Cd. Victoria.- Duda esencial, primaria, elemental, considerando que ni EMILIO AZCÁRRAGA JEAN ni (mucho menos) RICARDO SALINAS PLIEGO son lo que se dice unas “madres de la caridad”: ¿cuánto van a facturar TELEVISA, TV AZTECA y similares por ese espaldarazo que hoy le están dando al gobierno obradorista con su megaplan educativo a distancia?
Quizás para otras cosas no haya dinero, para esto sí. Mire usted, se trata del antes satanizado “duopolio televisivo” al que tanto odió, impugnó, deturpó LÓPEZ OBRADOR en las campañas presidenciales de 2006 y 2012.
Fue precisamente en 2012 cuando ANDRÉS MANUEL llamó a PEÑA NIETO “el candidato de las televisoras”, en razón a que el aspirante mexiquense había forjado su imagen pública mediante costosas campañas en la TV nacional.
Eran los días en que AZCÁRRAGA y SALINAS PLIEGO formaban parte todavía de la “mafia del poder” dentro del léxico obradorista. En efecto, junto a personajes como CARLOS SLIM.
Hoy todos son empresarios patriotas y honestos. Cariño que el gobierno parece haber comprado mediante concesiones cuantiosas del espacio radioeléctrico, contratos de construcción ferroviaria y hasta servicios bancarios en la distribución de ninibecas y apoyos de adultos mayores.
Ahora los confirma como sus aliados en tiempos muy difíciles para el régimen de la #4T, cuando la pandemia socava inexorablemente su legitimidad y desnuda al gobierno de ANDRÉS MANUEL mostrándolo como un timonel falido y notoriamente inepto.
Para nadie es un secreto que la televisión tradicional (llamada también “unívoca”) se encuentra en franca decadencia ante la poderosa irrupción de la red Internet, omnipresente hoy en nuestras vidas.
En la muñeca, dentro del reloj; en el bolsillo como prestación indispensable del teléfono móvil; en tablets, laptops, computadoras de escritorio. Y también en los televisores inteligentes, los llamados SMART-TV.
Durante la última década esto representó una modificación sustantiva en el flujo de dinero que por concepto de publicidad antes llenaba los bolsillos de los concesionarios.
Ganancias que ahora se están redireccionando a los portales informativos, redes sociales, blogs, dejando también sin patrocinadores a la prensa impresa y los radiodifusores.
Mudanza drástica de paradigma, en efecto. En redes comenté hace días que es todo un cambio de época, como cuando abandonamos las viejas Olivetti para teclear en una PC y dejamos el formato Kodak de celuloide para incorporar la fotografía digital.
SOCIOS, ¿CÓMPLICES?
En este contexto, haciendo gala de su singular astucia, el Presidente de México aprovecha ahora el próximo regreso a clases para involucrar a los consorcios televisivos en un gigantesco programa de educación a distancia.
Ello, en el entendido de que la pandemia no permite todavía las clases presenciales. De aquí la reunión triunfal en Palacio para signar con cuatro compañías privadas (Televisa, TV-Azteca, Imagen y Multimedios) y una estatal (canal 11, del IPN).
El plan comprende más de 4 mil 550 programas de televisión, entre las 8 y las 19 horas, en concordancia con programas de estudio y a cinco niveles. Esto es: educación inicial, prescolar, primaria, secundaria y bachillerato.
Entre las muchas dudas que despierta el magno acuerdo, cabe preguntar (1) por qué no lo aterrizó la SEP directamente en la red Internet, como hoy lo están haciendo instituciones educativas de todo el mundo.
También (2) por qué hubieron de contratar la intermediación de los concesionarios televisivos y (2) cuál va a ser el costo para un erario hoy más que nunca hambriento de recursos.
Aunque debemos recordar que el actual secretario de Educación, ESTEBAN MOCTEZUMA, es un empleado dócil de Grupo AZTECA.
Otro dato importante. Ya no existen los llamados “tiempos oficiales”, pues el propio AMLO canceló dicha modalidad que permitía el pago de impuestos con tiempo aire para mensajes gubernamentales.
Tendrán que pagarles. Mejor aún, contratar espacio será, muy apenas, el gasto primario. Falta averiguar los costos de producción que las mismas compañías abonen a sus respectivas facturas.
En otras palabras, una auténtica inyección de recursos a las alicaídas empresas mexicanas de TV. Solo que con cargo al (todavía más anémico) erario nacional. Como en el FOBAPROA, dineros públicos rescatando negocios particulares.
No es casual, pues, que al día siguiente de anunciada la medida, las acciones de TELEVISA y TV-AZTECA pegaron un salto en la bolsa de valores (15% el consorcio de AZCÁRRAGA, 18% el de SALINAS).
Con la vista en la elección federal intermedia del 2021, AMLO establece alianzas y amarra complicidades que abonan el camino de colaboraciones más amplias.
Parecería que el gobierno de la #4T estuviera comprando los favores de la televisión privada para darle un uso político a esa gran celestina que antes encumbró a SALINAS, ZEDILLO, FOX, CALDERÓN y PEÑA.
Está por verse a qué costo para la pluralidad de contenidos, ante un presidente que cree firmemente en las verdades únicas.