Cd. Victoria, Tam.-
Sin rechazar ni aprobar, describiendo únicamente el paisaje humano, los
mexicanos (igual que los norteamericanos y europeos) sostenemos una relación
dual hacia las tareas de inteligencia.
Junto a
brotes de temor, aprehensión y hasta odio, afloran luego reclamos de
efectividad que parecerían validar la existencia de dichos organismos.
Insoslayable,
la admiración que entre círculos intelectuales, periodísticos y hasta
partidistas identificados con la izquierda hubo (y permanece) hacia la figura
de don FERNANDO GUTIERREZ BARRIOS, personaje emblemático en la historia de la
inteligencia política.
Su
embrujo atrapó a hombres como MANUEL BUENDÍA y JULIO SCHERER. Asoma incluso en
aquel enigmático personaje de “Morir en el Golfo”, la novela de AGUILAR CAMÍN,
donde lo refiere con insistencia como “mi contacto en Gobernación”.
Y,
vaya, si una coyuntura ejemplifica esa relación ambivalente, lo es sin duda el episodio
de las torres gemelas en Nueva York.
Feria de
paradojas, aún los sectores más radicales de la opinión pública dirigían su
queja hacia las alturas reclamando a las agencias de seguridad (CIA, FBI, et
al.) el no haber cumplido su obligación de estar lo suficientemente informadas
para prevenir dichos ataques.
Mismos grupos
y personas que tradicionalmente se quejan (como pose intelectual, más que todo)
contra los “pájaros en el alambre”, olvidando acaso que la presente era digital
es, fundamentalmente, inalámbrica.
Un diagnóstico
mexicano en el que coinciden tirios y troyanos es que durante la docena panista
(2000-2012) ocurrió un desastre no sólo en seguridad y justicia, también en
inteligencia.
En dos
sexenios el CISEN tuvo seis titulares, como fueron los señores EDUARDO MEDINA
MORA (2000-2005); JAIME LÓPEZ BUITRÓN (2005-2006); GUILLERMO VALDÉS
(2006-2011); ALEJANDRO POIRÉ (2011) y de nueva cuenta el propio LÓPEZ BUITRÓN
(2011).
Contradicción
recurrente, hoy que los chicos de Bucareli se hallan enfrascados en una magna
tarea de reingeniería institucional, vuelve el temor, la conspiranoia, tras
anunciarse el nacimiento de un nuevo organismo llamado Centro Nacional de
Inteligencia (CNI), adscrito (por supuesto) a Gobernación.
El
“time-line” en este campo es del todo conocido:
En 1918,
el presidente CARRANZA instauró una oficina en SEGOB denominada "Sección
Primera", buscando prevenir las acciones de sus adversarios armados, por
entonces muchos.
Instancia
que bajo el gobierno de PORTES GIL (1929) cambia de nombre a “Departamento
Confidencial”. Con CÁRDENAS (1938) será rebautizada como "Oficina de
Información Política" y con AVILA CAMACHO (1942) se convertirá en
"Departamento de Investigación Política y Social" (DIPS).
Con
ALEMAN (1947) se abre de manera paralela una Dirección Federal de Seguridad
(DFS) y bajo DIAZ ORDAZ, la anterior DIPS se convierte en Dirección General de
Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS).
Con DE
LA MADRID (1985) se fusionan DGIPS y DFS en una sola Dirección General de
Investigación y Seguridad Nacional (DGISN) y bajo SALINAS (1989) se crea el
actual Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
Bien,
estamos en 2013. El organismo que viene (Centro Nacional de Inteligencia, CNI) tiene,
por cierto, el mismo nombre de una dependencia que opera en España desde el 2002,
por instancias del entonces jefe de gobierno JOSE MARÍA AZNAR.
Y,
bueno, si el CNI mexicano fuese continuación cabal del actual CISEN, habrá que
apuntar como su probable cabeza al recién nombrado titular de este organismo
EUGENIO ÍMAZ GISPERT.
Su currícula
destaca en el estado de Hidalgo, en tareas de planeación, contraloría,
seguridad y asesoría bajo los sucesivos regímenes de JESÚS MURILLO KARAM,
MIGUEL ANGEL OSORIO y el actual FRANCISCO OLVERA.
De
familia pensante, IMAZ es nieto del filósofo español EUGENIO IMAZ, hijo del
matemático mexicano CARLOS IMAZ JAHNKE y hermano del ex-líder estudiantil
CARLOS ÍMAZ GISPERT.
Sus
críticos le señalan falta de experiencia en estas lides.
El
tiempo dirá.