Cd. Victoria, Tam.-
Que más diéramos todos porque la percepción estadística en materia de seguridad
pública fuera lo más cercana a la realidad.
Brincos
daríamos, en serio, porque si bien dicha percepción ha mejorado sensiblemente, la
realidad siga siendo la misma.
Un
conjunto de acciones coordinadas en el ramo institucional y en el manejo de la
información oficial han venido sembrando desde el primero de diciembre cierta
expectativa favorable de cambio, sin duda saludable para el joven gobierno de
ENRIQUE PEÑA NIETO.
Por un
lado el discurso presidencial dejó atrás la obsesión calderonista por la
cacería de capos, esa Guerra Santa que lejos de pacificar al país, encrespaba
peor los ánimos.
Una
diferencia sustantiva en la administración peñista radica en el hecho de que
tanto los discursos como los comunicados oficiales vayan dirigidos hacia tareas
de orden constructivo, creativo, propositivo.
Cuestión
de repasar la bitácora de la semana recién concluida donde destacaron asuntos
como la atención a la sequía en Zacatecas, el seguro de vida a jefas de familia
y su reunión con embajadores.
En este
último punto resalta también la orden girada desde Cancillería para que
embajadas y oficinas consulares dejen a un lado el rubro de la (in)seguridad
pública.
En su
lugar, la nueva línea temática de nuestras representaciones en el exterior
giraría en torno a la promoción franca del México que abriga grandes proyectos
económicos, el México de las reformas modernizadoras, del crecimiento y de eso
que solemos llamar buen gobierno.
Desde
luego, la expectativa favorable sembrada de manera simultánea en los más
diversos campos de la actividad gubernamental suele rendir frutos agradables en
un plazo relativamente corto.
Cuenta
en ello la tradicional esperanza que trae aparejada todo cambio presidencial.
Esto
es, la inevitable luna de miel del nuevo mandatario con el electorado y también
el hecho de que hoy resida en Los Pinos un hombre de semblante más optimista
que ese antecesor tortuoso y acorralado en el que se convirtió FELIPE CALDERÓN
en la segunda mitad de su mandato.
Necesario
es aterrizar las cosas, sin embargo.
La
realidad antecede a la palabra y no a la inversa como suelen soñar los
políticos de todos los partidos y en los tres niveles de gobierno.
Por
supuesto, en el marketing institucional se formulan y dibujan en el aire
incontables deseos con la ferviente intención de que cristalicen en automático,
por el sólo hecho de nombrarlos.
Ello,
aunque (a decir verdad) sólo en la magia es dable (o al menos imaginable) el
que la palabra, el logos, genere cambios sustanciales y visibles en los hechos.
Por lo
general los cambios exigen esfuerzo, tareas sustantivas, ampliamente
orquestadas y muy perseverantes en función (siempre) de un diagnóstico
correcto.
Reflexiono
esto al momento en que veo el recorrido del doctor MANUEL MONDRAGÓN y KALB, Subsecretario
de Planeación y Protección Institucional de SEGOB en el Centro de Mando de la hoy
renovada (reubicada, reconfigurada) Policía Federal.
-“Llevar
tranquilidad al país”, apunta este médico de notable temple, graduado en la
UNAM, apasionado de las artes marciales, contralmirante de la SEMAR, ligado
profesionalmente al Instituto de Nutrición "SALVADOR ZUBIRÁN”, extitular
de Salud bajo el gobierno capitalino de LÓPEZ OBRADOR (2000-2006) y extitular
de seguridad con EBRARD (2006-2012).
MONDRAGÓN
recorrió las instalaciones de inteligencia, tecnología y adiestramiento,
mencionando no solo el combate a la delincuencia entre las obligaciones de esta
corporación sino, además, una responsabilidad que me parece fundamental: “el
auxilio a la población.”
Solía
subrayar don MANUEL BUENDÍA TELLEZGIRÓN, ese estupendo analista que iluminó a mi
generación, la importancia de ligar no solamente el dicho al hecho sino
(también) el hecho al dicho.
La
expectativa es favorable, la esperanza en la gente parece renacer, se escucha
bien todo lo que dicen. Ahora faltan los hechos.