Cd.
Victoria, Tam.- Estemos (o no) en
sintonía con sus ideas, propósitos y plataforma, mal haríamos en subestimar al
presidente LÓPEZ OBRADOR.
Ello, aunque un sector importante de la clase media,
escolarizada y pensante, detecte (un día sí y otro también) incongruencias, pifias
y despropósitos de la más variada índole en su narrativa cotidiana.
Aun así, necesario es subrayar que sus inacciones y
fallas discursivas no hacen merma entre la población mayoritaria.
Ciertamente, observamos marchas de inconformidad en
las calles, pancartas y mantas de quejosos, voces críticas en redes y medios, pero
que estadísticamente no pintan en términos reales.
¿Motivo, razón?... La gente más desprotegida de este
país no parece dispuesta a olvidar la caída vertical en su nivel de ingresos
(salario real, poder adquisitivo) durante los 30 años anteriores.
Los cambios estructurales instrumentados entre los cinco
gobiernos que van de SALINAS a PEÑA, privilegiaron a los superricos, desoyeron sistemáticamente
los reclamos de justicia social.
Los quisieron disfrazar por programas asistenciales,
no siempre efectivos, por lo general limitados, a menudo fantasmales,
fraudulentos o encaminados al control electoral.
Aún para los más críticos, AMLO demostró este domingo
que sigue siendo un campeón en la difícil tarea de atestar el Zócalo capitalino
y bocacalles aledañas.
Espacios que no llenaba el PRI ni llevando acarreados
de provincia.
En este sentido, ANDRÉS MANUEL conserva buen músculo
para inflamar multitudes con un discurso que (por cierto) sigue siendo de
campaña.
Otro detalle a su favor es su habilidad para apelar
como MORELOS, a los sentimientos de la nación.
Podrá disgustar a los más educados, pero hipnotiza al
pueblo llano.
Los cronistas del futuro podrán quizás consignar la
historia de un chamán que susurraba indicaciones inaudibles al oído del alma
nacional.
Ese México profundo moldeado a golpes de poesía, donde
la patria es primero, los valientes no asesinan, si hubiera armas no estaría
usted aquí y el respeto al derecho ajeno es la paz.
El país del niño artillero, del Pípila y del joven
cadete que se envuelve en la bandera para lanzarse al vacío desde el Castillo
de Chapultepec.
Ese denso tejido de leyendas acaso improbables para
los académicos de hoy, pero de una efectividad poderosa para las generaciones del
siglo 20 que se educaron creyéndolas a pie juntillas.
La valentía trágica que oficialmente impregna a todo
lo mexicano, desde que CUAUHTEMOC le dijo a CORTÉS “no puedo más, toma ese puñal
y mátame.”
Acaso otros presidentes citaron estas leyendas como
poses demagógicas o trucos de oratoria.
Aunque nadie como AMLO para contarlas con certeza
absoluta, tan seguro de ellas como si las hubiera vivido.
Digámoslo así. Si aparece en el libro de Historia de
cuarto año, entonces es cierto y mejor ni le discutan porque salen perdiendo.
Y algo más que quizás buena parte de sus malquerientes
no han visto, o no hemos querido, consignar.
Mientras la opinión pública se divierte o se exalta día
con día con las piruetas formales del mandatario, en otro palacio, el
legislativo de San Lázaro, la cocina trabaja día y noche.
A veces con olla exprés, otras con horno de microondas,
se reprograma pacientemente la historia de los siguientes años de gobierno.
Tareas de reingeniería institucional cuyos efectos ni siquiera imaginamos.
Bueno o malo, este año ha sido denso en
transformaciones de orden jurídico cuyo efecto conoceremos en dos, en tres o
cuatro años.
Por eso (y muchas cosas más) quienes afirman que “LÓPEZ
no ha hecho nada”, no saben lo que dicen.
Hay tareas de cirugía mayor a lo largo y ancho del
aparato público federal que pasan por los recintos legislativos pero jamás asoman
en los medios, ni siquiera en los discursos de la 4T.
No se nota todavía, pero (a manera de prólogo) el
presidente está moldeando el aparato del estado a su entero gusto, imagen y
semejanza, con miras a decisiones que trae en la alforja, reservadas para tiempos
venideros.
Quita dinero a los partidos y al propio INE, toma por
asalto los organismos autónomos, achaparra el poder judicial, le regatea recursos
a los gobernadores, purga a fondo el servicio exterior.
Todo ello, mientras sigue recorriendo a ras de tierra
el país, dando prioridad a rancherías perdidas, colonias y comunidades marginales.
Feliz de que sus adversarios se entretengan con las “mañaneras”,
mientras opera tras bambalinas un cambio silencioso que hará eclosión cualquier
día, acaso el menos pensado.