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Victoria, Tam. La migración centroamericana
está polarizando al país. Se ha convertido en manzana de la discordia entre los
gobiernos de ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR y DONALD TRUMP.
Resulta evidente el uso electorero que TRUMP está
dando al problema. Le dio resultados en su campaña de 2016 y lo está instrumentando
desde ahora para los comicios del próximo 2020.
Hoy en día, su estrategia de chantaje condiciona la
puesta en marcha del nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos y
Canadá.
Documento firmado el 30 de noviembre de 2018 por el
propio TRUMP, su homólogo canadiense JUSTIN TRUDEAU y el mexicano ENRIQUE PEÑA
NIETO.
El actual huésped de la Casa Blanca demuestra sobradamente
que el cumplimiento de cualquier acuerdo se supedita a su conveniencia y estados
de ánimo.
Y también que puede echar abajo cualquier compromiso
si una mañana, al salir de la regadera, los noticieros de televisión le muestran
imágenes de migrantes cruzando en tumulto por Arizona o California.
Aunque el problema no se agota con las arbitrariedades
de TRUMP.
Es un hecho real que el número de migrantes ha
escalado en los últimos años.
Entre otras razones por los numerosos riesgos que
encuentran al cruzar territorio mexicano.
La amenaza permanente del crimen organizado que los
extorsiona, cobra peaje, secuestra, agrede, asesina, en complicidad con las
corporaciones policíacas de México.
Comprensiblemente, piensan que viajar en caravana los protege
mejor.
Y entre más nutrida esté la caravana, son mayores sus
posibilidades de resistencia, su margen de supervivencia.
VIRAJE RIESGOSO
Sin embargo, también es necesario tomar nota del
cambio observado en el discurso presidencial mexicano a partir del primero de
diciembre (incluso, antes, desde el triunfo obradorista en julio).
Con el ascenso y arribo de LÓPEZ OBRADOR, la postura varió
sensiblemente.
Estamos yendo bastante más allá del compromiso tradicional
con los derechos humanos de los migrantes, que antes repetían, por mera rutina,
los señores PEÑA, CALDERÓN, FOX, ZEDILLO y SALINAS.
La visión de AMLO arranca con la promesa insólita y
sin precedentes de otorgar visas y además empleo a los centroamericanos que así
lo soliciten.
Son palabras de presidente que (ojo) tienen un peso
sustantivamente mayor a cualquier posicionamiento de dirigentes partidistas,
líderes sociales, grupos parlamentarios o funcionarios.
Es la voz del mandatario y está cargada de poder,
acaso más (bastante más) de lo que ANDRÉS MANUEL imaginó en un principio.
El impacto es hoy visible en la respuesta inmediata
observada en localidades y rancherías centroamericanas.
Si antes venían por docenas y luego fueron cientos, hoy
las caravanas se proyectan y organizan por millares.
Difícil saber hasta dónde esté consciente el Jefe de
la Nación del efecto causado por sus desplantes verbales.
Mire usted, si los mexicanos decimos que Oaxaca,
Guerrero o Chiapas son ejemplos de pobreza extrema, hay regiones de
Centroamérica donde la gente vive notablemente peor. Y son muchos.
El 19 de abril pasado, el diario NEW YORK TIMES
publicó una crónica fechada en Mapastepec, cabecera y municipio al sur de
Chiapas.
Se ubica en una de las zonas donde la marabunta
migratoria impacta de frente, congestiona calles, se estaciona en parques,
explanadas y centros deportivos, causando gradualmente una sensación de
hartazgo entre la población mexicana.
Inconformidad que, sin tapujos, dirigen hacia LÓPEZ
OBRADOR.
Se dicen decepcionados de su gobierno, en una entidad del
país donde el voto de 2018 fue mayoritario para MORENA.
Cuestión de recordar que, en enero pasado, el Presidente
de México invitó de viva voz a los indigentes centroamericanos para que
pudieran solicitar una visa humanitaria que los autoriza a trabajar en
cualquier lugar de México, durante un año.
Fue instalada, en consecuencia, una oficina
gubernamental en la frontera sur para atender a solicitantes y expedir dichas
visas.
¿Imaginó AMLO que la respuesta sería masiva?, ¿pensó
acaso el efecto de sus palabras?, ¿previó alguno de sus asesores la cantidad de
destinatarios implicados en una decisión así?
El caso es que, apenas dos semanas después de iniciado
dicho programa, ante un alud de 13 mil solicitantes, tuvieron que cerrar la
ventanilla y suspender la emisión de visas.
CALAMBRE AL NORTE
Este es el entorno que explica las pataletas recurrentes
de DONALD TRUMP. Sus exabruptos cargados de un claro propósito electoral.
Que también debemos entender como respuestas puntuales
al relajamiento sin precedentes observado en la frontera sur de México.
De aquí la respuesta de la Casa Blanca amenazando con imponer
aranceles al tomate mexicano.
Misma que fue conjurada tras largos días de negociaciones
encabezadas por el canciller MARCELO EBRARD.
Y aunque el acuerdo todavía no se conozca del todo, lo
más visible fue la movilización de seis mil efectivos de la Guardia Nacional
hacia la frontera sur, anunciada por el propio AMLO el viernes 7 de junio.
¿Su principal misión?, frenar el oleaje y enviar un
mensaje positivo a TRUMP.
Queda claro que nuestro presidente está buscando enmendar
el entuerto, esa oferta de visas que brotó de su ronco pecho sin medir las consecuencias.
Pero todo ello no modificó su postura. El pasado martes
11 de junio, durante una gira por la capital, ANDRÉS MANUEL insistió en el tema.
Dijo:
“Vamos a ayudar a los centroamericanos para que tengan
trabajo en sus lugares de origen y que tengan también trabajo en México, porque
va a haber para todos. Donde come uno, comen millones.”
Por supuesto, el gobierno de Estados Unidos toma nota
cada día y muy al detalle, porque es parte interesada. La ola migratoria llega
hasta sus fronteras.
Preocupa también que la bronca continúe circunscrita a
los presidentes de México y Estados Unidos, sin que nadie llame a cuentas a la
camarilla de déspotas que gobiernan Centroamérica.
Responsables directos de la pobreza, la marginación, el
alto índice de criminalidad y el autoritarismo político que son, sin duda, los
detonadores de dichas fugas masivas.
De norte a sur: JIMMY MORALES de Guatemala, NAYIB BUKELE
de El Salvador, ORLANDO HERNÁNDEZ de Honduras, DANIEL ORTEGA de Nicaragua, CARLOS
ALVARADO de Costa Rica y CARLOS VARELA de Panamá.
A ellos nadie les reclama, nadie los sienta a platicar.
Quizás porque su condición de repúblicas bananeras con maquila barata y mal
pagada, hace felices a las propias compañías estadounidenses.
La víbora de Washington tendría que morderse la cola y
no es el caso.