lunes, 28 de septiembre de 2015

No en Tamaulipas

Cd. Victoria.- Se llama JAIME HELIODORO RODRÍGUEZ CALDERÓN, le dicen el Bronco y nació el Día de los Santos Inocentes, un 28 de diciembre de 1957.
Año en el que, por cierto, han venido al mundo no pocas celebridades, de BIN LADEN al subcomandante MARCOS, entre otros (y otras).
Asume JAIME la gubernatura de Nuevo León entre esperanzas de cambio ligadas a (1) su carácter frontal, (2) su candidatura independiente y (3) la moralización prometida en campaña.
Aunque justo sea decir que, al no tener partido, tampoco llega acompañado de una bancada propia en el Congreso local, ni de alcaldes afines.
Trepó sólo, ahí radica su fuerza y también su debilidad. Dice carecer de compromisos aunque igual adolece de ayuda más allá del Ejecutivo a su cargo.
Lo valida su chamba como alcalde en el municipio de García (2009-2012) en los peores años del estallido delictivo que envolvió al país desde 2010.
Destaca su reciedumbre ante la irrupción criminal. En ese camino sobrevivió a dos atentados, a partir de lo cuál su imagen trascendió los límites municipales para llevarlo a romper con el PRI y proyectarlo a la gubernatura.
En particular, llama la atención esa oferta que no sabríamos si ubicar en el desnudo terreno de la justicia o en la oscuridad del revanchismo político. Enjaular a su antecesor RODRIGO MEDINA.

FORMA SIN FONDO
Con el frenesí de quien descubre el hilo negro, los primeros apuntes de la prensa norteamericana señalaban que el Bronco ostenta, en calidad de sello personal, un hablar franco como el de VICENTE FOX.
Aplicando la lupa al mito vaquero, la comparación entre JAIME y VICENTE acaso sirva para alertar contra el peligroso error de confundir franqueza con sinceridad.
Constituye un lugar común de la propaganda regionalista cierto afán por mitificar la presunta autenticidad del espécimen urbano que adopta modales de hombre de campo.
Se aplica al temperamento norteño y se le atribuye alguna suerte de devoción por la verdad directa (“hablar al chile”, en su descripción vulgar) sin miedo ni cortapisas, “al pan, pan y al vino, vino”.
¿Pero en verdad es cierto esto?...
El modelo es más viejo y gastado de lo que se piensa. Al norte del río Bravo, RONALD REAGAN fue, al mismo tiempo, orador sagaz de franqueza formidable y uno de los más grandes mentirosos que haya pasado por la Casa Blanca.
No muy lejos el caso de DONALD TRUMP, bocón mendaz, incorregible. Que alguien tenga la lengua suelta no garantiza una conexión neuronal mínima dándole sustento.
De ahí el deslinde. La franqueza alude a la forma, a cierto estilo que se ufana en la economía de palabras, aunque no necesariamente en la verdad o en el conocimiento de causa.
La autenticidad, por el contrario, significa decir lo que realmente se piensa y siente, mostrar las verdaderas intenciones o (mejor aún) donde el hablar y el saber vayan de la mano.
En este sentido, un capitalino (chilangos, les llaman) puede ser absolutamente sincero aunque le dé veinte vueltas a sus argumentos antes de tocar el meollo del asunto, entre citas al calce, precisiones anticipadas y paréntesis dentro de los paréntesis.
A la inversa, un rancherón como FOX pudo emplear un lenguaje directo para decir las falacias más insolentes, trucos de marketing, mentiras deliberadas como aquella de arreglar Chiapas “en 15 minutos”.

¿MODELO DE CONDUCTA?
Habría que recomendar, entonces, prudencia a quienes hoy asumen que el modelo del Bronco es exportable al vecindario regional, incluyendo Tamaulipas.
Constatar si su estilo franco tiene propósitos reales. Esperar a verlo interactuar con un poder legislativo abrumadoramente ajeno. Ello, amen de comprobar si su propuesta se funda en ideas y no en meras ocurrencias.

Y entonces sí, sobre resultados, platicamos.