Cd. Victoria, Tam. – Las inundaciones en Reynosa encontraron pronta respuesta en las
autoridades municipales y del Estado. Hombres y maquinaria trabajando, iniciaron
la limpia con la urgencia debida, logrando restablecer la actividad normal en
gran parte de la zona afectada.
El propio gobernador CABEZA DE VACA
recorrió las colonias involucradas, caminó por calles donde el nivel del agua
se elevó por encima de las rodillas, junto al personal y equipo de Protección
Civil, así como la siempre puntual asistencia de autoridades y efectivos
militares.
Realizado el diagnóstico, se ordenaron y
ejecutaron las acciones de salvaguarda y las medidas sanitarias
correspondientes. Entre ellas, el auxilio a centenares de familias.
La preocupación fue también para las dependencias
sanitarias en los tres niveles, ante el riesgo que representa la propagación de
enfermedades transmitidas por mosquitos vectores, como dengue, zika y chikunguña.
Y bueno, una vez emprendida la operación
rescate, observando el intenso trajinar de los trascabos en tareas de desazolve,
pudimos apreciar imágenes aún más crudas que las del siniestro mismo.
La acumulación escandalosa de basura.
Cantidad y variedad de desechos atorados en arroyos y drenes durante años de
inacción gubernamental pero también de irresponsabilidad ciudadana.
Preocupa, en particular, la abundancia
de materiales sintéticos que el consumidor adquiere, utiliza y desecha en lapsos
de horas y hasta de minutos. Ello, aunque quizás tarden siglos en degradarse o (como
el PET) no se degraden jamás.
Lo cuál nos remite a la otra cara de la
moneda. La cultura del deshecho responsable, una de las asignaturas pendientes
en materia de cuidado ambiental, en Tamaulipas y todo el país.
Nuevo paradigma cuya instauración
definitiva exige (1) la participación activa del consumidor, (2) hace necesaria
la reeducación de individuos, familias, comunidades, (3) involucra a la
educación formal en escuelas y también (4) la informal, los medios. En suma, un
cambio profundo en la mentalidad colectiva.
Los expertos en la materia a escala
global opinan que la médula del asunto descansa, sobre todo, en el imperativo
de impulsar una estricta ética industrial.
Mire usted, en pocas generaciones, a
partir de que los fabricantes de bolsas y empaques abandonaron el uso de
materiales biodegradables (papel, cartón, metal, vidrio, fibras naturales) para
rendirse a la ductilidad y economía de los plásticos, la contaminación del
subsuelo, cuencas hidrográficas, vasos lacustres y (finalmente) mares y océanos,
se disparó.
De aquí las fotos que hoy dan vuelta al
mundo donde nos muestran peces, aves, mamíferos acuáticos, muertos por asfixia
tras ser atrapados por bolsas de supermercado. Pelícanos con restos de
poliestireno en vías digestivas.
El año pasado fue confirmada la
existencia de una “isla de basura” en el Océano Pacífico, que ocuparía un
territorio equiparable, en tamaño, al de la República Mexicana.
Volviendo al plano estrictamente local, cualquier
habitante de Ciudad Victoria que visite los parajes turísticos de Juan Capitán
o Los Troncones sabe perfectamente a lo que me refiero.
En la Libertad, el Novillo o la
Peregrina. Abandono, ineptitud, importamadrismo, existen muchas maneras de
llamar a la degradación natural de origen humano.
Todavía hay quien se divierte dejando
flotar botellas de cerveza en los cauces para jugar al tiro al blanco con
ellas. Sin considerar que esos vidrios semienterrados en el fondo del río,
significarán una amenaza para incontables generaciones de bañistas.
Hay razones, púes, para exhortar a los
43 nuevos ayuntamientos que están por arribar tras la elección del domingo en
Tamaulipas, a que encaren de frente y sin mezquindades, un problema de primer orden
como es el desecho y confinamiento inteligente de la basura.
Pudiera ser asunto también de
legisladores. Un diagnóstico más amplio y detallado que disponga, en efecto, de
sanciones más severas a quien dañe y contamine. Aunque también renovadas tareas
de prevención, educación, cultura y su consecuente difusión.