Cd.
Victoria.- Mayo sería el mes del pico más alto en la curva de
contagios, nos dicen (con más voluntad que certeza) las autoridades federales.
Después de
ello, el gobierno de México se estará preparando para reactivar la vida pública,
con el pretexto de “no romper las cadenas productivas” que nuestra economía
tiene establecidas en el vecindario norteamericano.
No necesitamos
ser expertos para poner en duda tales expectativas. Tampoco sabemos de
epidemiología pero conocemos ese viejo hábito de empoderados y poderosos que
los lleva a tergiversar la verdad y adulterar estadísticas por conveniencia propia.
Ahora mismo, el
discurso obradorista está plagado de frases que inducen a un optimismo peligroso.
Ya falta poco, vamos a vencer, ya domamos a la enfermedad, pronto saldremos a darnos
de abrazos.
Ello, mire
usted, cuando la curva muy apenas se encuentra en su etapa de ascenso y ni
siquiera hemos llegado al punto más alto, desconocido todavía, dada la ausencia
fatal de pruebas.
Y esta es una estadística
que debemos repetir, machaconamente, una y otra vez, porque será útil y muy
necesaria para el deslinde general de responsabilidades al final de la pandemia
o, por lo menos, al final del año. Lo que ocurra primero.
El número de pruebas
en cada país, expresado en relación porcentual con el total de habitantes. En
este esfuerzo de carácter institucional, México ocupa un lugar ingrato.
Según conteos
de la prensa internacional Islandia estaría practicando 143,900 pruebas por
millón; Israel, 42,100; Alemania, 30,400; Portugal 38,800; Rusia, 25,300; Estados
Unidos, 19,300; Noruega, 17,000; Reino Unido, 11,100; Corea del Sur, 8,000; Brasil
1,500 y México, 635 (al parejo de Bangladesh, aclara uno de los reportes).
Números más,
números menos, acaso puedan variar (en efecto) de una fuente informativa a
otra, pero la proporción es suficiente para ilustrar el descuido mexicano al
respecto. Una verdadera tragedia.
JACTANCIA
OFICIAL
Lo curioso es
que en países gobernados bajo una cerrazón semejante (Estados Unidos, con DONALD
TRUMP, caro ejemplo) se vanaglorien de estar haciendo lo mejor.
Frente al
estupor de sus lectores, TRUMP escribió en su cuenta de #Twitter a finales de
abril pasado:
-“ The only
reason the U.S. has reported one million cases of coronavirus is that our testing
is sooo much better than any other country in the world. Other countries are
way behind us in testing, and therefore show far fewer cases.”
(-"La
única razón por la que Estados Unidos ha reportado un millón de casos de coronavirus
es que nuestras pruebas son mucho mejores que cualquier otro país del mundo. Otros
países están muy por detrás de nosotros en las pruebas y, por lo tanto,
muestran muchos menos casos.”)
Afirmación,
como todas las de su tipo, desmentida de inmediato en la misma red social,
donde la gente manifiesta de manera inequívoca su indignación.
Y no es para
menos, ante un presidente que (1) no creyó inicialmente en la amenaza, (2) perdió
tiempo valioso, se tardó dos meses en reaccionar, (3) aconseja curas “patito”
como la inyección intravenosa o la ingestión del desinfectante #LYSOL y (4)
ahora intenta reabrir de manera prematura la economía, porque así conviene al
gran capital y también a sus propósitos electorales.
¿Así o peor?,
o lo que es lo mismo, ¿dónde hemos visto esto antes?...
Al respecto,
importa recordar que aún países disciplinados como Japón y Corea del Sur (con
gobiernos eficaces, congruentes, sensatos) han tenido que enfrentar brotes
nuevos de COVID19, luego de haber instrumentado cierta apertura de la vida
pública, tras lograr el anhelado achatamiento de la curva.
MORALEJA
INCLUIDA
Experiencia
que los mexicanos debemos asimilar de la mejor manera posible, hoy que el
gobierno obradorista parece tener razones para emprender, antes de tiempo, el camino
de retorno.
Entre ellas,
la presión del gobierno estadounidense, para el cuál la integridad de las
cadenas productivas es más importante que la salud pública.
Y también
porque la supervivencia política de TRUMP y AMLO se empatan en apremios. El
primero busca su reelección el próximo noviembre, el segundo, quiera salir
airoso del megaproceso intermedio de 2021.
Vale la pena
insistir: por importantes que sean ambas votaciones, la salud de mexicanos y
estadounidenses debiera ser prioridad número uno, de manera indiscutible.
Acaso la única
diferencia entre ambos es que, ante la secuela de envenenamientos con #LYSOL
registrados en la Unión Americana, TRUMP ya reculó y dijo que se trataba de una
broma, chistorete tóxico, causante de daño y muertes, pero broma al fin.
Del mandatario
mexicano, en cambio, no hemos visto que revierta aquel penoso episodio de amuletos
y talismanes que protagonizó en su mañanera del pasado 18 de marzo. Ligado esto
al presunto efecto inmunológico de su traída y llevada honestidad.
Mire usted
que, pese a ello, no solamente dio positivo la secretaria de la Función Pública
IRMA ERÉNDIRA SANDOVAL sino, más recientemente, el titular de Profeco RICARDO
SHEFFIELD, acompañante periódico de AMLO en sus conferencias matutinas.
No funcionó el
trébol de cuatro hojas, ni tampoco el billete de dos dólares, ni el fetiche
aquel del “detente enemigo”, tan publicitados desde Palacio Nacional.
Lo que en
verdad funcionan son las pruebas, pero ANDRÉS MANUEL no quiere gastar un cinco
del dinero previamente etiquetado en sus caprichos.
Coincidencia
rara, al norte y sur del río Bravo observamos hoy un fenómeno similar. Ante la
sinrazón presidencial (la seudociencia de TRUMP y las supercherías de AMLO) otros
actores ocupan esos vacíos.
Son los gobernadores
quienes toman la delantera, apoyados por asociaciones civiles y vecinales, gremios,
sindicatos, cúpulas empresariales, congregaciones religiosas y medios de
comunicación.
A todos estos
grupos y sectores corresponderá ahora oponerse a la reactivación precoz de la
vida económica que pretenden los dos mandatarios por razones totalmente ajenas
al bienestar general. Evitar el infierno de una recaída.