lunes, 28 de enero de 2013

Seguridad noreste


Cd. Victoria, Tam.- En ocasiones de lo importante se hace poco ruido y los asuntos de menor cuantía ocupan espacios estelares.
Fundamental, el encuentro efectuado el pasado viernes 25 en Monterrey por el gabinete de seguridad con los gobernadores del noreste mexicano, entre ellos, por supuesto, el ingeniero EGIDIO TORRE CANTÚ.
Por el bando federal estuvieron los titulares de Segob, MIGUEL ANGEL OSORIO CHONG; Sedena, SALVADOR CIENFUEGOS; Semar, VIDAL FRANCISCO SOBERÓN; PGR, JESÚS MURILLO KARAM y CISEN, EUGENIO ÍMAZ.
A los que habría que añadir a los subsecretarios de Gobernación MANUEL MONDRAGÓN y LUIS ENRIQUE MIRANDA.
Al evento identificado como reunión regional de seguridad del noreste fueron también los mandatarios de Coahuila, RUBÉN MOREIRA; San Luis Potosí, FERNANDO TORANZO; Veracruz, JAVIER DUARTE; Durango, JORGE HERRERA y, por supuesto, el anfitrión RODRIGO MEDINA.
Escueto pero significativo, el propósito señalado sería el de “afinar y reforzar las estrategias” regionales y el apoyo que la federación otorga en este rubro a los estados.
Los asuntos de seguridad hoy día se manejan con sordina, a diferencia del gran despliegue mediático acostumbrado hasta el 30 de noviembre pasado.
El mensaje parece claro: que el discurso de los hechos reemplace al largo, recurrente, sinuoso y a menudo poco práctico lenguaje de las buenas intenciones, las amenazas y las lamentaciones.
Priístas todos, dos de los gobernadores se encuentran en el cargo desde el 2009 (Nuevo León, San Luis Potosí), dos más asumieron en 2010 (Durango, Veracruz) y dos operan a partir del 2011 (Coahuila y Tamaulipas).
Sus regímenes proceden de la segunda mitad del calderonato, durante la crisis definitiva del modelo antidelictivo planteado por el gobierno panista.
La debacle final, cuando la violencia se exacerbó a límites nunca antes vistos, mientras el Presidente repartía culpas a estados, municipios y al propio gobierno norteamericano.
Y mire usted, desde mediados del 2012, tras confirmarse la victoria en las urnas de ENRIQUE PEÑA NIETO, ocurrieron dos fenómenos de importancia.
Por principio, una esperanza de cambio positivo en el tema de la seguridad, respecto al nuevo gobierno.
Expectativa que los propios voceros de PEÑA NIETO supieron alimentar al trascender que habría un enfoque sustancialmente distinto a la infortunada “guerra de CALDERÓN”.
Pero un segundo efecto se observó a partir de septiembre, por los días en que EPN fue nombrado presidente electo y recibió su constancia de mayoría.
Particularmente en Tamaulipas, se dejó sentir (prácticamente todo el cuatrimestre final del año) una baja en el número de efectivos federales dispuestos para la cobertura territorial, la vigilancia motorizada en calles y caminos.
De manera transitoria, los meses finales de CALDERON (septiembre, octubre y noviembre) y todavía el primes mes de PEÑA NIETO (diciembre) las corporaciones habrían bajado sensiblemente la guardia acaso como medida de precaución, en espera de las nuevas instrucciones que vendrían del entrante gobierno.
Esto no paso desapercibido para la contraparte delictiva que pareció incrementar su actividad en los últimos meses del 2012.
Con la entrada del nuevo año, la vigilancia empezó a repuntar y a recuperar gradualmente territorios.
Desde luego, falta mucho por hacer, aunque la sensación es que ahora la estrategia será de gran calado, con metas de mediano y largo plazos.
Las instituciones de seguridad no pueden conformarse con actuar de manera defensiva ni permitir que las organizaciones criminales les marquen la agenda.
De ahí la importancia de la reunión celebrada en la capital reinera pues confirma el enfoque regional que se dará al diagnóstico de haberes y deberes.
Pero, sobre todo, inaugura tiempos nuevos en materia de colaboración, fincados en la mutua confianza entre ambos niveles de gobierno, valor que se había perdido por el ánimo persecutorio que caracterizó al grupo calderonista.
Son otros tiempos, sin duda.