Cd. Victoria, Tam.- En
vísperas de la elección romana, la mayoría de los vaticanólogos coincidían en
que las viejas pugnas entre liberales y conservadores no aflorarían esta vez como
solían observarse en los concilios del siglo 20.
Y la
razón era muy sencilla. Las administraciones conservadoras de WOJTYŁA y
RATZINGER habrían barrido prácticamente con los “papables” progresistas, de
manera tal que la disputa por el poder se estaría librando entre dos facciones
de la derecha.
Finalmente,
al segundo día de las votaciones el colegio cardenalicio se decantó en la
persona del cardenal JORGE MARIO BERGOGLIO, a quien difícilmente podríamos
calificar como liberal, aunque sí de perfil templado.
Ciertamente,
el hombre reúne en su perfil tres hitos históricos de un jalón, al ser latinoamericano,
argentino y jesuita, características que ningún antecesor suyo había tenido por
separado.
Sin
embargo, medios de prensa se encargaron de recordar ayer mismo que BERGOGLIO
fue superior de la Compañía de Jesús durante la dictadura argentina, tiempo en
el cuál observó un comportamiento demasiado complaciente (colaborador, incluso)
con los operadores de la guerra sucia.
Algunas
de sus negativas nos permiten un acercamiento a su perfil ideológico: se opone
al aborto y a la legalización de las drogas; al matrimonio entre personas del
mismo sexo y la distribución gratuita de anticonceptivos.
También
original e inédito el nombre que eligió como papa, FRANCISCO I, referencia
obvia a FRANCESCO D’ASSISI, el santo italiano del siglo 13, símbolo de la
sencillez, la humildad y la pobreza, virtudes ciertamente poco vistas en la
augusta sede vaticana.
En todo
caso, la elección de dicha figura como ejemplo, tal vez indique alguna suerte
de deferencia hacia los pobres del planeta, aunque faltaría por ver si tal
simpatía implica el confrontar (o cuestionar) a su contraparte, los dueños de
la riqueza.
La
jornada de este miércoles fue en verdad emotiva (un mar de gente, de cámaras
centelleando en la plaza de San Pedro) pese a la rudeza del clima (lluvia,
viento y granizo en pleno marzo) la presencia de lo inesperado (esa gaviota que
se posa en la chimenea poco antes de la fumata blanca) lo inexplicable (¿De
dónde salieron tantas banderas argentinas?) o, incluso, hasta el humor
involuntario (la figura contrahecha, voz de flautín incluida, del cardenal
francés JEAN-LOUIS TAURAN, protodiácono y anunciante oficial).
Más allá
de los cuestionamientos ideológicos, el nuevo pontífice FRANCISCO I es un buen
comunicador, aunque personalista. Informa él, desde su pulpito, no le gustan
las entrevistas.
En su primera
salida al balcón lució seguro, dejando ver un rostro afable que no parece temer
al encuentro con las multitudes (a diferencia de TAURAN, quien se veía peor que
apanicado, retorcido, descompuesto).
El
nuevo papa BERGOGLIO parece solvente en el manejo del espacio escénico,
disfruta el momento, no se apresura, se da el lujo de improvisar, observa con
detenimiento a la gente y actúa en consecuencia.
En este
sentido, su tarea pastoral podría asemejarse un tanto a la de WOJTYŁA y cubrir
esa necesidad colectiva que RATZINGER no supo llenar.
Este
jueves FRANCISCO I presidirá a media tarde (hora de Roma) su primera eucaristía
con los cardenales en la Capilla Sixtina.
El
sábado ofrecerá audiencia a los medios y el domingo encabezará otro acto masivo
en la Plaza de San Pedro, esta vez un Ángelus, imagínese usted.
Y,
bueno, me faltan datos de su biografía para saber si algún detalle (aunque sea
lejano o tangencial) coincide con la clave “Petrus Romanus” que profetizó el
arzobispo irlandés MALAQUÍAS de Armagh en relación al entrante papa, como lo
hizo con todos los anteriores desde el medioevo.
Quien
sí pareció llevarse las palmas (al menos en las redes sociales) fue el médico francés
MICHEL de NOSTRADAMUS, cuyas cuartetas escritas en el siglo XVI pronosticaron
para esta vez un “papa negro”, no necesariamente de piel.
El
negro es el uniforme de los jesuitas.