Cd.
Victoria, Tam.- Con el vocabulario
hemos topado. Guerra de interpretaciones y significados, laberintos semánticos
acicateados por la rivalidad y el temor a las palabras.
¿Son o no terroristas las bandas delincuenciales que
operan aquí y ahora?...
La respuesta varía con las circunstancias. Habría que ver
caso por caso. El terror es una agresión dirigida a propósitos más amplios que
el simple trasiego de drogas, aunque puede proceder de estos ámbitos.
El terrorista busca acobardar a las instituciones
gubernamentales y arrebatar territorios a la sociedad civil, para anular o
restar funcionalidad a instancias básicas como ministerios públicos, juzgados, cuerpos
policiacos, prisiones.
Su resultante es el miedo ciego, la desconfianza hacia
las instituciones del estado y la pérdida de autoridad en los servidores
responsables de seguridad y justicia.
Ligado todo, por supuesto, con expresiones de crueldad
extrema, de un alto impacto visual que parece advertir a gobernantes y
gobernados “no te metas conmigo”.
De aquí la frase admonitoria que se repite en
narcomantas diseñadas con rigor infográfico (imágenes que ilustran textos) de
todo el país, cuando puntualizan: “esto les va a pasar”…
¿A quiénes?, al competidor, al rival de territorios
(identificado o no), al pueblo llano por si se atreve a denunciar, a la autoridad
que se sienta tentada a intervenir y todos los etcéteras imaginables.
Se trata de instancias profundamente reaccionarias a
las que les perturba cualquier acuerdo social. No es gratuito que las mafias
italianas hayan apoyado a MUSSOLINI y las norteamericanas formen parte del
establishment republicano.
Hay mucho de “laissez faire” en la lógica de las
organizaciones criminales. Cuestión de leer lo que opina el gran santón del
capitalismo salvaje MILTON FRIEDMAN sobre las drogas. Despenalización absoluta.
Tanto como decirle al Estado que retroceda tres pasos y
permita que las reyertas entre cárteles se diriman por la ley del más fuerte, el
más apto, el menos escrupuloso.
La diferencia con el delincuente común es que este se
encuentra regido por el imperio de la necesidad. Robar, asaltar, extorsionar
para comer o alcanzar utilidades materiales sin duda imposibles bajo la tabulación
salarial vigente.
El terrorismo empieza cuando las muertes no son una daño
colateral sino el motivo principal. Peor todavía, cuando las víctimas (gente
pacífica, familias) ni siquiera sabrán por qué murieron, ni quien tendría tanto
desprecio a sus vidas para cortarlas de tajo, sin razón a la vista.
La economía mafiosa es una forma de capitalismo
extremo, lumpencapitalismo. Paradójicamente, es un capitalismo contrario al concepto
original de mercado, porque en el mundo oscuro la competitividad se define a
golpes de metralleta. No hay libre concurrencia.
Por todo ello, si lo que hoy se discute en Tamaulipas
es la naturaleza de los grupos ilegales que tienen en jaque a la ciudadanía
llana, pues hombre, buena parte de sus acciones (no todas) podrían tipificarse
como terrorismo.
Sobre todo bajo el precario equilibrio de fuerzas que
ha prevalecido después de la gran ruptura de 2010, el divorcio entre una
organización delictiva y quienes hasta entonces fueron sus fuerzas de
seguridad.
El problema es cuando la violencia generada va más
allá de (1) la rivalidad entre bandas y (2) el enfrentamiento con las
corporaciones de seguridad.
Aflora entonces un elemento más, cuando (3) la manera
de decir “aquí estamos” se manifiesta con matanzas sin causa visible, que tocan
las puertas del genocidio.
Dos veces San Fernando (2010, 2011) en efecto, aunque igual
abundan ejemplos en nuestro vecindario norestense. Caso típico, el de Allende, Coahuila
(2016).
Es algo más que “matar por matar”. Es la búsqueda del
impacto emocional, el shock generalizado de quienes tiemblan frente al
televisor o la primera plana de la prensa.
Ahí donde la meta no es disputar un nicho de mercado, ni
vaciar la caja de un negocio, ni ejecutar una venganza, sino socavar los
cimientos del pacto social.
Alterar gravemente la paz ciudadana y minar la
confianza en el Estado de Derecho para cambiarla por el grito sostenido del “sálvense
quien pueda.” El río revuelto y la ganancia de saqueadores.
En la capital del país lo negó enfáticamente el exjefe
de gobierno MIGUEL MANCERA y lo hace ahora su relevista, CLAUDIA SHEINBAUM.
Aunque taparse los ojos no impida que las redes sociales
se encuentren en pleno alarido las 24 horas del día, 7 días a la semana, los 12
meses del año.
Mexicanos al fin, el temor a las palabras es hijo del
pensamiento mágico. Ignoran la funcionalidad, la operatividad, las ventajas
prácticas del llamar a las cosas por su nombre.
Se sienten más a gusto en la viscosa sordidez de los
valores entendidos.