Cd. Victoria, Tam. Tras
la devastadora derrota sufrida por el PRI hace tres domingos, cualquiera diría que
el acapulqueño RENÉ JUÁREZ CISNEROS era el hombre idóneo para administrar el
control de daños.
O al menos eso creyó el autor de esta
columna al observar la manera abrupta como el exgobernador de Guerrero había
asumido el cargo partidista, el 2 de mayo pasado.
Reconociendo además que tuvo el valor de
aceptar el timón al cuarto para las doce, cuando el hundimiento ya era
inocultable y no había manera de enderezar la nave. Su misión, pues, parecía de
carácter postelectoral.
Seriedad, sentido de la responsabilidad,
disciplina espartana (laconismo, incluso) fueron sus marcas de origen al
aterrizar en un equipo de campaña poblado de niños bonitos, ineptos, entre operadores
de pizarrón y sin experiencia real, perdidos en su académica ignorancia.
Llegó RENÉ cuando la suerte estaba
echada y había poco que recuperar, ante un AMLO afincado como puntero y un
RICARDO ANAYA ubicado en segundo lugar por la mayoría de las encuestas.
Erróneamente, hoy se quiere culpar a JUÁREZ
CISNEROS del fracaso oficialista y hasta se interpreta su salida como un castigo
por la derrota.
Olvidan que entró al relevo dos meses
antes de las votaciones, como bateador emergente ante la incapacidad palmaria
de su antecesor ENRIQUE OCHOA REZA, uno de los líderes más grises que recuerde
el tricolor en años.
Haría falta, entonces, el puño firme del
guerrerense para el “día después” de los comicios, las semanas y los meses
posteriores a la hecatombe. Y estaban claras, desde la víspera, las prioridades
de esta etapa:
(1) Por principio, salvaguardar la
unidad partidista frente a los riesgos de escisión que pudieran reducir al PRI
a la categoría de minipartido. No lo es todavía, si consideramos su cuota de
gobernadores, pues de 14 que tuvo antes de la elección, perdió dos y se quedó
con 12.
(2) Y luego, encabezar los trabajos de
reconstrucción mediante un profundo diagnóstico de errores y el urgente
deslinde de responsabilidades.
No obstante, al cerrar la semana pasada,
una inquietud empezó a sacudir el alto mando tricolor. Se decía que la presión
de los gobernadores y problemas graves en las finanzas del partido tenían a
JUÁREZ CISNEROS al borde de la renuncia.
El lunes 16 de julio se materializó el
rumor, entrando al relevo CLAUDIA RUIZ MASSIEU SALINAS, cuyos apellidos
despiertan cualquier cantidad de especulaciones, historias de complots, conjuras,
tramas ocultas, intrigas y maquinaciones solo para iniciados.
La realidad suele ser más aburrida. Lo
cierto es que CLAUDIA asume por pura y simple prelación, con la responsabilidad
concreta de concluir el periodo para el que fue electo MANLIO FABIO BELTRONES
(2015-2019).
Importa recordar que la renuncia de
BELTRONES en 2016, ha dejado una secuela de dirigentes sustitutos: CAROLINA
MONROY, los citados OCHOA REZA, JUÁREZ CISNEROS y la señora RUIZ MASSIEU.
Amén de que CLAUDIA venía fungiendo como
secretaria general del CEN y, por ende, de acuerdo a los estatutos, tenía mano ante
la eventual ausencia del superior inmediato.
No hay mucho misterio al respecto. Por
escalafón, la dirigencia le tocaba a ella, punto.
La dama es una abogada de 46 años, egresada
de la Universidad Iberoamericana. Ha sido dos veces diputada en el presente
siglo y alcanzó el primer nivel de gobierno durante la administración de PEÑA
NIETO, como titular de Turismo y Relaciones Exteriores, antes de convertirse en
la número dos del CEN tricolor.
Es hija de JOSÉ FRANCISCO RUIZ MASSIEU y ADRIANA MARGARITA SALINAS DE GORTARI. Hay mucho poder y fortuna en su entorno familiar,
aunque también bastante sufrimiento. Dolor y gozo en cantidades superlativas.
Van las referencias más próximas:
(1) Su abuelo materno, don RAÚL SALINAS
LOZANO, fue secretario de Industria y Comercio durante el gobierno de ADOLFO
LÓPEZ MATEOS y aspirante fallido a la primera magistratura del país.
(2) Su tío materno, CARLOS SALINAS DE
GORTARI, fue presidente de México (1988-1994) en un sexenio de reformas
vertiginosas y también de magnicidios, que culminó con el levantamiento armado
en Chiapas.
(3) Su padre, JOSÉ FRANCISCO RUIZ
MASSIEU, fue gobernador de Guerrero y fungía como secretario general del PRI
cuando resultó asesinado en la capital mexicana, un 28 de septiembre de 1994.
(4) Otro tío materno, RAÚL SALINAS DE
GORTARI, hermano del expresidente, purgó 10 años de condena (1995-2005) como
presunto asesino intelectual de JOSE FRANCISCO.
(5) Un tío más, también materno, ENRIQUE
SALINAS DE GORTARI, fue encontrado muerto por asfixia con una bolsa de plástico
en la cabeza, sentado en su auto en el poblado de Huixquilucan, Estado de
México, en diciembre de 2004.
(6) Y otro tío (esta vez paterno), MARIO
RUIZ MASSIEU (subprocurador al momento del atentado contra JOSÉ FRANCISCO)
caería luego en desgracia, siendo perseguido por presuntos nexos con la
delincuencia y sospechoso de encubrir a RAÚL SALINAS.
Por un tiempo a salto de mata, MARIO
RUIZ moriría de manera extraña en 1999, por supuesta sobredosis de
antidepresivos, mientras se encontraba bajo prisión domiciliaria en Newark, New
Jersey, donde se le juzgaba por lavado de dinero.
Y un detalle que poco se conoce. El hoy
expresidente del PRI, RENÉ JUÁREZ CISNEROS, fue Secretario de Programación y
Presupuesto durante el gobierno de JOSÉ FRANCISCO RUIZ MASSIEU (1987-1993).
Sin duda, un viejo conocido para la propia
CLAUDIA.
Era empleado de su padre.