Cd.
Victoria, Tam.- Pensando antes que
nada en los mexicanos de menores recursos, habrá que desearle el mejor de los
éxitos a la nueva estrategia federal que ahora encarna el Instituto de Salud y
Bienestar (INSABI).
Si a la postre resulta un concepto más completo y
efectivo que el Seguro Popular, debemos admitirlo con todas sus palabras, recio
y quedito. Por lo pronto, AMLO merecería el beneficio de la duda.
Aunque, así nomás, en el puro arranque, ronden inquietudes
en torno el método empleado para reemplazar una institución por otra. Desfondaron
un barco cuando todavía no zarpaba el otro.
¿No era más fácil apoyar lo que ya había, añadirle
funciones, hacerlo crecer (y hasta cambiarle de nombre, si tanto les interesaba)
pero sin interrumpir, entorpecer o amenguar las tareas de la dependencia
anterior?
Optaron, de nuevo, por la mexicana arrogancia de crear
algo nuevo y posar para la historia, no importando si para ello echan por la
borda esfuerzos decorosos.
Ocurrió, entre tantos ejemplos, con la Policía
Federal, a la que ENRIQUE PEÑA NIETO quiso reemplazar con el fracasado proyecto
de Gendarmería y hoy LÓPEZ OBRADOR busca sustituir con la Guardia Nacional.
Lo he preguntado aquí varias veces, ¿No era más rápido
y económico ahorrarse tantos forcejeos legislativos, las consabidas tensiones
con las fuerzas castrenses y la inútil polémica en medios para (en lugar de tanto
brinco) añadir sencillamente facultades y fortalecer con recursos a lo que ya
existía, la PF?
Decisiones que también hemos visto en el combate al
huachicol y en el asunto de las guarderías infantiles.
Ante la noticia de irregularidades o corruptelas, la
reacción es el machetazo brusco a las operaciones de un sector, sin prevenir que
gente inocente pague las consecuencias.
Ciertamente, la lucha efectiva contra el robo de
combustible cuenta con el apoyo generalizado de la población. En el reino de la
intención, el aplauso es parejo.
Son los métodos, el desparpajo formal, lo que deja a
tanta gente lastimada, dando (por cierto) argumentos a la oposición.
El renglón de las guarderías tampoco se cuidó. Aun
dando por sentado que hubiera subsidios mal empleados, gente que cobraba dinero
sin prestar el servicio o incrementando de manera fantasmal el número de menores
atendidos, representando ello una ganancia ilícita.
Pero de ahí a cortar de tajo, pagando justos por
pecadores, pues hombre…
De pronto alguien descubre desviaciones o inejercicio
en los recursos destinados a financiar a las embarcaciones que limpian nuestros
mares de sargazo y la respuesta es la misma.
El corte rudo que no hace distingos, con resultados
catastróficos a la vista.
La historia después dirá que la primera temporada
vacacional del obradorismo (semana mayor) se caracterizó por la presencia
inusitada de dicho género de algas. Plancton cuyo descontrol conspira contra la
salud de los mares y la industria turística misma.
Ciertamente las delegaciones federales en todo el país
han padecido (y padecen) sobrepeso burocrático. Aunque una cosa es eliminar la
grasa y otra “cortar carnita”.
Por mucha gordura que alguien padezca y por prisa que se
tenga en adelgazar, no por eso nos vamos a cortar un brazo o una pierna. Por
supuesto que baja usted de peso, pero nomás vea de qué manera.
La opinión pública nacional conoce lo suficiente las
atrocidades que los gobiernos anteriores cometieron en las proveedurías de
salud y los suministros tramposos de medicinas. Fábricas de millonarios.
Mejor aún, reconozcamos que ningún otro presidente ha
tenido la determinación que hoy muestra AMLO para denunciar públicamente y
emprender acciones firmes en el combate al pillaje en este campo.
Pero la táctica es lo que sigue fallando. Y esto es
algo que se vivió muy de cerca en el terreno de los suministros de
quimioterapia adquiridos para menores con cáncer.
El problema (de nueva cuenta) es el orden en que
actúan. Primero cierran la llave a los proveedores vigentes y luego se dan a la
tarea de buscar otro.
La regla en todos estos casos ha sido que no planean,
no trabajan en abrir etapas intermedias entre lo nuevo y lo viejo. Se actúa de
sopetón, devastando servicios.
Como aquellos conductores distraídos que para invadir
carril, primero dan volantazo, luego asoman trompa y cachete del vehículo,
antes de averiguar si viene coche. Con errorcitos así, están hechas las
pequeñas y grandes pifias de nuestros gobiernos.