Cd.
Victoria.- Ciertamente, hay pluralidad de criterios en cuanto a
la mejor estrategia gubernamental que México debiera adoptar ante la pandemia
del #Coronavirus.
Entre
diferentes posturas se debate hoy la opinión pública nacional, a ratos con mesura,
otras con descalificaciones, en tono de reyerta, mezcla agridulce de odio y
burla.
Entre dicho
abanico de opiniones, destacan dos posturas contrapuestas, dos estimaciones, se
diría que cálculos divergentes en cuanto a la peligrosidad del virus.
Por desgracia,
afloran también con un toque partidista, polarizador, como si fueran trincheras
irreconciliables: fifís de un bando, chairos del otro.
(1) LOS
APANICADOS
Quienes califican
el problema como de alto riesgo, con los ojos bien puestos en la experiencia china,
italiana y española, convenidos de que México necesita adelantarse a los
acontecimientos.
Empeñados en
poner en marcha medidas masivas de prevención para evitar los horrores que redes
y medios nos muestran de dichos países.
Es en esta
esquina donde escuchamos advertencias sobre las debilidades del sistema de
salud mexicano, en cuanto a la dotación de hospitales, camas, médicos,
medicamentos y equipo básico como son los respiradores.
Las primeras
imágenes de gente cayendo en las calles de Wuhan, China, fueron apenas un
adelanto de la saturación de enfermos que hoy se vive en ciudades europeas,
donde instalaciones deportivas han tenido que adecuarse como depósitos
temporales de cadáveres.
Las redes están
llenas de testimonios grabados con teléfonos celulares (selfis) desde el lugar
de los hechos por mujeres (algunas de ellas doctoras) mexicanas, peruanas,
colombianas, españolas, a las que les tocó la crisis italiana más dura, la de
Lombardía, al norte de la península.
El consejo expresado
con tono de apremio, urgencia, vehemencia, es uno solo: quédense en casa, para
que no les ocurra lo que pasó en Europa, donde el exceso de confianza catapultó
la propagación viral.
También
sobreabundan opiniones de profesionales de la medicina, algunos urgenciólogos, otros
epidemiólogos, opinando sobre la letalidad del virus y aconsejando lo mismo: no
menospreciar el riesgo.
Ha dado vuelta
en redes la crítica que la prensa alemana hizo sobre la aparente
despreocupación de AMLO sobre el problema. Tema que fue también nota de portada
en el semanario PROCESO.
Más
recientemente, las imágenes que nos llegan lo mismo de Houston que de Los Ángeles
y Nueva York nos hablan de una emergencia sanitaria en toda forma, que difícilmente
podría ser interpretada como farsa o teatro.
Los muertos
son reales, al igual que el creciente número de contagiados, el desabasto de
insumos médicos, la saturación de hospitales, la extensión de medidas extremas
como el toque de queda, la orden dada a la población de guarecerse en sus
domicilios.
(2) LOS MINIMALISTAS
En la
trinchera opuesta se encuentran quienes creen que el problema ha sido
sobreestimado. Que hay demasiado miedo y la población debería seguir llevando
su vida normal, dentro de ciertos causes y con algunas precauciones.
En esta línea de
pensamiento coinciden, al menos, tres mandatarios: el estadounidense DONALD
TRUMP, el brasileño JAIR BOLSONARO y el mexicano ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR,
cada cuál con sus respectivas variantes.
El darwinismo
social de TRUMP y BOLSONARO lo explica todo. Creen a pie juntillas en la
supervivencia el más fuerte y la paralela extinción de los organismos débiles.
Piensan que es
ley de la vida y es función del Estado ayudar a que se cumpla con mayor
celeridad. Cualquier cosa menos tocar el ritmo de los negocios.
Si por TRUMP
fuera, tiendas, calles, parque, negocios y hasta los estadios seguirían
operando, entre otras razones porque la marcha del dinero (y su dios protector
el mercado) le importa más que las vidas humanas.
Si esto no se
logra en Estados Unidos es por la solidez de su federalismo, la fuerza de sus
gobernadores que, con clara determinación, actúan con criterios propios, al
margen de lo que diga su Presidente.
En México, el
presidente LÓPEZ OBRADOR parece caminar en la misma dirección de sus homólogos
de Estados Unidos y Brasil, aunque desde una postura que (al menos en teoría) se
ubicaría como de centroizquierda.
ANDRÉS MANUEL
no explica demasiado, solo parece aferrado a la idea de que no serán las
circunstancias las que le marquen rumbo a su agenda gubernamental, pues las
decisiones se tomarán cuando él lo decida.
Apenas este
jueves 26 de marzo, el subsecretario de Salud HUGO LÓPEZ-GATELL se dignó
anunciar la suspensión de actividades en las llamadas “áreas no esenciales” de
la administración pública federal.
Queda para la
historia que fue en esta semana cuando (por fin) LÓPEZ OBRADOR procedió a
ofrecer un vislumbre de sus acciones para enfrentar ambas crisis, la del COVID-19
y la resultante del desplome petrolero.
Todavía no
precisa más. En su discurso meramente político se incrustan pequeñas porciones
de realidad aumentada, dosis de criptología y puntos suspensivos.
Mensajes a
medias donde el ciudadano tiene que adivinar el contenido y luego imaginar la
parte faltante, como en una prueba de RORSCHACH o algún test de la GESTALT.
Al Presidente
de México ahora le apoya el RICARDO SALINAS PLIEGO, dueño de Tv-Azteca, hombre
agradecido por la ampliación de sus concesiones otorgada por el Instituto Federal
de Telecomunicaciones (IFT).
Feliz también
porque su institución financiera (Banco Azteca) obtuvo por gracia (y sin
concurso) el manejo de las cuentas para los programas sociales que otorga AMLO,
entre otros subsidios otorgados vía cajero automático.
¿QUIÉN
TIENE LA RAZÓN?
Por fortuna,
en un tiempo cortísimo (acaso un máximo de dos meses) cuando las etapas se agoten,
sabremos en boca de quiénes reinaba la verdad final.
Y, también, si
dicha verdad (tan veleidosa como es) se repartía en pedazos entre opiniones
contrapuestas y diagnósticos aún por conocer. Los liderazgos están a prueba, habrá
tiempo de comentarlo.