Cd.
Victoria.- Se llama JAIME HELIODORO RODRÍGUEZ
CALDERÓN, le dicen el Bronco y nació el Día de los Santos Inocentes, un 28 de
diciembre de 1957.
Año en el que, por cierto, han venido al
mundo no pocas celebridades, de BIN LADEN al subcomandante MARCOS, entre otros
(y otras).
Asume JAIME la gubernatura de Nuevo León entre esperanzas de cambio ligadas a (1) su carácter
frontal, (2) su candidatura independiente y (3) la moralización prometida en
campaña.
Aunque justo sea decir que, al no tener
partido, tampoco llega acompañado de una bancada propia en el Congreso local,
ni de alcaldes afines.
Trepó sólo, ahí radica su fuerza y también
su debilidad. Dice carecer de compromisos aunque igual adolece de ayuda más
allá del Ejecutivo a su cargo.
Lo valida su chamba como alcalde en el
municipio de García (2009-2012) en los peores años del estallido delictivo que
envolvió al país desde 2010.
Destaca su reciedumbre ante la irrupción
criminal. En ese camino sobrevivió a dos atentados, a partir de lo cuál su
imagen trascendió los límites municipales para llevarlo a romper con el PRI y
proyectarlo a la gubernatura.
En particular, llama la atención esa oferta
que no sabríamos si ubicar en el desnudo terreno de la justicia o en la
oscuridad del revanchismo político. Enjaular a su antecesor RODRIGO MEDINA.
FORMA
SIN FONDO
Con el frenesí de quien descubre el hilo negro, los primeros apuntes de la prensa norteamericana señalaban que el Bronco ostenta, en calidad de sello personal, un hablar franco como el de VICENTE FOX.
Con el frenesí de quien descubre el hilo negro, los primeros apuntes de la prensa norteamericana señalaban que el Bronco ostenta, en calidad de sello personal, un hablar franco como el de VICENTE FOX.
Aplicando la lupa al mito vaquero, la
comparación entre JAIME y VICENTE acaso sirva para alertar contra el peligroso
error de confundir franqueza con sinceridad.
Constituye un lugar común de la propaganda
regionalista cierto afán por mitificar la presunta autenticidad del espécimen
urbano que adopta modales de hombre de campo.
Se aplica al temperamento norteño y se le atribuye
alguna suerte de devoción por la verdad directa (“hablar al chile”, en su descripción
vulgar) sin miedo ni cortapisas, “al pan, pan y al vino, vino”.
¿Pero en verdad es cierto esto?...
El modelo es más viejo y gastado de lo que
se piensa. Al norte del río Bravo, RONALD REAGAN fue, al mismo tiempo, orador sagaz
de franqueza formidable y uno de los más grandes mentirosos que haya pasado por
la Casa Blanca.
No muy lejos el caso de DONALD TRUMP, bocón
mendaz, incorregible. Que alguien tenga la lengua suelta no garantiza una conexión
neuronal mínima dándole sustento.
De ahí el deslinde. La franqueza alude a la
forma, a cierto estilo que se ufana en la economía de palabras, aunque no
necesariamente en la verdad o en el conocimiento de causa.
La autenticidad, por el contrario,
significa decir lo que realmente se piensa y siente, mostrar las verdaderas
intenciones o (mejor aún) donde el hablar y el saber vayan de la mano.
En este sentido, un capitalino (chilangos,
les llaman) puede ser absolutamente sincero aunque le dé veinte vueltas a sus
argumentos antes de tocar el meollo del asunto, entre citas al calce,
precisiones anticipadas y paréntesis dentro de los paréntesis.
A la inversa, un rancherón como FOX pudo emplear
un lenguaje directo para decir las falacias más insolentes, trucos de marketing,
mentiras deliberadas como aquella de arreglar Chiapas “en 15 minutos”.
¿MODELO
DE CONDUCTA?
Habría que recomendar, entonces, prudencia
a quienes hoy asumen que el modelo del Bronco es exportable al vecindario
regional, incluyendo Tamaulipas.
Constatar si su estilo franco tiene propósitos
reales. Esperar a verlo interactuar con un poder legislativo abrumadoramente
ajeno. Ello, amen de comprobar si su propuesta se funda en ideas y no en meras
ocurrencias.
Y entonces sí, sobre resultados, platicamos.