lunes, 19 de diciembre de 2022

Ciro, en carne propia

Cd. Victoria, Tam.- El año en que murió RODOLFO TORRE, aquel hiperviolento 2010, desde su espacio nacional, CIRO GÓMEZ LEYVA comentó con cierta liviandad que en Tamaulipas no había periodismo, prevalecía el silencio. Generalización por demás injusta, aunque compartida por diversas plumas chilangas.
La respuesta de los colegas regionales fue que el citado opinólogo debiera venirse unos meses al noreste mexicano para conocer las condiciones de acechanza cotidiana en que sobrevive el gremio bajo el imperio del crimen organizado.
Una década después, los comentaristas capitalinos están viviendo en carne propia aquello que los informadores locales conocemos de sobra desde localidades como Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, San Fernando, Victoria, Mante o Tampico.
Hoy la violencia se extiende por el altiplano y los está alcanzando de manera similar, al constatarse la penetración de los principales cárteles delictivos en todo el Valle de México y sus territorios conurbados, incluyendo CDMX, EDOMEX, Hidalgo, Morelos y Puebla.
Es significativo el que las autoridades hayan negado una y otra vez la presencia de estas grandes empresas criminales en la Ciudad de México hasta que ocurrió el atentado contra el jefe policial capitalino OMAR GARCÍA HARFUCH, en junio del 2020.
Lo salvó el blindaje y hoy en día sigue trabajando, pese a que le dispararon (según sus propias palabras) más de 400 balas. Así lo contó en entrevista concedida al diario madrileño EL PAÍS, disponible en video (https://youtu.be/J6Q3AqamyO8).
Tampoco es raro ni gratuito el que plumas reconocidas como HECTOR DE MAULEÓN (“En tercera persona”), SALVADOR GARCÍA SOTO (“Serpientes y escaleras”) o ALEJANDRO HOPE (“Plata o plomo”) cubran de rutina el creciente problema. Ya les afectó.
 
EL ATENTADO
En este contexto ocurre lo de CIRO. Para entrar directo en materia, no cabría exculpar a nadie aunque el modus operandi apunta más hacia la delincuencia organizada que al eventual trasfondo político. Ello pese a los vasos comunicantes que hoy día entreveran ambos mundos.
Elementos básicos, 23:10 horas del jueves, dos automóviles y una motocicleta lo rodean en crucero céntrico de la Colonia Florida. Coordinación precisa, rapidez en las maniobras de ataque y escape.
Afloran táctica y disciplina. Asunto de profesionales que fallaron solo en razón del blindaje. Los balazos en cofre, parabrisas y vidrio lateral no dejan lugar a dudas. Iban por él.
Despropósito cruel (comprensible en ciertos círculos) decir que fue autoatentado o conspiración de opositores para culpar al gobierno. Ambas interpretaciones afloraron en redes y sirven para lo mismo. Pecan de papistas, les mueven ánimos propagandistas.
Quienes dispararon son enemigos reales y la investigación debe ir bastante más lejos que las videograbaciones callejeras presentadas al día siguiente por el propio OMAR GARCÍA HARFUCH.
Y tejer más fino significa revisar, por ejemplo, los contenidos de programas y columnas. Ver qué intereses y personas han sido afectados por el trabajo del comunicador.
Episodios como el de CIRO suelen dejar marca en la memoria sexenal. Sobre todo si la investigación en curso no logra resultados veraces, creíbles, satisfactorios. El caso BUENDÍA (1984) marcó al gobierno lamadridista.
Importante el que la doctora SHEINBAUM haya dado la cara de inmediato. Pendiente interpretar su expresión frente a las cámaras. Crispación, sorpresa, enojo, sobre todo esto último.
Demasiados colegas muertos este año. Entre ellos, ANTONIO DE LA CRUZ, del diario EXPRESO en Ciudad Victoria, tragedia que aún se llora. Con mayor razón porque permanece impune.
Pero también FLAVIO REYES en Chiapas; ERNESTO MÉNDEZ en Guanajuato; YESENIA MOLLINEDO y JOHANA GARCÍA en Veracruz; FREDID ROMÁN en Guerrero; JUAN ARJÓN en Sonora; LUIS ENRIQUE RAMÍREZ en Sinaloa; entre una larga lista.
 
ESTADÍSTICA NEGRA
Ciertamente, demonizar por sistema al periodismo facilita los ánimos a quienes se sientan afectados por la letra y la voz. Descalificar a la víctima con tanta insistencia allana y desbroza el camino de la violencia criminal. Aligera o elimina cualquier asomo de culpa.
Profesión, en sí misma, riesgosa, su peligrosidad escala cuando se le estigmatiza por hábito, cuando es condenada sin matices ni distingos. Con pólvora criminal recibimos al 2022, con la misma termina el año.
Sobre el tema, quizás la personalidad más citada por estos días sea el reportero holandés JAN-ALBERT HOOTSEN, corresponsal independiente radicado en la ciudad de México y representante de la Comisión de Protección a Periodistas (Committee to Protect Journalists, CPJ).
Organismo no gubernamental con sede en Nueva York que en su página electrónica (https://cpj.org) informa estar compuesto por unos 40 expertos avocados a denunciar violaciones a la libertad de prensa, dar seguimiento al problema y apoyo a los afectados.
Tras conocerse el atentado contra GÓMEZ LEYVA, fue noticia JAN-ALBERT al reportar que el 2022 ha sido el año “más mortífero en al menos tres décadas para los trabajadores de medios”, colocando a México en el poco honroso segundo lugar, después de Ucrania, país en guerra.
Pero en este cíclico recuento, cada diciembre decimos lo mismo. Frase que se repite: “el año más mortífero para los periodistas”. Solo que luego viene otro peor, otro y otro, porque seguimos cayendo en las profundidades de este infierno, sin tocar fondo todavía.
Periodistas muertos, desaparecidos, desplazados con sus familias. El tema en su gravedad actual, viene desde FOX, CALDERÓN y PEÑA, aunque hay antecedentes.
 
AQUELLOS AÑOS
En noviembre de 1987, grabadora en mano pregunté sobre el asunto al entonces candidato presidencial CARLOS SALINAS DE GORTARI, durante una apresurada conferencia banquetera junto a la Plaza Hidalgo de Ciudad Victoria.
En rápida introducción le dije que los trabajadores de la información estaban multiplicando sus temores pues a la consabida animadversión de la clase política, se sumaba un enemigo más mortífero. El crimen organizado.
Estaba claro entonces el contexto de mi querella. Un año atrás (junio de 1986) había sido ultimado JORGE BRENES ARAYA (periódico “El Río”, de Rio Bravo) y en fecha próxima (julio de 1986) NORMA MORENO FIGUEROA y ERNESTO FLORES TORRIJOS, reportera y editor del diario “El Popular” de Matamoros.
La respuesta de SALINAS fue rápida: “comparto el reclamo por los periodistas asesinados” dijo y prometió atenderlo si el voto le favorecía. Cortito el mensaje, fue tema de primeras planas nacionales, entre ellas la de EXCELSIOR.
Estaba todavía caliente el caso de MANUEL BUENDÍA TELLEZGIRÓN, columnista del mismo EXCELSIOR, ultimado en mayo de 1984 mientras caminaba por la denominada “zona rosa”.
Había salido de su despacho y se dirigía al estacionamiento cercano cuando un sicario le disparó por la espalda, para correr y treparse a una motocicleta donde el cómplice ya lo esperaba.
No es nuevo, pues, el uso de motocicletas en tales encomiendas. Recuérdese que el mismo tipo de vehículo sirvió para escapar a los sicarios del caso PACO STANLEY (Junio de 1999).
 
LOS OLVIDADOS
Y bueno, una vez presidente, SALINAS DE GORTARI le cumplió a los medios capitalinos atendiendo el caso BUENDÍA, con la captura del extitular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) JOSÉ ANTONIO ZORRILLA PÉREZ, narcopolicía al que se atribuyó la autoría intelectual del crimen.
Pero la justicia prometida en Ciudad Victoria jamás llegó a provincia. Vacío institucional que hoy, como hace tres décadas, sigue siendo costumbre letal. Priva la impunidad.
Se ocupan de lo llamativo, casos concretos, importantes pero aislados, mientras ignoran los grandes números que enlutan familias, cercenan vidas y libertades en el resto del país.
Menciono más casos regionales, posteriores a los arriba mencionados: ROBERTO CRUZ MARTINEZ (Reynosa, 2000), PABLO PINEDA GAUCÍN (Matamoros, 2000), SAÚL MARTÍNEZ GUTIÉRREZ (Matamoros, 2001), FELIX FERNÁNDEZ GARCÍA (Miguel Alemán, 2002), ROBERTO MORA GARCÍA (Nuevo Laredo, 2004),
FRANCISCO ARRATIA SALDIERNA (Matamoros, 2004) y LUPITA GARCÍA ESCAMILLA (Nuevo Laredo, 2005), entre muchos más.
Nuestra tropa reporteril carece de esa plataforma tan visible que hizo posible la resolución del caso BUENDÍA y hoy moviliza a la propia CLAUDIA SHEINBAUM para atender el asunto de GÓMEZ LEYVA.
Por supuesto, es menester y urgencia que se investigue, aclare y castigue lo de CIRO. Aunque el reclamo mayor (admitido pero nunca resuelto por SALINAS y sucesores) descansa en las víctimas de la periferia nacional.
Atender a los nuestros acaso no sea tan redituable en términos electorales, pero el reclamo es exactamente el mismo, como igual el valor de las vidas perdidas.