Cd. Victoria.- El tema es más de antropología que de análisis político. El chamán que habita en Palacio Nacional sigue susurrando instrucciones al oído del México profundo, no sabemos todavía con qué efectos dentro del mediano y largo plazos.
Tampoco importa si con ello se alebrestan las clases medias educadas, los académicos se rasguen las vestiduras y cenáculos patronales sumen argumentos para detestarlo y combatirlo.
Ello, aunque muchas veces se les olvide sopesar, prevenir, considerar el impacto que esos desplantes observan en la base de la pirámide social.
El amplísimo y mayoritario país de los olvidados, agraviados, ofendidos.
Sorprende el vocabulario, agravia el estilo, enardece el uso del lenguaje, ese desparpajo en las formas que parece desobedecer recetarios y manuales de marketing político.
Aunque para el observador desprejuiciado, ello siembre dudas inquietantes más allá de toda lógica, acaso inimaginables.
Será tarea de historiadores precisar cuándo fue la última vez (si es que la hubo) que un presidente mexicano argumentó sus políticas públicas en base a parámetros como “fuchi caca”, “guácala” y “al carajo”.
Sin olvidar el “me canso ganso”, “abrazos no balazos”, “la mafia del poder”, “tengo otros datos” y “prensa fifí”, entre tantos más.
Sin olvidar el “me canso ganso”, “abrazos no balazos”, “la mafia del poder”, “tengo otros datos” y “prensa fifí”, entre tantos más.
Es el mismo mecanismo que emplearon figuras (y operadores) del cine y la televisión para implantar con éxito los dicharajos de artistas y cómicos en la conciencia colectiva.
“Ahí está el detalle” (CANTINFLAS), “órale no espanten” (RESORTES), “calmantes montes, alicantes pintos” (TINTAN), “nomaaás” (CLAVILLAZO), “que bonito gorgorea” (PIPORRO)), “se me chispoteó” (CHESPIRITO), “Chusma, chusma” (KIKO), “Chido, chido” (LUIS DE ALBA), “no lo sé, tal vez, puede ser” (CAPULINA), “voy volado” (BARTOLO), “eres un inútil” (STANLEY), “pregúntame” (DERBEZ).
Y así, hasta el infinito, un centenar de ejemplos más que los lectores de diferentes generaciones y capas sociales podrán recordar y añadir.
Parece broma, pero a dicho estrato preconsciente de la memoria popular le estaría apostando sus fichas el presidente LÓPEZ OBRADOR, desde sus mañaneras y en sus giras.
Muy a su manera, está preparando al país, puliendo invocaciones y conjuros para las elecciones venideras.
Las intermedias del 2021, cuando se disputa la totalidad de la cámara baja, congresos locales, municipalidades y gubernaturas de Baja California Sur, Chihuahua, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Tlaxcala, San Luis Potosí, Sonora, Sinaloa, Querétaro y Zacatecas.
En el mundo de la postverdad, poco importa si lo que alguien dice es cierto, documentable, comprobable.
Basta con que lo parezca y sea establecido, sembrado, instituido dentro de la opinión pública con la suficiente claridad y firmeza.
Al final del día (ojo) no es veracidad lo que se busca sino verosimilitud. Que suene “como si lo fuera” y se perciba con la gracia y oportunidad necesarias para convertirse en eco.
La colectividad hará el resto. Esa fuerza de la costumbre donde todo se legitima y cobran visos de normalidad aquellas formas expresivas que solo al primer momento nos parecieron excéntricas.
El imperio del hábito acaba por imponerse, alguna vez habrá estudios que encuentren a dicha fraseología resonancias filosóficas de valor indiscutible.
Y si no se las encuentran, habrá que decirles que lo hagan.
¿Nadie antes en la academia habló de la corrupción y por ello debemos reconocer al líder de la 4T el que la haya implantado en la esfera superior de nuestras preocupaciones?
No se esfuerce el lector, de poco o nada servirá recordar que el asunto ha sido tema recurrente de diarios y semanarios, libros de denuncia y estudios universitarios desde hace al menos un siglo.
Que baste la voz del primer mandatario para declarar inexistentes a todos ellos, trabajos y autores, incluyendo a las circunstancias que les dieron origen.
Esa corrupción que ha sido la causa por la que no pocos periodistas han muerto y por la que sus medios han sido cerrados por gobernantes de piel demasiado sensible.
Mire usted, habrá que reescribir la historia. A partir de hoy nació como tópico, lema, causa y bandera cuando se convirtió en consigna estentórea de un candidato, un partido y un gobierno.