Cd.
Victoria, Tam. - De diversas
fuentes se manejan hoy día argumentos muy estructurados que ponen en duda la
validez de las encuestas electorales.
Cuestionan
su metodología y el diseño de la muestra, al subrayar el amplio rango de entrevistados
que se negaron a responder o fueron catalogados dentro del rubro “no sabe”.
Con
un detalle. Si en verdad fueran tan erróneos dichos estudios (como se pretende)
darían resultados desiguales, erráticos, diferenciados.
Tan
distintos unos de otros que ello nos impediría dibujar tendencias (1) entre sucesivos
muestreos de una misma agencia y, peor aún, (2) entre diversas casas
encuestadoras.
De
existir sesgos sustantivos, mediciones altamente irregulares y votos de sombra
(por definición, insondables), en un resultado podría figurar MEADE como
puntero y en el siguiente ANAYA.
O
bien ANDRÉS MANUEL aparecería en lugares diferentes (primero, segundo, tercero).
De
ser equívocos, como afirman, dichos estudios, los sesudos teóricos del error
estadístico tendrían que explicar por qué razón observamos hoy porcentajes tan cercanos
a lo largo del tiempo y entre diferentes emisores.
Por
principio (1) en el orden (AMLO, ANAYA, MEADE, BRONCO), aunque también (2) en
las diferencias que separan a cada cuál del antecesor y (o) del siguiente y que,
además, (3) dicha distribución de simpatizantes se sostenga a lo largo de los
meses.
Una
segunda explicación sería de orden conspirativo. Según esta variante, las
encuestas serían infieles de manera deliberada, mentirían a propósito para
ayudar a un candidato en particular y demeritar a otros, todo ello como
antesala del fraude.
Solo
que la tesis de la “gran conjura” requeriría (como sustento) un acuerdo tan
diabólico como extendido entre las principales empresas escrutadoras: Demotecnia,
Ipsos, Parametría, Gea-Isa, Buendía y Laredo, Berumen, Mitofsky, Massive
Caller, Bloomberg.
Y
también los respectivos medios vinculados con dicho esfuerzo (Excelsior, Milenio,
Reforma, El Universal, El Financiero) y hasta cúpulas empresariales como la
mismísima COPARMEX.
¿Es
factible, pues, que agentes y factores tan diversos, en tiempos distintos, con
intereses tan variados, coincidan en vender al votante mediciones similares, en
aras de algún malévolo propósito común?
Sobre
todo, si observamos que el beneficiario a a quien (por igual) reconocen como
puntero, es LÓPEZ OBRADOR, el candidato anti-sistema por excelencia.
Un
hombre cuya hostilidad contra los sondeos (y quienes los hacen) ha sido una
constante en las tres elecciones donde ha buscado la Presidencia. Tiene años
objetando dichos estudios a los que tilda de “cuchareados”, adulterados,
parciales, deshonestos.
El
mismo AMLO que tiempo atrás llamó “pasquín de la mafia del poder” al periódico El
Universal, tan solo porque no le gustó una de sus encuestas.
Reclamo
ofensivo, por cierto, semejante a los que en su trompicada carrera política ha
lanzado contra grupo Reforma, Televisa y TVAzteca (el “duopolio”).
Ninguno
de dichos medios tendría razones para mentir en beneficio del tabasqueño, alterar
los números en su favor, ni por concurrencia de intereses, ni (menos)
coincidencia ideológica. Es el más ajeno a ellos.
No
obstante, en fuentes cercanas a la coalición Por México al Frente (PAN, PRD,
MC) pero, sobre todo, entre los simpatizantes del señor MEADE, se difunden
todavía interpretaciones esotéricas donde afirman que los cálculos proyectados
hasta hoy son falsos, carecen de sustento.
Y
añaden que la votación del próximo primero de julio nada tiene que ver con las
estimaciones estadísticas difundidas el último medio año, al menos.
Tendríamos
entonces que llamar mentirosa a la COPARMEX y endilgar la etiqueta de obradoristas
a medios francamente patronales como Forbes, Expansión, El Financiero, El
Economista o Líderes Mexicanos. Casi tanto como llamarles “empre-chairos”.
Hubo
incluso un “meme” que recorrió redes sociales donde se decía que las encuestas
de Reforma publicadas un mes antes de los comicios en 2006 y 2012, habían
fallado, pues daban por ganador a LÓPEZ OBRADOR, siendo que los respectivos triunfadores
fueron FELIPE CALDERÓN y ENRIQUE PEÑA NIETO.
Sobre
esto último, tomó cartas en el asunto la oficina de Verificado-2018, órgano
creado por esfuerzo conjunto de diversos medios para denunciar la información
falsa (fake news) difundida en redes.
No
costó mucho trabajo descubrir que tales encuestas previas de Reforma (en 2006 y
2012) efectivamente existieron, aunque nunca con dichos resultados.
Un
mes antes de ambos comicios, Reforma daba por ganados a CALDERÓN y a PEÑA, como
efectivamente ocurrió.
En
efecto, el único resultado que cuenta es el del primero de julio, aunque ello
no deslegitima las aproximaciones previas siempre y cuando se trate de
efectivos ejercicios de prospectiva profesional (y no tretas propagandísticas).
Finalmente,
decir que el PEJE trae mejores números no significa que simpaticemos con él. De
la misma manera que el señalar sus errores tampoco nos vuelve enemigos. El dato
duro no es chairo ni antichairo y para eso existe esta profesión llamada
periodismo.