martes, 4 de febrero de 2020

Año de alumbramientos


Cd. Victoria.- La sala de partos luce atestada. Se estremece hoy con la numerosa y variopinta demanda de atención. El país manifiesta de muchas maneras hartazgo frente a la partidocracia existente.
Tampoco abundan las simpatías ante la horda de nuevos inquilinos que aporrean la puerta del INE, buscando su cuota de representatividad y (por supuesto) financiamiento.
-“¡Como si no fueran suficientes los partidos que ya tenemos!”, es queja compartida por votantes de todas las corrientes políticas, izquierdas y derechas.
Pero el hecho está ahí. Establece la ley de partidos que la magna puerta se abre al año siguiente de la elección presidencial (en nuestro caso, el 2019) para resolver las solicitudes al siguiente (2020).
Un alud de membretes nuevos (o reciclados) se abalanza sobre el presupuesto electoral, pidiendo posada, como los peregrinos de Belén.
Tocando la puerta (“knockin at the door”) y sonando la campana (“ringin the bell”) como en aquella canción de PAUL McCARTNEY. Todos quieren que los dejen entrar (“let 'em in, let 'em in”).
Aducen que el risueño mundo de las prerrogativas les espera con los brazos abiertos.
O, por lo menos, que tienen tanto derecho a clavar sus garras sobre el erario como durante años lo hicieron miniaturas parasitarias como PVEM, PT, MC, PANAL y PES.
Con diversidad amplia de mañas, hacen lo posible para llenar los requisitos, entre ellos…
Celebrar asambleas por lo menos en 20 entidades o en 200 distritos electorales donde participen 3 mil afiliados por estado o bien 300 por distrito electoral.
Verificar que en sus reuniones no participen agrupaciones gremiales, garantizar la validez y autenticidad de cada afiliación y asegurarse de que no se inmiscuyan “entes prohibidos” (¡Vade retro!)
También que los afiliados se encuentren vigentes en el padrón.
Que no haya “doble afiliación” entre las organizaciones en busca de registro como partidos nacionales y locales vigentes.
Circunstancia que se antoja remota, pero bueno, de doña ELBA se puede esperar cualquier cosa.
Y como todo sucede en el tiempo (diría HEIDEGGER) para dicho aluvión de requisitos burocráticos hay fechas.
El primer bonche de peregrinos pidió posada hace un año, entre el 7 y el 31 de enero de 2019.
En febrero del 2019, el citado INE anunció un primer “corte”, dando luz verde a las agrupaciones más o menos viables.
Mismas que podrían continuar bregando en proceloso mar de los trámites.
En la etapa actual que va del 8 de enero al 28 de febrero de 2020, los sobrevivientes presentarán solicitud de registro.
Desde febrero hasta abril el INE informaría de manera preliminar y daría un norte más o menos cercano sobre las organizaciones solicitantes que estarían en tesitura de quedar (o no quedar).
Finalmente, el día primero de julio del presente 2020, se anuncia la lista de nuevos partidos nacionales con registro vigente.
-“And the winners are…”
Ello, aunque (dígase lo que se diga) el menú de concursantes (mire usted) está para llorar…
Doña ELBA (one more time) con su neoliberalismo magisterial (antes PANAL, hoy “Redes Sociales Progresistas”) que bien podría llevar el pajarito de #Twitter como emblema.
La lista que muestra el INE en su portal (con corte al 28 de enero pasado) nos habla de 15 solicitantes en espera de veredicto.
Cantidad todavía alarmante si consideramos las ocho organizaciones que hoy día (de alguna manera) existen: MORENA, PAN, PRI, PRD, PT, MC, PVEM y una cosa llamada PES.
Pero ahora llegan otras, reclamando un lugarcito (en boletas y presupuesto) entre la partidocracia.
Las citadas redes elbistas, el Grupo Promotor de México, Encuentro Solidario, Libertad y Responsabilidad Democrática, Foro Democrático Vía de Cambio, Fuerza Social por México, Fundación Alternativa, Súmate a Nosotros, Movimiento Ambientalista Social por México, Frente por la Cuarta Transformación (¿otra?), México Blanco APN, Fomento del Sentido Común para el Desarrollo, Movimiento Vanguardia Social y México Presente.
La pregunta, entre tantas, es si podrá el país sobrevivir a todos ellos.
Y otra interrogante más aguda:
¿Por qué si (se supone) que los partidos actuales ya cubren todo el espectro ideológico, prevalece la hambruna de representatividad?
¿Por qué persiste la necesidad de crear organismos nuevos, en lugar de que la ciudadanía busque incorporarse y participar en los ya existentes?
¿Los ya registrados no son incluyentes?, ¿funcionan como propiedad exclusiva y excluyente de familias, clanes, pandillas, grupos cerrados?
¿Impiden acaso la libre concurrencia, la igualdad de oportunidades en la competencia por candidaturas y cargos dirigentes?...
Son preguntas, desde luego.
La conclusión no esta lejos. Sin democracia interna en los partidos políticos, México está condenado a perseverar inútilmente en la creación de organismos tan caros y efímeros como inútiles.