Cd.
Victoria.- Repasando archivos y constatando fechas,
fue un 20 de enero de 2010 cuando consigné en esta columna la designación del
doctor RODOLFO TORRE como precandidato único del partido tricolor a la
gubernatura.
Cabría tomar ese dato como referencia, sin
olvidar los necesarios ajustes que derivan de recientes cambios en nuestro
calendario electoral.
Cabe la pregunta, ¿Nos iremos a la vacación
navideña con alguna sospecha fundada en cuando a la identidad del susodicho?
Hay quien piensa que sí, por lo menos en esta
capital cueruda de urracas y cotorras, universalmente afamada (como la vieja
Sicilia) por sus secretos tan (pero tan) celosamente guardados que todo mundo
los conoce.
Aunque en otras trincheras consultadas se
dice que nones, basándose en el estilo personal de ENRIQUE PEÑA NIETO, a la
sazón Presidente de la República y jefe nacional de su partido.
HERMES
RELOADED
Para Tamaulipas, pues, pudiera sobrevenir
algo cercano a un “eruvielazo”, si hemos de recordar la forma como se resolvió
el caso mexiquense en marzo de 2011, a favor del entonces alcalde de Ecatepec
ERUVIEL AVILA.
De sopetón y sin decir agua va, cuando las
redes sociales se debatían y arrebataban entre los nombres del diputado federal
LUIS VIDEGARAY y el presidente municipal de Huixquilucan ALFREDO DEL MAZO, entonces
llegó ERUVIEL.
El gobernador saliente, un PEÑA NIETO ya
para entonces encaminado de manera franca tras la Presidencia, asestaría así un
albazo ejemplar, ofreciendo con ello una probadita en torno a su estilo
personal de administrar las sucesiones regionales.
Por semanas los medios especularon mucho en
cuando a sus razones. Se argumentó que (1) VIDEGARAY estaba contemplado para
empresas mayores (lo cuál fue cierto) y que (2) DEL MAZO habría sido vetado por
la mano peluda de Agualeguas, debido a una vieja rivalidad familiar, aunque
también (3) que ERUVIEL, a la chita callando, traía buenos números.
ACLARACIÓN
PUNTUAL
Buenos (ojo) aunque no necesariamente los
mejores. La popularidad en la víspera debe ser contemplada aquí como elemento
coadyuvante, entre un conjunto amplio de variables (trayectoria, preparación,
experiencia) y, muy particularmente, la confianza de quien decide.
Indispensable entender lo anterior para quedar
advertidos desde ahora que toda popularidad previa al proceso interno ni es ni
puede ser factor decisivo.
Ello, en la medida en que puede estar
adulterada por la exposición mediática del momento. A la cuál no todos van y
por ello está sesgada, carece de valor concluyente.
Y esto significa que cualquier medición
temprana (y mire usted que ahorita, en el presente otoño, es muy temprano) constituye
una foto del momento.
Registra ruido, matraca, vocinglería
especulativa, pero no reporta factores de mayor peso como la credibilidad comparativa
de cada aspirante o la percepción ciudadana de sus capacidades.
Sería cruel que contempláramos esto como un
concurso de belleza que deba regirse por alguna suerte de “aplausómetro”, algo
propio de los certámenes de baile televisivos.
FINIQUITO
La balanza, pues, dará de qué hablar en su
momento (ni antes ni después, decía la vieja regla) aunque la diferencia en
tiempos de la alternancia es que quienes naufraguen deberán ser rescatados.
No los pueden dejar sueltos, a riesgo de
que ese capital político ruede en una dirección distinta a la del partido
oficial.
Los tiempos, pues, marcan enero, con
algunas luces pálidas en diciembre que acaso algunos telescopios de precisión
puedan detectar, no todos.
O, mejor dicho, será difícil saber quién
está en lo cierto ante la exuberancia de pronósticos fraguados en la
subjetividad de la simpatía y la debilidad de la conveniencia, aunque sin
prospectiva alguna.
Animo, ya falta menos.