Cd. Victoria.- La clase política regional orienta su periscopio hacia la segunda orilla del régimen. Umbral de transición que desde hoy desata pasiones, con elementos nuevos (por cierto) herencia de la historia reciente.
Mientras Tamaulipas fue gobernado bajo el modelo de partido único (o casi único), la especulación sucesoria giró en torno al abanderado del PRI. Los demás partidos solo figuraron como datos secundarios.
Después del cuarto año, el deporte favorito de los columnistas regionales descansó en calcular la distancia o cercanía del aspirantado tricolor con las instancias que decidían, en cada caso. Los fieles de la balanza.
Con el PRI en Palacio Nacional, el dedazo venía del Presidente. Fue así que (citando ejemplos) ENRIQUE CÁRDENAS fue puesto por voluntad de LUIS ECHEVERRÍA, EMILIO MARTÍNEZ MANAUTOU por JOSÉ LÓPEZ PORTILLO, AMÉRICO VILLARREAL por MIGUEL DE LA MADRID y MANUEL CAVAZOS por CARLOS SALINAS.
Con ERNESTO ZEDILLO ocurre la primera excepción. Tamaulipas fue uno de los estados piloto donde se experimentó una nueva forma de dedazo, al delegar en algunos gobernadores priístas la facultad de elegir sucesor.
Se preparaba ZEDILLO para abandonar el poder y por ello decidió entrenar a los mandatarios de su partido en la delicada tarea de fungir como el gran elector en los estados donde el PRI fuera gobierno.
De acuerdo al guión preestablecido, CAVAZOS dio todo su apoyo a las aspiraciones de TOMÁS YARRINGTON en la contienda interna de 1998, contra MARCO ANTONIO BERNAL.
Lo cual, justo es decirlo, tenía mucho de farsa, aunque el propio BERNAL no se percató hasta el final. Fue, auténticamente, una elección de Estado.
Seis años después (2004), el propio TOMÁS haría lo mismo catapultando a EUGENIO HERNÁNDEZ en el proceso partidista donde compitió con ventaja contra HOMERO DÍAZ y OSCAR LUEBBERT. Proceso injusto, igual que el anterior, pues tenía ganador previamente designado.
Y luego EUGENIO (2010), con más sentido práctico que vocación democrática, decidió anular dichas simulaciones y optó por la candidatura única.
La despachó sin mayor trámite que el tradicional anuncio de que los sectores y organizaciones del partido coincidían en RODOLFO TORRE CANTÚ como su mejor carta, punto.
La designación posterior de EGIDIO TORRE sería solamente consecuencia automática de la anterior, con el mismo fiel de la balanza, el ingeniero HERNÁNDEZ FLORES.
CAMBIO DE MODELO
En este punto se cierra un capítulo en la historia de las nominaciones priístas donde gobernador ponía gobernador. Por dos razones, a saber:
(1) El triunfo en 2012 de ENRIQUE PEÑA NIETO le devolvió al presidente la facultad de nombrar candidatos de su partido a mandatarios estatales. Por ello EGIDIO no pudo convertir en sucesor al entonces alcalde cuerudo ALEJANDRO ETIENNE.
Se recordará que el presidente PEÑA palomeó la candidatura del tristemente célebre economista matamorense BALTAZAR HINOJOSA OCHOA, por consejo del entonces todopoderoso secretario de Hacienda LUIS VIDEGARAY, con los resultados que ya conocemos.
(2) El ascenso del panismo tamaulipeco, una vez que lograron sacudirse el cacicazgo de GUSTAVO CÁRDENAS, quien había administrado felizmente la derrota en los comicios sucesivos contra YARRINGTON (1998) y HERNÁNDEZ (2004), para todavía enviar a su cuñado JOSÉ JULIÁN SACRAMENTO contra TORRE (2010).
Puras peleas arregladas, con resultados 100% previsibles, dentro del mejor estilo de DON KING, GEORGE PARNASSUS y PEPE SULAIMÁN.
El fin de dicho cacicazgo permitió que emergieran, por fin, fuerzas de poder real dentro del PAN, con verdadera vocación de triunfo y capacidad para presentar batalla, sin incurrir en la simulación de CÁRDENAS GUTIERREZ.
Distinta sería la agenda de FRANCISCO GARCÍA CABEZA DE VACA en 2016 al ser ungido candidato de Acción Nacional a la gubernatura de Tamaulipas.
Competía efectivamente para ganar, no para negociar su derrota y así lo repitió en uno de sus lemas predilectos de campaña: “ni me vendo, ni me doblo”. Para buenos entendedores, la alusión a GUSTAVO era muy directa.
COLOFÓN
En fin, muchas cosas han cambiado desde aquella victoria en 2016 y en la perspectiva del proceso sucesorio ya muy cercano de 2022. El cual deberá empezar a definirse en el otoño de 2021. En unos 15 meses más, mire usted cómo el tiempo se va volando.
A diferencia de 2016, hoy el PRI ya no gobierna el país, pues la presidencia y las cámaras están en manos de un actor emergente, de tesitura bastante más hostil: el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) acaudillado por ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
El PAN como partido de gobierno en la entidad conserva, hasta la fecha, una férrea disciplina interna, los prospectos se cuidan de no externar sus aspiraciones.
Entre otras razones, porque el principal de ellos, el senador ISMAEL GARCÍA CABEZA DE VACA, es hermano de quien tendrá en sus manos la conducción del proceso. Aun así, está por verse si volveremos a la regla de “gobernador pone gobernador.”
El PRI esta vez ha dejado de ser noticia, ya no es motivo de interés, sea cual fuere su candidato. Sus posibilidades de triunfo son mínimas ante el choque de trenes que veremos entre el PAN y MORENA.
Y es, precisamente, en MORENA donde la especulación fluye a borbotones, como en los viejos tiempos del tricolor, con media docena de aspirantes, entre simpatizantes y malquerientes en la prensa, con la mirada puesta en la voluntad presidencial. Pero este será el tema de la próxima columna.