lunes, 26 de agosto de 2019

Que nombre tan feo


Cd. Victoria, Tam.- Ocurrió este fin de semana. Con voz de trueno, el Sol Azteca anunció a los cuatro vientos que su naufragio está próximo. Ya preparan el harakiri, el punto final.
A más tardar en diciembre, cederán su registro a un nuevo proyecto partidista (otro) que llevaría un nombre que ni como apodo parece bueno: FUTURO 21.
Extraño ejercicio de branding para un partido que, al calor del peñismo, rompió con su pasado de lucha y se instaló en un presente convenenciero, para sacrificar, precisamente, el futuro.
Tiene miga el asunto. Membrete agónico, sus usufructuarios deciden hoy renombrarlo, acaso para que no aparezcan las siglas originales en la esquela funeraria.
Pero además, al renegar de su denominación, logotipo y colores, están echando por la borda una larga tradición de lucha que data desde el viejo Partido Comunista Mexicano (PCM, 1919-81).
Un PCM que después sería pieza central entre el grupo de organizaciones que dieron vida al Partido Socialista Unificado de México (PSUM, 1981-87).
Y un PSUM que, a su vez, se fusionaría con el Partido Mexicano de los Trabajadores del ingeniero HEBERTO CASTILLO (PMT, 1984-87), para crear el Partido Mexicano Socialista (PMS, 1987-89).
De esta matriz, el PMS, en acuerdo con los priístas de la Corriente Democrática y membretes menores, surgiría el Partido de la Revolución Democrática (PRD, 1989).
Cerrando los años 80´y a lo largo de los 90s, esta articulación de fuerzas (inicialmente llamada Frente Democrático Nacional y luego PRD) se convertiría en la organización más exitosa de la izquierda mexicana.
Gana gubernaturas, multiplica su presencia en el Congreso de la Unión, controla congresos locales y centenares de ayuntamientos.
Dará también la pelea por la Presidencia de la República, tres veces con CUAUHTÉMOC CÁRDENAS (1988, 1994 y 2000) y dos con AMLO (2006 y 2012).

CRISIS INTERNA
Con el triunfo de ENRIQUE PEÑA NIETO en 2012 y el regreso del PRI a Los Pinos, el antes combativo Sol Azteca será impactado por dos sucesos de primer orden:
(1) La salida de LÓPEZ OBRADOR y su gente para engordar un nuevo proyecto (MORENA). Un alud de dirigentes, líderes sociales y cuadros operativos del PRD seguirá los pasos del tabasqueño.
(2) El acuerdo impulsado por el nuevo gobierno priísta con los tres principales partidos (PRI, PAN, PRD) bajo el nombre de “Pacto por México”.
El cual fue firmado el 2 de diciembre de 2012, al día siguiente de la toma de protesta presidencial, por GUSTAVO MADERO (PAN), JESÚS ZAMBRANO (PRD) y la interina CRISTINA DÍAZ del PRI (PEDRO JOAQUÍN COLDWEL había renunciado para hacerse cargo de la Secretaría de Turismo).
En ello participaría el titular de Gobernación, MIGUEL ANGEL OSORIO, en calidad de estratega mayor, enlace y personero del Presidente ante las dirigencias partidistas.
Al paso del tiempo, CRISTINA dejaría el cargo al exgobernador mexiquense CÉSAR CAMACHO y MADERO sería reemplazado por RICARDO ANAYA.
El propósito amplio del “Pacto por México” sería el dar trámite rápido en las dos cámaras a un puñado de reformas conservadoras que incrementarían la participación privada en hidrocarburos y electricidad, amén de actualizar las leyes en materias como la bancaria, hacendaria y telecomunicaciones.
Bajo el control de la corriente denominada “Nueva Izquierda”, con CHUCHO ZAMBRANO a la cabeza, el PRD habrá de protagonizar un audaz golpe de timón, haciendo girar la nave hacia las posiciones neoliberales del peñismo. Lo que antaño con tanto ardor combatían.
Si bien todas las reformas fueron aprobadas con la puntualidad debida, para el PRD ello significó el alejamiento sustantivo de sus principios doctrinarios y una sangría considerable de cuadros y seguidores.
Y aunque el “Pacto por México” terminó a mediados del 2014, al materializarse el paquete pactado de reformas, la amistad del PRD y el PAN quedó sellada ante el enemigo común encarnado en el obradorismo y su naciente partido, MORENA.

ALIANZA FALLIDA
Al final del camino les estaba esperando otro pacto, ya no legislativo sino electoral. En el otoño de 2017, el PRD, para entonces encabezado por ALEJANDRA BARRALES, el PAN de RICARDO ANAYA y el Movimiento Ciudadano (MC) de DANTE DELGADO maduran el nuevo proyecto.
El joven ANAYA sería candidato presidencial postulado por los tres partidos bajo una coalición llamada “Por México al frente” que contendería en 2018.
Fue un desastre total. Al cerrar las votaciones, ANAYA alcanzaría el 22.27 % del voto, casi 30 puntos abajo de LÓPEZ OBRADOR, ganador indiscutible de la contienda con 53.19 %
Reducido a simple comparsa del PAN, huérfano en la derrota, el PRD quedó a la deriva, tras consumar sus seis años de complicidad con el peñismo y un rotundo fracaso electoral.
Ese Sol Azteca que en 2006 estuvo tan cerca de ganar la elección presidencial y en 2012 se convirtió en segunda fuerza política nacional, para el otoño del 2018 ya estaba reducido a un minipartido, con solo el 2.8% de los votos.
El caso es que hoy, entre las cenizas del PRD, está surgiendo un engendro raro, atípico, al que transitoriamente llaman FUTURO 21, ya purgado y ajeno a cualquier proyecto de reivindicación social.
Esto no es el PRD ni los partidos de la izquierda histórica que le antecedieron. Acaso fuera lo que queda de los “Chuchos” (ORTEGA y ZAMBRANO) aderezado por una variopinta selección de cartuchos quemados de todas las corrientes.
Entre ellos, el exrector unamita y exsecretario de Salud JOSÉ NARRO, la excandidata presidencial del PT CECILIA SOTO, el exvocero presidencial RUBEN AGUILAR, la periodista BEATRIZ PAGÉS y hasta el ingeniero GABRIEL QUADRI, del PANAL.
Poco bueno o productivo podemos esperar de una colección de egos instalados de tiempo completo en su zona de comodidad, con poco o ningún arraigo popular.
Fin de la historia. Aspiró este partido a ser un Sol Azteca para los mexicanos. Nunca lo fue aunque tuvo momentos estelares en los que su brillo parecía vaticinar logros mayores. Procede ahora a su colapso natural.