Cd.
Victoria, Tam.- Antes que nada, estudiante
chilango en los setentas y ochentas, clasemediero, amante del heavy-metal (QUEEN,
entre sus favoritos) egresado como ingeniero mecánico en la Universidad
Autónoma Metropolitana (UAM-Azcapotzalco).
El vertiginoso ascenso de GENARO GARCÍA LUNA en las corporaciones
de inteligencia y seguridad se debe a su providencial amistad con un peso
completo de la oligarquía nacional llamado JULIÁN SLIM HELÚ.
JULIÁN fue agente de la Dirección Federal de Seguridad
(DFS), cuya desaparición data del lamadridismo, a raíz del asesinato del
periodista MANUEL BUENDÍA, el 30 de mayo de 1985.
La razón directa es que la autoría intelectual de
dicho crimen fue atribuida nada menos que al director de este organismo, JOSE
ANTONIO ZORRILLA, abogado hidalguense que después iría a prisión.
Vergüenza nacional que obligó a MANUEL BARTLETT,
entonces titular de SEGOB, a emprender una recomposición de dicha dependencia.
La renombraría en ese mismo 1985 como Dirección de Investigación y Seguridad Nacional, cuyas siglas (DISEN) parecían evocar la deleznable función delatora que reina en tales ámbitos.
El DISEN que suena a “dicen”, oreja y dedo infame, denuncia indigna que va de la voz al papel, el expediente negro.
La renombraría en ese mismo 1985 como Dirección de Investigación y Seguridad Nacional, cuyas siglas (DISEN) parecían evocar la deleznable función delatora que reina en tales ámbitos.
El DISEN que suena a “dicen”, oreja y dedo infame, denuncia indigna que va de la voz al papel, el expediente negro.
Con la reestructuración de la DFS al renovado DISEN (a
cargo, en principio, de JULIAN SLIM) se quedan sin empleo los viejos agentes secretos,
con perfil (antes que nada) policial.
En consecuencia, son reclutados elementos con
formación académica, más cercanos al diagnóstico que a la función persecutoria.
Cobra valor el análisis, el contexto y para ello disminuyen
las viejas formas del interrogatorio a base de cachetadas, pocito, picana
eléctrica, agua mineral o inmersión en inodoros inmundos.
Siendo sinceros, ninguna de dichas prácticas ha
desaparecido. Solamente se trasladaron a corporaciones netamente policiacas, perdiendo
vigencia entre las agencias cuya tarea se basa en el diseño de escenarios.
ASCENSO VERTIGINOSO
Pero estamos en el lamadridato, con el DISEN todavía
como oficina dependiente de Gobernación, del propio BARTLETT, quien hace lo
posible por deslindarse del criminógeno ZORRILLA.
En diciembre de 1988, con el arribo del gobierno
salinista y la llegada del capitán FERNANDO GUTIÉRREZ BARRIOS a la titularidad
de SEGOB, se confeccionan nuevos equilibrios.
En efecto, el DISEN consolida su carácter no-policial.
Pero es renombrado CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) y se le
otorga autonomía.
Lo cual tiene una interpretación de orden práctico. Dada
la desconfianza que el presidente SALINAS profesó desde siempre a GUTIERREZ
BARRIOS, ordena un cambio fundamental.
El CISEN ya no dependerá de Gobernación sino (en línea
staff) de Presidencia, a través del asesor ejecutivo de SALINAS y virtual
vicepresidente PEPE CÓRDOVA.
Sin duda muy interesante el que JULIÁN SLIM (de
amistad familiar muy cercana al salinismo) haya sobrevivido a tantos cambios. Esto
es, de la DFS, al DISEN y luego al CISEN.
En 1994, con el advenimiento del gobierno zedillista, el
CISEN habrá de conservar nombre y funciones solo que regresa a la institución
madre de dónde provenía, Gobernación.
Será bajo el zedillismo cuando JULIÁN se retire de la
función pública para hacerse cargo de la seguridad integral dentro del complejo
empresarial de su hermano CARLOS SLIM HELLÚ.
Aquí está el detalle. Desde los tiempos de JULIÁN
había empezado a brillar (en calidad de protegido) un joven nacido en 1968 y de
nombre GENARO GARCÍA LUNA, primero como agente del nivel básico, luego
coordinador de área.
Exquisitamente apadrinado, a finales de ZEDILLO, en
1998, GENARO será nombrado Coordinador General de Inteligencia en la naciente Policía
Federal Preventiva (PFP). Tenía 30 años.
Pero el zedillismo iba de salida y también las siete
décadas de gobiernos priístas. Llegaba la era de la alternancia, bajo la
bandera albiazul de VICENTE FOX.
Apenas dos años después, GARCÍA LUNA es llamado por FOX
(2000) para que se haga cargo de restructurar la obsoleta Policía Judicial
Federal (PJF), misma que convertirá en Agencia Federal de Investigación (AFI),
en septiembre de 2001. A los 32 años.
Pero su buena estrella no termina. En diciembre de
2006, el mismo GENARO sobrevive nuevamente al cambio sexenal y es llamado por
el presidente entrante FELIPE CALDERÓN como titular de la Secretaría de
Seguridad Pública. Para entonces andaba en los 38.
SALDO OSCURO
La prensa independiente y los organismos de derechos
humanos tienen documentados abundantes abusos cometidos en las dependencias a
cargo del ingeniero GARCÍA LUNA, desde los tiempos de la PFP, hasta la misma PJF,
la AFI y la SSP.
Entre ellos, los señalamientos sobre presuntos nexos
entre el ingeniero GARCÍA LUNA y los cárteles del Pacífico datan de la primera
década de este siglo.
Destacan los reportajes del semanario PROCESO, los reiterados
trabajos de REPORTE ÍNDIGO (RAMÓN ALBERTO GARZA) y las denuncias de reporteras
como ANABEL HERNÁNDEZ y CARMEN ARISTEGUI.
Acaso por ello, lo que verdaderamente sorprende de su
reciente arresto en territorio norteamericano no son las complicidades que se
le imputan a GARCÍA LUNA, sino el largo tiempo que se tardaron en asumirlo.
Cabe suponer que las condiciones políticas influyen en
los tabuladores de la justicia estadounidense. Pudiera ser que les dejó de ser útil,
en la misma medida en que su jefe FELIPE CALDERÓN devino en cartucho quemado.
O tal vez seas más útiles GENARO y FELIPE como animales
de sacrificio ante un obradorismo triunfante que observa con muy buenos ojos el
castigo al pasado inmediato.
La explicación oficial es que dicha captura deriva de confesiones
provenientes del megaproceso llevado a cabo en Nueva York contra JOAQUÍN GUZMÁN
LOERA y el clan de los ZAMBADA.
De ser así, la incorporación de GENARO en la lista de personajes
enjuiciados (y probables informantes) tendría implicaciones aún difíciles de
cuantificar hacia toda la clase política mexicana, sin distingo de partidos. Veremos
a quienes embarra.