que sus aportaciones sirvieran como fondo inicial a la entonces naciente asociación civil “VAMOS MÉXICO”.
Empezaba el gobierno de la alternancia. A manera de pretexto se organizó un concierto del cantante británico ELTON JOHN en el Castillo de Chapultepec.
Por ahí desfilaron los mismos de ahora: SLIM, AZCÁRRAGA, SALINAS PLIEGO y demás.
Aunque la trascendencia fue todavía mayor porque con dicho evento, FOX dejó establecida una ventanilla permanente de cobros deducibles de impuestos.
Requisito obligado para los hombres de negocios que tuvieran aspiraciones de conseguir contratos gubernamentales, proveedurías de bienes y servicios.
Y también permisos, concesiones, devoluciones de impuestos, condonaciones y todo el racimo de gracias que el Ejecutivo estuviera dispuesto a otorgar.
La antesala y aduana previa sería “VAMOS MÉXICO”. Un visto bueno indispensable para todo aquel que quisiera ingresar o permanecer en el ancho mundo de las canonjías federales.
Y, bueno, se supone que esas viejas prácticas ya se habrían extirpado en el nuevo reino de la Cuarta Transformación. Se supone, supondría, supuso…
Para nadie es un secreto que el presidente LÓPEZ OBRADOR trae problemas de caja. No le alcanzan las cuentas para sufragar sus planes en marcha.
Y mire usted que ya lo intentó de muchas maneras, despidiendo burócratas por montones, castigando a proveedores médicos, recortando sueldos y eliminando asesorías.
Amén de reducir gastos de prensa y mochar privilegios, sacando a remate autos, helicópteros y aeronaves ejecutivas, vendiendo la mansión del chino ZHENLI YEGÓN y próximamente los dos partenones de ARTURO, el Negro, DURAZO, en Acapulco y el cerro del Ajusco.
Ni así le alcanza para sacar adelante sus sueños personales como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.
O las 100 universidades y 2 mil 700 sucursales del Banco de Bienestar que quiere instaurar con varita mágica como por generación espontánea.
Es la mejor explicación al pase de charola que tuvo lugar la semana pasada en Palacio Nacional.
AMLO lo quiso justificar de otra manera, a su conveniencia. Tiene otros datos, pues.
Dijo que el premio no sería el avión (sino su valor) para evitar que las redes hicieran mofa del ganador, con memes como aquellos de #Twitter que preguntaban dónde lo iban a estacionar.
Lo cierto es que el impedimento es el mismo de antes, mencionado aquí a propósito del plan original de venta.
No podemos vender (¡ni rifar!) algo que todavía no es nuestro, porque todavía lo debemos, apenas lo estamos pagando.
Y bueno, por aritmética elemental (lector, lectora), el aporte empresarial comprometido con ANDRÉS MANUEL la semana pasada es de mil 500 millones de pesos.
El avión (ya considerando la depreciación por su edad y uso) está valuado en 130 millones de dólares.
Cantidad que, a la paridad actual (18.50, centavos más, centavos menos) equivale a 2 mil 400 millones de pesos.
El cálculo de AMLO es que el dinero aportado por los millonetas convocados la semana pasada, le asegura una venta de, al menos, la mitad de los cachitos.
Habrá otros pases de charola, por supuesto, acaso más discretos, a gobernadores morenistas y cuadros subalternos, miembros del gabinete nacional y jerarquías secundarias que, previsiblemente, deberán entrarle con su cuerno.
Difícilmente escaparán las municipalidades y congresos bajo control del mismo partido, incluyendo a sus empleados. Igual, la estructura de MORENA, a lo largo y ancho del mapa nacional.
Y, bueno, llegará el día señalado (15 de septiembre, dentro de siete meses) y acaso la maquinaria corporativa movilizada para ese fin logre “colocar” (como se dice en las rifas escolares) todos los cachitos.
¿Y luego?... Cuando se disipe el humo de estos fuegos de artificio, el avión (como el mítico dinosaurio de TITO MONTERROSO) seguirá todavía ahí, en manos del Estado.
Ello, salvo que ocurriera un golpe de suerte y un providencial comprador resolviera el problema. Se menciona, sin más detalles, que un empresario coreano habría ofrecido 125 millones de dólares (5 menos del precio anunciado), pero no se llegó a un acuerdo.
La Lotería Nacional tiene orden, pues, de rifar un avión, pero sin avión, asunto difícil de entender, duro de explicar y (peor) de justificar desde el punto de vista administrativo.
La nave funge, en todo caso, como gancho de venta. Ya aparece retratada en los boletos.
Mire usted, la geometría nos enseña que la línea recta es la vía más corta para unir dos puntos.
En este México nuestro (por desgracia) los procedimientos siguen caminos insospechados, que a ratos parecen moverse en círculos y luego extraviarse en oscuros laberintos.