Cd.
Victoria.-
El INE reporta cien candidatos registrados para contender por la dirigencia nacional
de MORENA, 47 buscan la presidencia y 53 la secretaría general.
Batalla campal, en efecto, como en la
lucha libre, entre rudos que se disfrazan de técnicos, técnicos que golpean
como rudos y un abanico amplio de exóticos.
La disputa ha sido larga, problemática, accidentada
y, sobre todo, innecesaria. No obstante ser el partido gobernante, su
estructura territorial se encuentra todavía en pañales, en obras, en proyecto.
De 32 jefes de gobierno estatales, tiene
7 solamente. Lo cual significa que 25 entidades se encuentran gobernadas por instituciones
partidistas distintas a la del Presidente.
Con registro de partido desde el primero
de agosto de 2014, seis años después MORENA carece de un método regular, definido
y consensado para disputarse internamente el poder.
Es decir, las dirigencias locales,
estatales y la nacional. Tampoco las candidaturas a cargos de elección popular.
Su consuelo es que los otros partidos están igual o peor.
En PAN, PRI, PRD y derivados priva el dedazo
y los acuerdos cupulares.
Aún así, el referido proceso partidista llega
tarde y ofrece un espectáculo lamentable ante el observador ciudadano, no exento
de humor involuntario.
Transcurre cuando ya se encuentra en
marcha el proceso eleccionario federal del próximo año. Los comicios
legislativos intermedios donde serán votados 500 legisladores federales y (en
paralelo)15 gobernadores, entre otros cargos.
HUELLAS DEL ABANDONO
Cualquiera que observe el calendario
interno de MORENA sabrá que el relevo natural de YEIDCKOL POLEVNSKY tendría que
haberse resuelto en tiempo y forma, el 20 de noviembre de 2018, una vez
transcurrido su periodo de tres años (había sido electa en 2015).
Era una etapa gloriosa para miembros y simpatizantes de dicho partido, AMLO había
ganado el primero de julio y se preparaba para asumir en diciembre.
El país tenía puesta la vista en los
relevos de las Cámaras y Palacio Nacional. Los reflectores dejaron de apuntar
hacia MORENA.
Se desaprovechó la oportunidad, se
incurrió en eso que llaman PROCASTINACIÓN, al postergar, aplazar una decisión
tan importante, concediéndole a YEIDCKOL el capricho de permanecer un año extra
en el cargo. Año improductivo y perdido.
Una vez cumplido el nuevo plazo, 12
meses después, en noviembre de 2019, la señora POLEVNSKY volvería a la cargada
con una desfachatez sorprendente y (ojo) el silencio cómplice del presidente.
Con la mano en la cintura boicotea las reuniones preparatorias de la elección
interna, se ausenta cuando le conviene, suelta buscapiés entre sus amigos de la
prensa, deja circular la especie de que pudiera quedarse otro año más, emprende
exitosas maniobras dilatorias.
Fue necesaria una verdadera operación
quirúrgica para extirparla del cargo. Pero esto ocurrió hasta el 26 de enero de
2020. Haciendo cuentas: ¡14 meses después de haber concluido el periodo para el
cuál fue votada en 2015!...
¿Dónde estaba AMLO mientras tanto?...
Ajeno, distraído, desatento hacia las cuestiones relativas al partido que fundó
y dirigió. Al menos esta es la explicación dominante.
Aunque la suspicacia ciudadana apunta
hacia una complicidad silenciosa con las maniobras oscuras de YEIDCKOL, a quien
el propio ANDRÉS MANUEL impulsó para ocupar el cargo.
El partido quedaría en manos de un
dirigente interino, de mediano perfil pero larga trayectoria de izquierda (PMS,
PRD, MORENA) como es el barzonista zacatecano ALFONSO RAMÍREZ CUELLAR.
Hombre pachorrudo cuya gestión no parece
incluir tareas de proselitismo, ni de expansión o reorganización territorial.
Llegó tan solo a gestionar el vacío y encaminar su reemplazo.
CUENTA REGRESIVA
Mientras tanto sigue perdiendo hojas el
almanaque. Los procesos eleccionarios del 2021 ya están en cuenta regresiva y
el partido oficial continúa sin comportarse como tal.
La lejanía de ANDRÉS MANUEL hacia el
instituto que lo llevó al poder parecería más emparentada con el caprichoso desdén
que con la sana distancia.
Su fórmula de presidente fuerte con
partido débil deriva de una concepción monolítica y unipersonal del poder. Una
sola voz, la suya; con las demás instancias siempre a la zaga, incluyendo el
partido.
Para quienes se interesan en las asignaturas
pendientes de la vida política mexicana, el mejor ejemplo es MORENA. A dos años
de su triunfo no se pueden poner de acuerdo ni siquiera en el método de
elección, abundan reclamos de “piso parejo” que en buena medida alertan contra
favoritismos.
Pero todos los partidos andan así, unos
más, otros menos. El PRI pasó del ejercicio pleno del poder (1929-2000) a ser
oposición 12 años (2000-2012) y luego otra vez gobierno (2012-2018) sin abandonar
(jamás) el sagrado “dedazo”, como método autoritario para imponer dirigencias y
candidaturas a todos los niveles.
El PAN tuvo dos elecciones ejemplares de
abanderados presidenciales (2005 y 2012) y luego retrocedió a la autoimposición
perpetrada por RICARDO ANAYA en 2017, tan descarada y aparatosa como la que consumó
ROBERTO MADRAZO en 2005.
De los demás partidos hay poco que
agregar. Son franquicias familiares (PVEM, PT, MC) o grupos cerrados que
funcionan prácticamente como consejos de administración (PRD, PES, PANAL, RSP).
A LA DERIVA…
Hoy dice AMLO que el mejor método para una
elección interna es la encuesta. Herramienta por demás impersonal (y fácilmente
adulterable) que en el fondo revela la pervivencia de una muchedumbre invertebrada
y sin estructura.
Multitudes sin forma, ni límites
definidos. Masa ciega, muy al gusto de su líder, rasgo típico de un movimiento al
que no le permiten fraguar como partido.
De haber elecciones internas ¿Quiénes tendrían
derecho a votar?, ¿sus dirigencias están en condiciones de diferenciar al militante
del simpatizante?...
Detalle significativo, al presidente no
parece preocuparle ni le corre prisa por resolver el asunto. Incluso ya amenazó
con salirse de MORENA, si no lo obedecen.
Se saldría y (además) pediría que le cambiaran el nombre para que “no se manche”
la marca que llevó al poder su proyecto de la Cuarta Transformación.
¿Será por eso que YEIDCKOL quiso
registrar ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) los nombres
y frases de batalla de MORENA?
¿Fue por órdenes de LÓPEZ OBRADOR que buscaron
privatizar el uso de eslogans y marcas como “Morena, La Esperanza de México”,
“La Cuarta Transformación”, “Morena TV”, “Morena Radio”, “Morena AC”, “Morena
Digital”, “Regeneración” y “Juntos Haremos Historia”?
El caso es que al presidente no parece
interesarle el dejar como legado o heredar a las próximas generaciones un
partido fuerte que defienda su ideario en los años y décadas por venir.
¿El partido ha dejado de serle útil?, ¿o
le son políticamente más rentables los instrumentos del estado que compran
votos mediante el reparto calculado de recursos?, ¿qué piensa ANDRÉS MANUEL?,
¿después de mí el diluvio?...